Si hay un elemento que ha venido caracterizando a los neoconservadores, a través del tiempo y sus respectivas transformaciones, es que se muestran como unos firmes defensores de la democratización exógena amparándose en la capacidad de la Superpotencia estadounidense como agente liberador y como impulsor de la democracia en el mundo, al que adjudican una enorme capacidad transformadora que les lleva a ser grandes partidarios de forzar cambios de régimen por diferentes vías, sin excluir ninguna de ellas, y lo abordan desde una perspectiva optimista, incluso enormemente optimista. Y todo ello en una nueva vuelta de tuerca de la Doctrina del Destino Manifiesto, que abordaremos en esta revista digital en otro artículo.

El elemento sobre el que se apoyan, de hecho sin rubor, es la imposición democrática desde una vía externa por la fuerza de las armas contando con la experiencia histórica de la Segunda Guerra Mundial, situando esta opción en el plano realista, ante los casos de Japón y Alemania. De hecho, para Muravchik (2004, 10), el éxito de Estados Unidos como democratizador a escala global ha de extenderse a la mayoría de los Estados de la América Latina y países asiáticos como pueden ser Corea del Sur, Taiwán o Filipinas.

Surge, no obstante, la cuestión de evitar que un universalismo utopista se apodere, desde esta óptica, de Estados Unidos llevando a la Superpotencia a una acción permanente de cambios de régimen por todo el mundo. Es así como Krauthammer (2004, 15 y 16) determina que Estados Unidos sólo debería actuar manu militari con la finalidad de exportar la democracia a las regiones que se constituyan en prioridad estratégica, como es el caso del llamado "Gran Oriente Medio", estableciendo el término de "realismo democrático" para lo que es el neoconservadurismo. La idea aportada en 2004 por Krauthammer aparece unos cuatro años antes en Kristol y Kagan (2000).

Perciben los neoconservadores que la aplicación del "modelo a la alemana" hace que quede patente que no sólo se hace necesario usar el poder de la Superpotencia para derrocar a la tiranía: hay que recurrir al concepto de nation building, que requiere implicarse a largo plazo comprometiendo, tal y como determinan Kristol y Kagan (2000) en su libro "Present Dangers", cuantos recursos militares, económicos y políticos sean necesarios.

El 11-S es el gran dinamizador

Efectivamente, la cadena de atentados en Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001 son, a ojos de los neoconservadores, los elementos determinantes para poder iniciar una concreción de una agenda democratizadora neoconservadora y empezar a aplicar los conceptos que ya aparecieron en Kristol y Kagan en el año 2000 de cambio de régimen y nation building en la región estratégica del Gran Oriente Medio y cambiar su statu quo exportando la democracia a la región de grandes dimensiones, todo ello siguiendo a la lectura que hacen Kristol y Kaplan (2003).

Para los neoconservadores ha sido un punto clave desde aquel momento que era absolutamente imprescindible e innegociable el cambiar la cultura política del mundo árabe-islámico como vía para poder proclamar la victoria en la Guerra contra el Terror, ya que para ellos la tiranía es el fundamento último sobre el que se justifica el terrorismo, tal y como sintetizan Frum y Perle (2004, 137 y 138).

Es por eso que Kristol y Kaplan (2004) afirman la urgencia de impulsar un cambio estratégico en la política exterior de Estados Unidos de apoyo tradicional a Arabia Saudita y Egipto, o la permisividad con los casos de Siria e Irak, dictaduras, en definitiva, en la región y lanzar o apoyar cualquier movimiento democratizador que cambiase por completo el panorama estratégico y político, hasta las últimas consecuencias. Este hecho se ha afirmado a través de las administraciones de George W. Bush, Barack H. Obama y una parte de Trump, iniciándose ahora una transformación de la misma con Biden, pero siguiendo a Trump.

Para los neoconservadores, la guerra de Afganistán y el derrocamiento del régimen de los talibán venía a ser como el pórtico de la Guerra contra el Terror, siendo el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein el elemento que consideraban el dinamizador definitivo para la democratización de la gran región del Gran Oriente Medio, permitiendo atemorizar a los competidores, los europeos particularmente, y consolidar la hegemonía mundial de Estados Unidos y del dólar, siguiendo a Kristol y a Kaplan (2004).

Se busca enemigo

La definición de la estrategia norteamericana vendrá acompañada por una ofensiva ideológica-académica, como la que se puede apreciar en la obra de Samuel P. Huntington, preludiada por el artículo publicado en el verano de 1993 en la revista Foreign Affairs, "The Clash of Civilizations?" y que en 1996 se transforma en el libro "The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order", donde la tesis de enfrentamiento es en el eje Oeste-Este, partiendo desde Estados Unidos, y hallando aplicación a partir de 2001, para pasar a ser a partir de 2021 en el eje Norte-Sur, con Europa, Rusia y China (e India por la acción de IS-K en determinadas zonas), y con la exclusión de Estados Unidos.

En 1992 aparecía un libro de Ted Garlen Carpenter, un año antes de la publicación del artículo de Samuel P. Huntington en Foreign Affairs donde Huntington argumentaba que, después de la caída de la Unión Soviética, el Islam se convertiría en el mayor obstáculo para la dominación occidental del mundo, y que por consiguiente, la próxima gran guerra de Occidente sería inevitablemente con el Islam.

Ted Galen Carpenter es investigador principal de estudios de defensa y política exterior en el Cato Institute, desempeñándose como director de estudios de política exterior del Cato Institute de 1986 a 1995 y como vicepresidente de estudios de defensa y política exterior de 1995 a 2011. El título del libro de Carpenter de 1992 es "A Search for Enemies. America’s Alliances After the Cold War", en donde analiza que el paso de la Guerra Fría fue el acontecimiento más importante de finales del siglo XX; sin embargo, Estados Unidos se aferra tenazmente a viejas políticas. Tanto la administración George HW Bush (1989-1993) como los líderes demócratas han insistido en perpetuar una serie de alianzas obsoletas, incluidas la OTAN y la alianza con Japón, que costaba a los contribuyentes estadounidenses casi 150.000 millones de dólares al año. Ted Galen Carpenter ofrece en su libro una crítica de esa estrategia de statu quo. Aunque las alianzas obsoletas de Washington no tienen una misión real adversa o creíble, dice Carpenter, tienen el potencial de envolver a Estados Unidos en oscuros conflictos, étnicos y de otro tipo, que tienen poca relevancia para las legítimas preocupaciones de seguridad de Estados Unidos. Como alternativa, proponía la "independencia estratégica", según la cual Estados Unidos actuaría sólo para defender intereses vitales: la integridad física de la República, la independencia política o la libertad nacional.

Por cierto, en 2006 Ted Galen Carpenter publicaba un libro titulado "America's Coming War with China: A Collision Course over Taiwan", afirmando que la colisión entre Estados Unidos y China por Taiwán es un hecho consumado, cuestión de tiempo.

El símil de Estados Unidos enunciado por Kissinger para Europa (y Rusia)

En esta línea, el 19 de diciembre de 1994 Henry Kissinger escribía una columna en The Washington Post en la que pedía la ampliación de la OTAN, y añadía la siguiente reflexión:

"In the end, the nations of the Atlantic area need each other. Without America, Europe turns into a peninsula at the tip of Eurasia, unable to find equilibrium much less unity and at risk of gradually subsiding into a role similar to that of ancient Greece in relation to Rome -- the only outstanding question being whether America or Russia will play the role of Rome. Without Europe, America will become an island off the shores of Eurasia, condemned to a kind of pure balance-of-power politics that does not reflect its national genius. Without Europe, America's path will be lonely; without America, Europe's role will approach irrelevance. This is why America concluded twice in this century that the domination of Eurasia by a hegemonic power threatens its vital interests, and has gone to war to prevent it."

La visión traslada por Kissinger pretende una doble justificación, señalando hacia Rusia, ampliar la OTAN y mantener las estructuras de la Guerra Fría, tal y como señala Carpenter (1994), pero también tiene una lectura interna norteamericana, al señalar que se debe dominar a los europeos "por su propio bien", entendiéndose el de Estados Unidos ("Without Europe, America will become an island off the shores of Eurasia, condemned to a kind of pure balance-of-power politics that does not reflect its national genius"). Otro elemento es la manipulación histórica del carácter de la República romana, que es donde se sitúa el símil empleado por Kissinger y que se trata más bien de una élite que tiene a diferentes grupos de entes políticos en diferentes esferas de colaboración y poder, y en la que la política exterior y la política de defensa se supeditan al Senado de Roma y a sus equilibrios de poder entre la élite, con mercados capturados y explotados por Roma en una mayor medida, y los que le son afines, para cooptar a sus élites a las romanas. Es decir, Kissinger está confundiendo a propósito, pues es historiador y muy competente y porque así refuerza su argumento y los intereses de Estados Unidos, los términos. Serán estos términos los que causarán una República imperialista (que no un Imperio), y que provocarán cambios en todo el complejo edificio romano, con luchas entre las élites romanas y las que les eran más afines, trasladando los problemas hacia abajo en la sociedad en todas partes donde la República imperialista romana se hallaba presente. El resultado será precisamente el "Imperio", fase que ha buscado Estados Unidos de la misma manera que la República imperialista romana, pero en la que ha fracasado sin paliativos. Ante la duda planteada por Kissinger sobre quién ejerce el papel de lo que él llama "Roma", y que es la República imperialista romana, si Rusia o si Estados Unidos, teniendo en cuenta quién controla las alianzas de política de defensa, cuenta con bases por Europa y su espacio de proyección, cuenta con el dólar e impulsa el "Consenso de Washington" como colofón de la estrategia la pregunta resulta, sinceramente, absurda. Es Estados Unidos quien se presenta como "Roma" en palabras de Kissinger, como la República imperialista romana.

Pero, lo cierto es que el ejemplo escogido por Kissinger resulta esclarecedor y es un perfecto paralelismo para ajustar a Europa a "Grecia", Estados Unidos es "Roma" y Rusia queda en el papel de "Macedonia", con Kissinger ejerciendo de Plutarco (pero con la diferencia de que Plutarco ya escribe desde el Imperio romano, y no desde la República imperialista romana que es desde donde habla Kissinger en su propio paralelismo, cuando afirma Plutarco que la sumisión de Grecia ante Roma había sido el resultado de una verdadera “necesidad histórica”, la cual había venido a dar fin a las luchas incesantes entre los griegos y, en consecuencia, a permitirles beneficiarse de la paz general romana, y de paso porque la República imperialista romana aplastó a la Confederación Aquea helenística cuando mutaba hacia vías "federalistas" para impulsar su defensa y política exterior y lanzarse como poder en el Mediterráneo oriental y el central). Digamos que se avanza Kissinger en su asunción del rol de Plutarco, pero se sitúa exactamente en el papel de Tito Quincio Flaminio y la famosa proclama de la libertad y prosperidad de los griegos en el 196 a.C. en el istmo de Corinto, libertad que casualmente se le puede asegurar por la ocupación militar romana tras las conquistas y acciones de Filipo V de Macedonia en la llamada Segunda Guerra de Macedonia (Macedonia o Rusia, en elipsis, y siguiendo el símil de Kissinger). Pero, ¿acaso Rusia había invadido Europa recientemente? ¿No era justo lo contrario?

Sobre este paralelismo trazado por Kissinger y repetido hasta la saciedad por Estados Unidos haré un merecido artículo de análisis al respecto.

La llegada de la administración George W. Bush

La llegada de la administración George W. Bush se circunscribe en una fase complicada en la economía global. Y es que para enero de 2001, cuando George W. Bush y su gabinete ocuparon sus puestos, la necesidad de nuevas fuentes de crecimiento por parte de las grandes empresas norteamericanas se hizo perentoria. Una vez explotada oficialmente la burbuja tecnológica, y con una caída del Dow Jones de 824 puntos en los dos meses y medio posteriores al comienzo del mandato, se encontraron ante una grave desaceleración económica.

La solución de George W. Bush consistió en deconstruir el propio gobierno: cortar el tesoro público en grandes trozos y dárselos a las empresas americanas en forma de recortes de impuestos por un lado, y de lucrativos contratos por el otro. Pero la cosa venía de antes, la administración Clinton organizó una acción en el Indo-Pacífico y Asia Oriental para cooptar a Europa Occidental, y evitar la formación de Europa como rival en los años que median entre la caída del muro de Berlín y el final de su mandato, y de paso, tratar de controlar el escenario en el que los Tigres Asiáticos y la diáspora china enviando capital hacia China continental aprovechando las medidas que llevaron a China a entrar en la Organización Mundial del Comercio y el desplazamiento de inversiones desde México y otras partes hacia la República Popular de China se notaba. En aquel momento, Asia, en palabras del editorial del Financial Times del 27 de noviembre de 1999 «The Critics of Capitalism», era una "señal de advertencia de que el malestar popular ante el capitalismo y las fuerzas de la globalización está alcanzando un nivel preocupante. La crisis asiática mostró al mundo cómo hasta los países de más indiscutible éxito económico podían acabar hundiéndose por culpa de una súbita salida de capitales. La población estaba enfurecida al ver que los caprichos de unas misteriosas 'instituciones de inversión alternativa' o gestoras de hedge funds podían ser la causa aparente de un masivo aumento de la pobreza en la otra punta del mundo".

El nombramiento de Donald Rumsfeld para dirigir el Departamento de Defensa de Estados Unidos trajo aparejada la visión por parte de su titular de que se necesitaba una transformación equivalente a la que las multinacionales emprendieron en los años noventa del pasado siglo XX, algo en lo que tenía sobrada experiencia, tal y como publicó la revista Fortune en su número del 12 de marzo de 2001, tras su llegada al Pentágono, "el señor CEO" estaba "a punto para supervisar el mismo tipo de reestructuración que tan bien había orquestado en el mundo de la empresa".

Lo resume perfectamente Naomi Klein (2012) cuando explica lo siguiente: durante los años noventa, muchas empresas que tradicionalmente habían fabricado sus propios productos con plantillas numerosas y estables se pasaron al que terminó conociéndose como el modelo Nike: no poseer fábrica alguna, producir los artículos mediante una complicada red de contratistas y subcontratistas, e invertir los recursos en diseño y marketing. Otras empresas optaron por el modelo alternativo, el de Microsoft: mantener un centro de control férreo de los accionistas/empleados que llevan a cabo las «competencias básicas» de la empresa y recurrir a temporales para todo lo demás, desde la gestión de la sala de correo hasta redactar un código. A ello le sumaron el acceso de dinero barato de Wall Street que se utiliza para disparar la cotización y amasar auténticas fortunas. Tales prácticas son seguidas por Boeing, Hewlett Packard, eBay, Apple, Microsoft o bien Intel.

Este modelo es el que se disponía a aplicar Donald Rumsfeld al Pentágono como diseño de una estrategia mayor. La estrategia de Donald Rumsfeld giró sobre el hecho de conseguir más dinero por la vía de aumentar el presupuesto y recortar gastos procedentes de un gran número de tropas a jornada completa, de las que se deshizo, para sustituirlas por "eventuales", es decir un pequeño grupo nuclear de miembros de personal con el apoyo de soldados temporales procedentes de la reserva y de la Guardia Nacional. A su vez, los contratistas de defensa accedieron a varios contratos de diferente tipo como puede ser interrogatorios, abastecimiento, o desarrollo de programas, por ejemplo. El dinero ahorrado y el que se inyectó se dirigió hacia el sector privado para el desarrollo de satélites y nanotecnología.

El 10 de septiembre de 2001 el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld impartió una conferencia en el Pentágono con la temática, "DoD Acquisition and Logistics Excellence Week Kickoff: Bureaucracy to Battlefield" en la que cargó contra la burocracia del Pentágono con un lenguaje en el que a propósito recordaba, y hasta mencionó, a la Unión Soviética, siendo por consiguiente declarada la burocracia del Pentágono "una grave amenaza para América", como si de la Unión Soviética se tratara. El objetivo era reducir en un 15% el personal de todas las bases, y el día anterior, 9 de septiembre de 2001 The New York Times publicaba que "Comité del Senado recorta dinero del plan de defensa antimisiles" en 1,3 mil millones de dólares, además de anunciar en su conferencia en el Pentágono que había dado orden de "revisar minuciosamente el Departamento [de Defensa] en busca de funciones que puedan ser realizadas mejor y de manera más económica a través de subcontratas comerciales".

A su vez se experimentaría una evolución en el pensamiento estratégico norteamericano, pasando desde la "Conmoción y pavor" de Ullman y Wade (1996), a la doctrina del "Dominio del espectro completo" de Mahajan (2003), concebida dentro de los primeros pasos para la invasión de Irak y simultanear con Afganistán... y más allá. De ahí se pasó a la visión del almirante Arthur K. Cebrowski y su propuesta de reorganizar los ejércitos para facilitar el tratamiento y el intercambio de una gran cantidad de datos de forma simultánea, de manera tal que los escenarios de batalla estuvieran asesorados por entes robóticos que asegurasen en cada instante las mejores tácticas para vencer, en la línea de lo propuesto también por Alberts, Garstka y Stein (1999), y que conduciría a la aplicación del drone de vigilancia Predator, desarrollado por General Atomics Gnat y producido entre 1995 y 2018, un avión pilotado por control remoto usado por la USAF y por la CIA, en un principio para reconocimiento aéreo y observación avanzada, y que pasó a modificarse para incorporar ametralladoras y misiles del tipo dos AGM-114 Hellfire u otras municiones, entrando en combate en la guerra de Afganistán y las áreas tribales paquistaníes en 2001, la guerra de Irak, Yemen, la guerra civil libia de 2011, la intervención de 2014 en Siria y Somalia.

Sería sustituido por el General Atomics MQ-9 Reaper (a veces llamado Predator B) es un UAV (vehículo aéreo no tripulado), y se está desempeñando desde su introducción en 2007 y su producción en cadena a partir de 2016 en operaciones de vuelo autónomas o controladas de forma remota, principalmente para la USAF. Por ejemplo, el General Atomics MQ-9 Reaper es el dron escogido por la USAF para el ataque al General Mayor Soleimani del 3 de enero de 2020. Es, tal y como analiza en su libro Shaw (2016), un "Predator Empire", una nueva forma de violencia y de vigilancia. La administración Obama tomó este legado del Secretario de Defensa Rumsfeld e impulsó un programa ambicioso. En esta revista digital se hará un artículo sobre la guerra con drones con más detalle, baste de momento estas vagas referencias para el tema que estamos tratando.

La actividad neoconservadora entre los momentos previos a la invasión de Irak y los meses posteriores

Para situar este momento es preciso que hablemos del documento publicado en 2001 por el coronel Ralph Peters. Es uno de los diferentes miembros que chocaron con la forma de hacer de Rumsfeld como Secretario de Defensa, y en The US Army War College Quarterly aprovechaba donde hace la siguiente reflexión, donde señala en el título: "Stability, America's Enemy",

"Despite evidence to the contrary throughout the 20th century, it has remained our conviction that stability abroad is good for business and, thus, for the United States--yet, the globalization of America's economic reach was enabled only by the colossal instabilities of collapsing empires. We argued that peace was good for business, no matter the human cost of an artificial peace imposed with arms, across a century when wars, revolutions, and decade after decade of instability opened markets to American goods, investors, and ideas. Were the maps of today identical to those of a century ago, with the same closed imperial systems in place, our present wealth and power would be impossible.
America has always had a genius for picking up the pieces--the problems arise when we insist on putting those pieces back together exactly as they were before. I know of no significant example in history where an attempt to restore the status quo ante bellum really worked. The new "old" regime always turns out to be a different beast, despite attempts to fit it with a worn-out saddle. Neither bribes nor bullets (nor clumsy, corrupting aid) can make the clock run backward."

De momento mantendremos esta reflexión en nuestras mentes, pues será relevante en el desarrollo del documento en el que estamos inmersos.

El idealismo democrático neoconservador hirvió en actividad ante las perspectivas que se estaban trazando y la posibilidad de entrar en Irak tras Afganistán, llegando a afirmar Kristol y Kaplan (2004) que "en el plazo de un año (o a más tardar dos) Irak estaba en las condiciones más óptimas para alcanzar la democracia. Más aún, los neoconservadores esperaban que el impacto en el Gran Oriente Medio fuera similar a un tsunami (por usar la misma expresión que Muravchik en su artículo de The New York Times del 19 de agosto de 2002) que se llevase por delante los otros regímenes dictatoriales, con la acción estadounidense, ya fuera por una vía directa o indirecta, de nuevo en Kristol y Kaplan (2004); más aún, para 2005 según Gerecht (2005, 336-344) y Murray (2006, 217) ya era evidente esta cuestión por las elecciones en Irak y la retirada Siria del Líbano.

No obstante, el optimismo de los neoconservadores se empieza a atenuar en vista de las dificultades habida en la democratización de Irak, y de la región del Gran Medio Oriente por extensión, rechazando el ampliar el marco de intervenciones militares en la región y concentrando los esfuerzos en Irak, caso de Muravchik (2004, 10) y Donnelly (2004, IX-XI). Esta situación, ante el análisis hecho por los neoconservadores se debe a la falta de implicación por parte de los dirigentes de Estados Unidos en la nation building, tanto en Afganistán como en Irak, a pesar del coste de la guerra en ambos escenarios, y que podría ser de varios billones, más de lo que se cree, de acuerdo con este artículo de Vivienne Walt en Fortune el pasado 1 de septiembre de 2021. Disentían de la opinión que en ese momento abanderó Rumsfeld y que se mantuvo en el tiempo, pues los neoconservadores mantenían que había sido necesaria una ocupación militar norteamericana, sine die, a la manera de su gran referencia, "el modelo a la alemana" de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, como señalan Ivo H. Daalder y James M. Lindsay el 11 de noviembre de 2003.

Estas acciones se hilvanan con la retórica neoliberal y la práctica neoliberal. Así, el antecedente del Acuerdo del Siglo habría que buscarlo en las declaraciones del presidente George W. Bush en las que afirmaban una época de paz y prosperidad basada en un acuerdo con Israel y Palestina, por un lado, y desde Bagdad y Kabul extender una gran área de libre comercio, como recoge el siguiente artículo de la BBC. La aplicación práctica del modelo neoliberal en un país rico en petróleo y en esa región tras la ocupación militar, con contratas y subcontratas subastadas para gran lucro de varios agentes pero sin ningún impacto real provechoso para la población ocupada. Es lo que Looney (2003) preveía cuando dudaba de la aplicación de este modelo económico a Irak. El resultado de aquellas políticas junto con el escenario de torturas y abusos por parte de los ocupantes, fueran estos contratistas o no, conllevó una espiral de violencia y destrucción que se apoyó en la idiosincrasia manifestada en la constitución religiosa sectaria de Irak, parecida a la del Líbano, y que trajo las terribles consecuencias aparejadas. El lector interesado hallará un relato pormenorizado en Schwartz (2008, capítulo 3). La misma situación que se ha dado en definitiva en Afganistán, a pesar de las sumas de dinero invertidas.

Cabe preguntarse, como apuntaba Peters (2001) si la estabilidad es "el enemigo de América". Es interesante la referencia que está en el documento de Peters a nuevos mapas y nuevas fronteras, pero que no concreta hasta la publicación en el Armed Forces Journal del 1 junio de 2006. En ese documento Peters explica la pretensión de Estados Unidos de hacer un nuevo Sykes-Picot en la región ampliada, y establece una lista de países ganadores y otra de países perdedores:

Ganadores: Afganistán, Estado árabe chií, Armenia, Azerbaiyán, Baluchistán (libre), Kurdistán (libre), Irán, Estado sagrado islámico, Jordania, Líbano y Yemen.

Perdedores: También Afganistán, Irán; y desde luego: Irak, Israel, Kuwait, Pakistán, Qatar, Arabia Saudita, Siria, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Cisjordania (como parte de los Territorios palestinos).

Mapa final del Sykes-Picot 2.0 de Estados Unidos. El mapa fue publicado por el Coronel Ralph Peters y es uno de los mapas del US Joint Chiefs of Staff de 2001.

Entre ambos artículos de Peters en 2001 y 2006, se intercala un artículo publicado en la revista Esquire en marzo de 2003 del segundo del almirante Cebrowski, Thomas P.M. Barnett, que aporta una visión popular de la idea de hacer un Sykes-Picot 2.0 en la región del Gran Oriente Ampliado. Un año más tarde, Barnett (2004) publica "The Pentagon's New Map". En la obra de Barnett se amplía el contenido del artículo de Esquire de 2003, y siempre dirigido para el gran público, y las demás cancillerías. He aquí la propuesta:

Captura del libro de Thomas P.M. Barnett, The Pentagon’s New Map, publicado por Putnam Publishing Group, 2004. Se establece una zona segura y conectada con la economía global fuera de la bolsa de línea de puntos, o zona de inestabilidad.

Conclusiones

De lo visto hasta aquí, y de la visión de los neoconservadores de las Primaveras Árabes y de las retiradas de Obama y Trump/Biden hablaré más adelante, podemos concluir que el proyecto de "República imperialista" al estilo de Roma por parte de Estados Unidos, en una línea hacia el Imperio en un futuro venía trazado por el siguiente esquema. La economía mundial se estaba globalizando, de ahí la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio en esa época. Para seguir siendo la principal potencia mundial, Estados Unidos tuvo que adaptarse al capitalismo financiero, aumentando la transformación de su sistema productivo industrial en los años 90 del pasado siglo XX hacia la deslocalización, tal y como hemos visto con los modelos Nike y Microsoft, y alcanzando en nuestros días la hiperfinanciarización. La mejor manera de hacerlo era garantizar que los países desarrollados pudieran explotar los recursos naturales de los países situados en la bolsa de puntos del mapa de arriba, sin obstáculos políticos. A partir de esto, se dividió el mundo en dos: por un lado, las economías globalizadas (incluidas Rusia y China en ese momento, como socios menores y China como una suerte de India británica 2.0) destinadas a ser mercados estables y, por otro, todas las demás en situación de caos, para que las transnacionales pudieran explotar su riqueza sin resistencia, con liderazgo norteamericano. Para lograr esto, los pueblos no globalizados debían dividirse en líneas o fronteras étnicas o étnicas-religiosas, y mantenerse ideológicamente.

Y es que, bien podría ser que el dólar y la economía estadounidense, que no deja de bombear dólares mediante diferentes planes desde 2008 hasta un límite como el actual, absolutamente extraordinario, ya no son capaces de sostener el actual orden económico, financiero y monetario mundial, y en es también en este sentido que cabría interpretar todo este marco académico, estratégico, tecnológico, ideológico y en las relaciones internacionales como una forma de liderar los estadounidenses en la línea ya descrita y apuntada por Kissinger para cooptar a Europa en aquellos momentos.

Mientras no se aborde y resuelva directamente y de una forma satisfactoria este problema estratégico, la crisis crecerá, y el caos de la doctrina norteamericana, ahora puesta en cuestión, buscará formas de resolverse: o bien por la transformación y superación de la Guerra Fría por parte del establishment norteamericano, lo que supondría su aniquilación, o bien continuar en nuevas formas de choque y violencia, con extensión del caos hacia los rivales de Estados Unidos: Europa y China, para contener o retrasar la formación de tres polos económicos, con élites integradas en los mismos, que compitan entre sí. De hecho, está en el centro de las crisis de los productos financieros derivados, de los bancos, de los precios de la energía… y de sus consecuencias en términos de desempleo masivo y de hundimiento del nivel de vida.

Por otro lado, es esta situación y la amenaza que se ha cernido sobre los países afectados lo que ha hecho que cada país afectado haya tratado de trasladar las acciones fuera de sus fronteras para resolver problemas internos, pero también para desviar la acción del Pentágono hacia sus vecinos. Turquía, Pakistán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Irán... son ejemplos de la suma de circunstancias y factores internos y de la búsqueda de un equilibrio, en un caso más evidente que en otro, de conseguir equilibrios que les favorezcan mediante alianzas cambiantes, como podría ser Turquía, o de dar la vuelta a la situación a su favor, como el caso de Pakistán.

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