Buenos días,

Hoy os hablaremos de Alemania, y es que la canciller saliente, Angela Merkel, ha concedido una entrevista a Reuters en la que afirma cosas como estas:

"Quizás al principio fuimos demasiado ingenuos en nuestro enfoque de algunas asociaciones de cooperación (...) que en estos días miramos con más atención, y con razón".
"El desacoplamiento total no sería correcto en mi opinión, sería perjudicial para nosotros"

Palabras que atestiguan la difícil situación de Alemania desde la perspectiva Estados Unidos versus China, y de hecho la canciller saliente Merkel se dirige con ellas a los estadounidenses.

De hecho, el 14 de marzo de 2018, Angela Merkel se convirtió en Canciller de la República Federal de Alemania por cuarta vez, y con ello el tono de las declaraciones públicas de los dirigentes alemanes sobre China cambió. En una conferencia de prensa, Merkel dijo que preparar a Alemania para una competencia sistemática con Beijing en el campo económico es uno de los tres desafíos de política exterior que ayudarán a definir su legado.Al hacerlo, la Kanzlerin saliente formalizó el gran cambio en la política alemana sobre China en la última década.

Merkel deja un legado complejo para la posteridad: Alemania tratará de continuar descargando su excedente de producción hacia el mercado chino, aceptando no obstante las peticiones de Estados Unidos de reducir la parte más sensible de esos vínculos comerciales, cosa que ha venido haciendo en los últimos años de su mandato de 16 años de la cancillería. Años en los que Estados Unidos vio nacer una nueva pesadilla en su proverbial obsesión por Alemania y su afán de contenerla usando "trampas geopolíticas", y vamos a citar dos de ellas:

1/ La trampa de Kiev, con el famoso “que se joda la UE”, es decir Alemania, de Victoria Nuland, como portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos. Es decir, cómo espera Alemania que le iba a salir bien el control de la cuenca del bajo Don, la suma de las transferencias en tecnología nuclear y espacial que tiene Ucrania de cuando se repartieron la URSS con Rusia y Bielorrusia, el control de las tierras negras... y que no viera que la metían en una trampa geopolítica en la que, además de no controlar a Ucrania, es que iba a perder el mercado ruso en términos comerciales, pero también energéticos. Si a eso le sumamos que a la UE (Alemania) en ese momento contaba con una maniobra de acercamiento por parte de los BRICS que buscaban un nuevo reparto y un pacto para potenciar el crecimiento y emprender una fase de transición hegemónica en paz. El resultado de esa acción fue lo que buscaba la estrategia norteamericana, que es un clásico: dividir, contener y polarizar para mandar. A partir de ese momento el choque con Rusia y con China es una constante, y seguimos sin reformar las instituciones y sin la creación de una moneda global, suma de las principales, que nos permita crecer realmente. Pero Alemania y Rusia quisieron hallar una salida a las sanciones impuestas por la vía de la triangulación comercial en Bielorrusia...

2/ El segundo ejemplo lo hemos visto recientemente. Estados Unidos y la Unión Europea, de nuevo Alemania, celebraban (particularmente la presidenta de la Comisión Europea) el fin de las sanciones en el acero (ante todo, alemán). Una de las consecuencias de la crisis de Bielorrusia, además de amenazar el comercio triangular entre Bielorrusia-Alemania-Rusia ha sido, de acuerdo con DW , que las autoridades alemanas suspendieron la aprobación de Nord Stream 2 después de "descubrir" que Gazprom, el propietario del gasoducto, sólo tiene su sede en Suiza y no en Alemania. El procedimiento se reanudará tan pronto como la empresa rusa abra una sucursal en la República Federal de Alemania. Pero la repentina objeción legal, que era imposible que la Autoridad de Energía Alemana pasase por alto, se está utilizando en esta etapa para presionar a Moscú sobre la crisis de Bielorrusia, que tiene tendencia a relajarse una vez Rusia y Bielorrusia han conseguido una parte de sus objetivos y la cronificación sólo acercaba la intervención todavía más directa de los anglosajones. Como de costumbre, Berlín se mueve en el filo de la navaja y no sin mostrar cierta vergüenza en un tema que afecta a Rusia y Europa Central y del Este, atrapado entre el deseo de extender su influencia en el territorio y su dependencia del Kremlin en el sector energético. Y recordemos una cosa: sin gas natural en abundancia no hay transición energética ni lanzadera de la Revolución Industrial 4.0. La suspensión de Nord Stream 2 es parte de este enfoque absolutamente loco, y resulta ser algo más que útil para Berlín, y que no podrá mantener el punto por mucho tiempo... Antes de volver a mostrar su propia inconsistencia sobre el tema. En definitiva, veremos si llegados a este punto se puede abrir la llave del gas hacia Alemania o se demora y se ponen mil trabas más que retrasen sine die la entrada en funcionamiento de la infraestructura. Así que parece que levanta las sanciones los norteamericanos... sólo para cerrar la llave del gas.

Una de las principales obsesiones norteamericanas es que las tecnologías alemanas, entre las más sofisticadas del planeta, contribuyan al ascenso de su rival. Y esto es algo muy tangible, tanto como es el caso de los motores suministrados a la flota china como también "descubría" hace unos días DW. El único caso en el que uno de los proveedores ha manifestado que ha dejado de exportar es el de los propulsores para submarinos de la clase Song. Dado que estas tecnologías son de doble uso, tanto civil como militar, no están cubiertas por el embargo sobre la venta de armas a la República Popular, aprobado por la Unión Europea tras la represión de la Plaza de Tiananmen.

Aunque obviamente no fue intencional (nadie en Berlín quiere que Beijing se convierta en la hegemonía de los mares), es un ejemplo de cómo los impulsos comerciales no guiados pueden generar consecuencias no deseadas, otra de las cosas que Alemania no comprende (o hace ver que no comprende), al igual que tampoco quiere saber nada de planificación.

Recientemente, Washington ha comenzado a insistir en que los alemanes reduzcan los lazos económicos, en general, con el Lejano Oriente. También está comenzando a surgir un lobby anti-chino en Alemania, como lo demuestra el hecho de que la investigación fue realizada por dos medios alemanes, recogiendo voces críticas de la opinión pública. El lobby más poderoso sigue siendo el industrial: a pesar de cierto enfriamiento, sigue muy decidido a proteger las relaciones con la República Popular de China, un mercado necesario para colocar el excedente de producción interno, como venimos diciendo.

El próximo gobierno, exactamente como el que lo precedió, intentará tranquilizar a los estadounidenses con posturas más firmes contra China, pero tratando de renunciar a la menor cantidad de ingresos posible. Esto aumentará aún más la tensión entre Berlín y Washington, como es de prever desde hace tiempo y por múltiples variables, ya que podemos identificar con claridad como uno de los principales desafíos geopolíticos del próximo gobierno de Berlín el eludir las represalias estadounidenses resultantes de una exposición excesiva a China. Sobre todo, deberá minimizar la reducción de las exportaciones a la República Popular de China, y limitarlo en el caso de las tecnologías de vanguardia. Porque si afectara a los productos masivos, tendría que compensar en Europa lo que pierde en China. Y esto no presagia nada bueno para el mecanismo deflacionario en el que está enredado el continente. Tampoco sería bien recibido por Estados Unidos, que ya acusa a Berlín de provocar turbulencias económicas en su esfera de influencia. Este dilema de difícil resolución corre el riesgo de generar tensiones internas dentro de la propia Alemania.

Lo cierto es que Alemania no cuenta con absolutamente ninguna estrategia para China, ya que toda planificación estratégica alemana pende del hecho que genera la garantía efectiva de la disuasión de la OTAN contra Rusia, y más en el caso de que Estados Unidos y China iniciaran una conflagración, aunque en términos lo más desapasionados posibles tal escenario dejaría a ambos contendientes solos.

Ante la posibilidad totalmente desatendida, incluso hasta el grado de la fantasía por parte de Alemania, de que Trump o alguien del corte de Trump alcance la presidencia estadounidense en 2025 con lo que eso supondría para una coalición gobernante que presenta ciertas fallas en la claridad de la percepción del momento, algo compartido con el resto de fuerzas políticas a tenor de lo visto en los debates de esta última campaña electoral, la obsesión que se acerca a lo enfermizo con Afganistán y la retirada norteamericana (cuando se acordó hacía ya más de un año y Francia se retiró sin problemas en el mes de mayo de 2021), o en las posiciones del SPD sobre los drones armados, o bien la cristalización del momento en los análisis del DGAP, absolutamente surrealistas: confunden "a favor" con "en contra" por su interés en que se mantenga la administración Biden.

Según el DGAP Joe Biden cuenta con más apoyos a favor que en contra y cita como fuente la FiveThirtyEight, fuente de la imagen el Instagram oficial del DGAP.
La realidad es que es justamente al revés: es el 50.7% los que desaprueban a Joe Biden, y por consiguiente, es el 42.9% los que lo aprueban
Tendencia que continúa: el día 11 de noviembre era el 51.6% los que desaprobaban a Joe Biden y el 42.5% los que lo aprobaban. 

Si el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha ensalzado el acuerdo cerrado en la COP26 de Escocia como un punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático, es sobre todo para tratar de convencer a sus votantes que hace cosas, consigue logros y que su New Deal salvará a todo el mundo (de Estados Unidos porque del resto del mundo... tampoco Joe Biden se acuerda: otra forma de America First, igual que Alemania sigue en su Germany First). Votantes que, contrario al delirante enfoque del DGAP, son menos cada vez, además de lo que revela la votación conjunta de republicanos y demócratas que le obligó a destinar 25.000 millones de dólares más para el Pentágono y no para reforzar el plan social y de infraestructura (el establishment norteamericano), como también es cosa del establishment norteamericano la evidencia, cada vez más dolorosa y de ahí la caída en barrena de la aprobación de Biden entre quienes le votaron y que irá a más, de que el plan de infraestructuras está acabando en lo mismo que el dinero de Afganistán: ampliar el gasto y el flujo de dólares como sea, las contratas y subcontratistas de la gestión de fondos que generarán corrupción para pagar campañas de candidatos a diferentes puestos, el flujo de cierto dinero hacia Wall Street para que crezca y se multiplique, el recorte en calidades y ejecución de las obras y actuaciones programadas, la contratación de masas de trabajadores ilegales, que ya están en la frontera concentrados por el crimen organizado que también saca partido en esto, y que entrarán para reventar salarios y empeorar condiciones laborales y sociales para unos Estados Unidos que baten récords de muertos por el consumo de diferentes drogas año tras año; y, por último pero no por ello menos importante, la victoria del candidato republicano a gobernador de Virginia.

Bien, esto es todo para el fin de semana. El lunes seguiremos con El Trazo de Kalamos. Buen fin de semana.