Introducción

El presente artículo tiene como objetivo detallar las posibilidades de un aristócrata en el contexto de la monarquía hispánica y del menos conocido, imperio safaví. Para ello utilizaré el ejemplo de dos nobles que, aunque no fueron de los más trascendentes, si ocuparon un papel destacable al servicio de sus respectivos monarcas: Luis Pereira de Lacerda para la monarquía hispánica de los Habsburgo, y Pakize Imam Qoli Beg para la dinastía safaví de Irán. A finales del siglo XVI y comienzos del XVII, los súbditos privilegiados del rey Felipe III (1578-1621) y del sha Abbas (1571-1629) tenían serias dificultades para constituir poderes semiautónomos lejos de la Corte, por lo que prestar servicios al monarca era su mejor forma para progresar. Tanto Lacerda como Pakize, de la antigua aristocracia, fueron participes de los grandes proyectos de sus respectivos monarcas.

En primer lugar analizaré la visión que se tenía de un aristócrata en la sociedad, señalando entre otras cosas, que comportamientos le reportaban prestigio y como gestionaban sus disputas; en segundo lugar, detallaré como los miembros de la aristocracia se vincularon a la monarquía y que razones les impulsaron a ello; finalmente, veremos como fue el encuentro de estos dos modelos de nobleza en el contexto de un proyecto de cooperación inter imperial relativamente extraordinario.

Imagen A. Estandarte real de los Habsburgo hispánicos (https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_de_Austria#/media/Archivo:Estandarte_Real_de_Felipe_II.svg)
Imagen B. Bandera del imperio safaví

El contexto geopolítico

En el año 1602, Luis Pereira de Lacerda fue nombrado por el rey Felipe III de Castilla embajador ante el sha de Persia con un objetivo primordial, fomentar una alianza con este lejano imperio. Por entonces, Pakize Imam Qoli Beg, cortesano del sha Abbas safaví de Irán, se mostraba interesado en un hipotético acuerdo entre ambos reinos.

¿Pero qué razones llevaban a dos poderosos soberanos de confines tan lejanos a buscar una alianza? ¿Y qué papel jugaban Lacerda y Pakize, representantes de dos facciones nobiliarias concretas, a participar en estos encuentros interimperiales? ¿Ganaban algo como estamento o como individuo, o simplemente eran peones en las estrategias del soberano? A estas preguntas trataré de responder en el siguiente artículo.

Detrás de esta peculiar alianza se encontraba un tercer actor fundamental: el imperio otomano. Surgido en 1299 como uno más de los sultanatos turcos de la península de Anatolia, en 1453 conmocionaba a la Cristiandad al apoderarse de Constantinopla y convertirla en su nueva capital. Unas décadas después asustaba a Italia con la conquista de Otranto (1480); años más tarde el sultán Selim obtenía una gran victoria sobre el joven imperio safaví en Chaldiran (1514) y tres años después derrocaba a los mamelucos egipcios, dominando de ese modo buena parte del mediterráneo Oriental y Mesopotamia. Solimán, hijo de Selim, aplastó al rey húngaro en Mohács (1526) y sitió Viena tres años más tarde, e invadió el imperio safaví en repetidas ocasiones.

Tanto el imperio iranio como el de los habsburgo se vieron empeñados durante décadas en una lucha fratricida contra los otomanos; el primero por la posesión de la provincia norteña de Azerbaiyán y de Bagdad, el segundo por Hungría y las islas y fuertes del Mediterráneo. Dadas las circunstancias, el acuerdo entre el rey habsburgo de Castilla y el safaví se había convertido en una necesidad.

A comienzos del siglo XVII, la monarquía hispánica se hallaba presente en casi todos los continentes. Además de los virreinatos en América, se hallaban guarniciones reales en sitios tan dispares como las Filipinas y, tras la proclamación de Felipe II como rey de Portugal (1580), también los fuertes en África, en la India y en el Golfo Pérsico se hallaban bajo el paraguas de la Corte de Madrid. No era un legado fácil de defender, durante años Felipe II (1527-1598) había combatido contra Francia, Inglaterra y los rebeldes de la Provincias Unidas, si bien la bancarrota de 1596 le había obligado a buscar una tregua temporal con sus enemigos, materializándose poco antes de su muerte en la paz de Vervins con Francia (1598).1

Felipe III (1578-1621) heredó una hacienda ruinosa y un proceso negociador con unos enemigos (Inglaterra y los Países Bajos) igualmente agotados por el esfuerzo bélico, sin olvidar la potencial amenaza de una gran conflagración con el imperio otomano en el Mediterráneo.

Paralelamente, el imperio safaví vivía una de sus horas más bajas puesto que al subir al trono el sha Abbas (1571-1629) tras un golpe de estado contra su padre, Muhammad Hodabanda, se encontró rodeado de enemigos exteriores y con muy pocos aliados fiables, por lo que, firmó con el sultán otomano un tratado de paz en Estambul (1590) por el que le cedía la provincia de Azerbaiyán, incluyendo Tabriz, la antigua capital safaví. Mientras, en el este, sus enemigos uzbekos depredaban la rica provincia de Jorasány los mogoles de la India aprovechaban el caos general para arrebatarle la ciudad afgana de Kandahar.

La ejecución y cooptación de sus detractores, así como la victoria frente a los uzbekos en Rabat-i Pariyan (1598), le permitieron consolidar su posición y, desde su nueva Corte en la ciudad persa de Isfahán, preparase para reconquistar el patrimonio familiar. Los portugueses de Ormuz, una isla en el Golfo Pérsico frente a las costas del imperio iranio, se convirtieron en un intermediario ante el rey Felipe III, el socio ideal del sha en la lucha contra el otomano. Es en estas circunstancias cuando intervienen nuestros dos nobles modelo: Lacerda y Pakize. El primero, Luis Pereira de Lacerda, era hijo de Ruy Dias, un veterano portugués en la India.2 Igual que su padre, Lacerda hizo carrera en la India, ejerciendo como capitán de Goa entre 1587 y 1590, defendiendo con éxito el fuerte de Vasai (al norte de Bombay) del sultán indio de Ahmadnagar. Tras recibir en 1602 una delegación diplomática persa, el rey Felipe III (con el asesoramiento del Consejo de Estado y el de Portugal) eligió a Lacerda como embajador ante el sha Abbas. Debido a las complicaciones del viaje, Lacerdano no llegó a Irán hasta el otoño de 1604 así que, acompañado por fray Melchor de los Ángeles, un enérgico sacerdote que ya había conocido al sha y que le había acompañado en sus campañas militares con el objetivo de convertirlo al cristianismo, marcharon hacia el norte del imperio. Tras descubrir que el sha ya había iniciado la guerra contra los otomanos y que se encontraba batallando en Azerbaiyán, Lacerda hubo de esperarle en una antigua capital safaví, Qazvín.

Entonces, el general otomano Cigalazade, un jenízaro de origen genovés, en vísperas de reanudar las hostilidades en primavera, ofreció al sha la paz. Su propuesta fue debatida entre los magnates del imperio, tomando Allahverdi Han, la mano derecha del sha, la determinación de proseguir con la guerra. Pakize Imam Qoli Beg, un noble cortesano de la tribu Turcomana, fue de los más firmes partidarios de rechazar la propuesta de paz otomana, poniéndose de lado de Allahverdi Han. Este Pakize ya había demostrado en el pasado sus talentos diplomáticos: en 1596 había acompañado a los embajadores moscovitas de vuelta a su país;3 y en 1600 había viajado hasta Balkh (Asia Central) para reunirse con caudillos tribales uzbekos a fin de imponer a Ibrahim Han, un títere del sha Abbas, en el trono uzbeko de Bujará.4

Por estas razones y ante la inminente reunión con el embajador portugués y la reanudación de la guerra, el sha Abbas nombró a Pakize como su embajador ante el rey Felipe III: su misión principal era la de enumerar ante la Corte ibérica los éxitos militares iranios y el compromiso del sha con la alianza. Pakize conocería a Melchor de los Ángeles en la reconquistada ciudad de Tabriz en 1605, y poco después haría lo propio con Lacerda, en vísperas del encuentro de este con el sha.5¿Se reconocieron el uno al otro como nobles e iguales? ¿Hasta qué punto se sentían identificados con la voluntad de un rey que les mandaba a la otra punta del mundo en misión diplomática?

Imagen C. Los territorios Habsburgo tras la unión de Castilla con Portugal (https://es.wikipedia.org/wiki/Portugal_bajo_la_Casa_de_Austria#/media/Archivo:Philip_II's_realms_in_1598.png)
Imagen D. El imperio safaví bajo el sha Abbas I (https://en.wikipedia.org/wiki/Safavid_Iran#/media/File:Safavid_Iran.png)

La nobleza en la sociedad

Además de tener la confianza de su soberano, tanto Lacerda como Pakize debían tal responsabilidad a un factor: su estatus nobiliario. En ambos casos, pertenecer al estamento privilegiado dependía principalmente de que se hubiese nacido en la familia apropiada, si bien, la nobleza podía ser alcanzada de otros modos, y tampoco era esta un bloque homogéneo, con diferencias jerárquicas internas. Aunque compartían ciertos aspectos sociales, las noblezas ibéricas e iranias se diferenciaban en muchos puntos.

Desde el medievo que en la península ibérica, núcleo de los reinos de Felipe III, se habían popularizado metáforas del Estado como un cuerpo orgánico, en el que la nobleza tomaba el rol de los ojos mientras que el pueblo ejercía de piernas, jerarquizando así la sociedad y dando a cada estamento una función.6 Tal visión de la sociedad fue convenientemente sustentada con citas de autores grecolatinos e interpretaciones de la voluntad divina: Bernardino de Escalante (1537-1605) señalaba que para superar los pecados de los primeros padres y la introducción del mal en el mundo, fue necesario que ya en las primeras comunidades humanas los más valientes de la misma ejercieran la tarea de gobierno; Marco Antonio Camos (1544-1606) matizaría que a Dios le repugnaba la desigualdad, por ser esta un reflejo de las miserias humanas, pero que la había tolerado para “refrenar la malicia de los hombres y para conservar a cada uno en su justicia”. Entonces, la función del rey ungido por la gracia de Dios, al otorgar mercedes y honores entre esta nobleza, sería la de mantener la armonía social.7

A fin de mantener las distancias de tradiciones más populares, es conocida en toda la nobleza ibérica el desarrollo del concepto del “gusto” en referencia al vestir y al comer, el mecenazgo artístico les procuró expandir su visión de la sociedad; también refinaron el uso de la violencia hasta crear la fórmula del duelo y a través de la fundación de conventos, sepulcros e iglesias canalizaban la influencia que sobre la sociedad ejercía la Iglesia, como mediadora de Dios.8 Además de promover estas formas de vida privilegiada, era muy importante en la formación del joven noble el aprendizaje de la heráldica familiar y las genealogías, apelando a antepasados bíblicos y míticos que le dieran más lustre.9

         En el caso hispánico, la prohibición de la poligamiay la costumbre de que el primogénito lo heredara todo (aunque no fue exactamente así en todos lados) permitió la concentración del patrimonio en unas pocas manos y la extinción de clanes nobiliarios a lo largo de la Edad Moderna. El caso iranio fue muy distinto, tanto por razones religiosas (que permitían la poligamia) como por la interrelación de dos modelos de nobleza que dependían de un sustrato económico bien distinto: por un lado los gezelbash, de extracción seminómada y dominados mayoritariamente por tribus turcas;10 por el otro los llamados tayikos, de mayoría persa, sedentarios y con una mayor tradición en el terreno de la administración económica y espiritual. La llegada del sha Ismael (1487-1524), el primer soberano safaví, alteró necesariamente los estamentos nobiliarios pre-existentes pues, los clanes dirigentes gezelbash expulsaron o marginalizaron a aquellos que se mantuvieron leales a la anterior dinastía y, si bien la imposición del chiismo como religión oficial del Estado enfrentó al sha a muchos ulemas, buena parte de la clase dirigente tayika supo amoldarse al nuevo cuerpo doctrinario.11

Aunque los tayikos no perdieron su rol en la administración imperial, la historiografía safaví y las genealogías de la época los ponen en un segundo plano, prestando atención a las tribus importantes; y de estas, a unos clanes más que a otros.12 Por ejemplo, los Rumlu por estar vinculados a los safavies desde mucho antes de su ascensoal trono, o los Ustalyuy Shamlu, que fueron determinantes a la hora de conquistar el trono. Mientras que la nobleza ibérica trazaba su origen a unos antepasados míticos, la nobleza gezelbash dependía de referentes religiosos o políticos más cercanos en el tiempo;13 con la excepción de los descendientes del Profeta, que añadían a su nombre el término sayyid (que les daba un estatus religioso superior), así como sus vínculos con la familia safaví o con alguna otra dinastía prestigiosa como la timúrida.14

El clan principal de una tribu ejercía sobre el resto de clanes diseminados por el mundo un dominio simbólico desde el vatan (la tierra ancestral),15 pero a nivel práctico, determinados clanes habían medrado en la Corte y su posición era mucho mejor a la del principal. En general, y pese a ser tradicionalmente los guerreros del imperio, muchos gezelbash hubieron de aprender el persa por su valor cultural y para progresar en la Corte, hasta el punto que se servían de artistas persas para realzar el prestigio de su clan.16 A finales del siglo XVI la aristocracia gezelbash se distinguía del resto por el uso de un turbante adornado con 12 puntos (uno por cada Imam chiita),17 aunque se sabe que un siglo después de haberse asentado la dinastía safaví conservaban aún ciertas tradiciones de la estepa turca.18

El acceso al estamento nobiliario presentaba no pocas complicaciones en ambos casos, teniendo el nacimiento un peso indiscutible. En Castilla, la creencia extendida que las virtudes se heredaban puso el origen del individuo por encima de sus méritos ,dificultando el acceso a la clase privilegiada; pues si bien uno podía convertirse en noble mediante la intervención real, los tribunales e incluso los municipios, los llamados “estatutos de sangre” eran un factor que se sobreponía a los méritos y al dinero.19 Si bien a finales del siglo XVI se decía que no bastaba ser heredero de las virtudes de un noble, sino que había que activarlas en cada generación;20 el “deicidio” cometido por el pueblo judío había, en opinión de esos mismos contemporáneos, contaminado la sangre de estos, por lo que difícilmente se podía compatibilizar con lo que se espera de la nobleza (y lo mismo valdría para la población musulmana). Las Ordenes Militares (ej. De Santiago, Alcántara…etc.) habían sido el camino habitual de la baja nobleza para promocionarse socialmente, pero también quedaron subordinadas a los “estatutos de sangre”. Estos no tuvieron, por otro lado, el mismo uso en todos lados pues, en Vizcaya y Guipúzcoa, al ser sus nobles de casa solariega “inmemorial” quedaban exentos de los tribunales de sangre y podían dedicarse a actividades comerciales que en otros lares, como Andalucía, hubieran sido vistas con sospecha.21

Al igual que en la monarquía hispánica, nacer en el imperio iranio en el seno de una familia noble era importante para pertenecer a la elite,22 Sin embargo, durante el reinado del sha Abbas y en los anteriores se produjeron un buen número de alteraciones. Los gezelbash, por ejemplo, habían recibido del sha Ismael una serie de territorios que miembros de cada clan gestionarían: la Turcomana en Qom y Kashan, Shamlu en Jorasán, Zulqadar en Fars…etc.23. Los soberanos safavíes, temerosos ante la posibilidad que las comunidades tribales arraigaran en un territorio, fomentaron la emigración e incluso deportaron algunos clanes, consiguiendo por ejemplo que, en una zona como Ardebil y Tabriz que a mediados del siglo XVI apenas había turcos gezelbash, un siglo después fueran mayoritarios.24 No fue, por otro lado, la comunidad que más deportaciones padeció, pues en los años de las embajadas de Pakize y Lacerda, el sha Abbas estaba obligando a las comunidades armenias del río Aras a desplazarse a la capital del imperio, Isfahán.25

Otro de los modos por los que la intervención real irania propiciaba el acceso a la nobleza era mediante la promoción de antiguos esclavos de origen caucásico que, convertidos al Islam, terminaron compitiendo con (e incluso liderando) la nobleza tradicional tayika y gezelbash. Estos eran obtenidos de jóvenes mediante el saqueo de sus tierras o por los tributos que de manera regular les hacían llegar los reyes georgianos, siendo conocidos los varones como ghulam y las hembras como kaniz,teniendo ambos un papel fundamental en la historia safaví desde el sha Abbas.26

Uno de los problemas que hubieron de afrontar los soberanos de ambos imperios fue el recurso de la violencia por parte de sus nobles súbditos, nada sorprendente al tener presente la función social de estos y las amplias atribuciones de que disfrutaban gracias a la relativa debilidad del poder real. En el caso de la monarquía hispánica, si bien se había reforzado el papel del soberano en el siglo XVI, la sociedad seguía extremadamente armada y pretendían los agraviados resolver sus problemas sin recurrir a su autoridad.27 28 Los enfrentamientos entre nobles, fuera cual fuera su motivación, suponían siempre una preocupación para el monarca pues podían devenir en auténticas guerras privadas, especialmente en territorios periféricos de la península como Catalunya, donde las facciones nobiliarias llegaron a dividirse en dos bandos: los “nyerros” y los “cadells”.29 Estos conflictos, lejos de resolverse en unos años, podían alargarse varias generaciones, tal y como sucedía en el imperio safaví, donde existía una importante cultura de la vendetta.

Tras iniciarse una guerra privada, un noble podía matar con sus manos a cualquier familiar del clan enemigo que cayera en sus manos, por mucho tiempo que hubiese transcurrido.30 31 La misma familia safaví estaba implicada en esta espiral de venganzas, entre otras, con la antigua familia real de Shirvan, iniciada con la muerte del líder safaví Haydar (1488)32 y reactivada sucesivas veces, incluso después del triunfo en 1501 del sha Ismael sobre los de Shirvan. En el resto de familias, al carecer de la estabilidad que otorgaba a los safavíes la autoridad indisoluble de líder religioso, las consecuencias de la poligamia trajeron estragos aún mayores al enfrentarse unos clanes con otros por la posesión de las provincias cedidas por el sha. 33 34

El papel de la mujer fue, en ambos casos, subordinado al del patriarca familiar y por lo general limitado a un rol reproductivo, si bien de esta época destacan numerosas mujeres en el mundo de la política:35 en la monarquía hispánica la Princesa de Éboli (1540-92) e Isabel Clara Eugenia (1566-1633), hermana de Felipe III que gobernó los Países Bajos; en Irán, la propia madre del sha Abbas, conocida como Mahd-i Ulya, había controlado el imperio hasta su asesinato a manos de gezelbash descontentos (1579); el mismo reinado del sha Abbas podría no haber comenzado de haber tenido éxito la proclamación de su tía Pari Han Hanum (1577); y durante el reinado del sha es conocido el caso de Dalale Qezi, concubina de este, que disfrutaba del respeto de la Corte sin tener que acatar leyes como la de llevar el velo.36

Que una mujer de la nobleza ocupara un cargo formal era algo inaudito, si bien el hecho de funcionar estas sociedades mediante redes clientelares paralelas, ofreció a la mujer oportunidades de intervenir en la vida pública, a veces en ocasiones a través del mecenazgo y la financiación de obras piadosas.37 38 En la monarquía hispánica las mujeres podían heredar a título personal y, al contraer matrimonio, debían aportar una dote apropiada, garantizando el catolicismo la monogamia y la exclusión de los hijos nacidos fuera del matrimonio; en el caso iranio, por otro lado, el Corán autorizaba al hombre a contraer matrimonio con hasta cuatro esposas y aceptaba que los hijos nacidos de concubinas tuvieran los mismos derechos que los “oficiales”, sin embargo el clero chiita aceptaba el divorcio y contemplaba una indemnización a la mujer separada. Entre las esposas del noble iranio, la primera era la principal (hatún) y tenía una ventaja sobre las demás (begum), por lo que solía tener un rol político importante, siendo su captura uno de los objetivos en la guerra de clanes.39 Existen numerosos testimonios de tiempos del sha Ismael en los que las nobles gezelbash combatían junto a sus maridos, sin embargoen tiempos de Abbas estas se hallaban recluidas en los harenes, siendo este confinamiento la garantía de la legitimidad de los herederos del noble.40Aun así, las mujeres tenían un papel fundamental en ceremonias públicas como la de pedir matrimonio para su progenie (pues mientras el padre del novio mandaba un lugarteniente a dialogar con el padre de la novia, la madre acudía a hablar con la novia y su madre);41 por otro lado factores como bailar en público o conversar con un hombre de fuera de la familia, tan habituales en la península ibérica, granjeaban en la iraní una pésima reputación.42

Imagen E. Ejemplo de aristócrata de la monarquía hispánica.
Imagen F. Ejemplo de jinete gezelbash.

El noble al servicio del monarca

El gran logro del Estado moderno es conseguir que su Centro tenga poder de decisión sobre los asuntos que atañen a sus límites jurisdiccionales. La monarquía hispánica y el imperio safaví, aunque habían logrado un grado de centralización mayor que dinastías precedentes, estaban lejos de controlar firmemente el territorio que habían heredado, viéndose obligados a delegar responsabilidades, y es en ese punto, donde la nobleza pudo preservar su influencia.43 Por otro lado, el soberano no tenía el mismo tipo de poderes en todas partes,y estos siempre estaban sujetosa negociación con las autoridades locales: por ejemplo, Felipe III como rey de Nápoles era vasallo del Papa,aunque no así en Milán; el sha Abbas, como líder de un imperio y de una cofradía religiosa, no tenía un superior, pero su influencia era limitada entre los reyes georgianos y nula sobre los soberanos indios del Deccan, que con la lectura de su nombre en las mezquitas le rendían vasallaje.44 Los nobles, lejos de aprovechar en su favor la debilidad del brazo real, se enfrentaban entre ellos debido a las enormes diferencias existentes en el estamento.

Joseph Pérez distingue tres tipos de noble en la península ibérica: los Grandes, aquellos magnates que servían de cerca al rey y que administraban grandes extensiones; los caballeros, que podían venir de órdenes militares, ser señores de vasallos (con derecho a percibir tributos, rentas y derechos) y/o pertenecer a oligarquías municipales; y finalmente los hidalgos, tanto de origen como de privilegio.45 Lejos de la concepción medieval del caballero, el prototipo moderno se diferenciaba del hidalgo por su preeminencia económica, hasta el punto que lo único que tenían en común todos los nobles en la península era su exención de pagar impuestos.46 Cuando en 1538 el emperador Carlos (1500-1558) dejó de convocar en las Cortes de Castilla al Brazo Noble, disminuyó la influencia de estos, y cuando su hijo Felipe II fijó la Corte en Madrid (1561), acentuó la división entre la nobleza que tenía acceso al soberano y la que no.47 Sin embargo, estas medidas no frenaron la concesión de títulos de hidalguía hasta el punto que el sobrecargado número de privilegiados empezó a lastrar el sistema impositivo: en 1591 había en la Corona de Castilla más de 600.000 hidalgos (1/10 parte del total de la población), si bien no se repartía de modo equitativo por el territorio (debido en parte a los estatutos de sangre) habiendo en Asturias entre un 75-85% de hidalgos y en Extremadura solo un 3%. 48 49 La monarquía, consciente de la enorme influencia de la nobleza fuera de la Corte, recurría a la concesión de títulos nobiliarios para ganarse apoyos políticos en las Cortes y enfrentar a los nobles entre sí. 50 A cambio de un donativo de 1.100.000 libras barcelonesas, en las Cortes catalanas de 1599 Felipe III aupó a la nobleza y concedió títulos a 125 personas. 51 52 Si bien estas medidas garantizaron el proyecto político de la monarquía y socavaron el de los magnates y elites tradicionales, estos (que conservaban las rentas de sus tierras pero que habían perdido influencia política en las mismas frente a la hidalguía) obtuvieron trabajo en la
Corte mientras que la baja nobleza, en su mayoría residente en las ciudades, quedaron apartados de la administración del Estado.53

En el imperio safaví, la distinción entre la nobleza tradicional y estatal era mucho más evidente, concediéndose desde la Corte una serie de títulos que no podían ser heredados de padre a hijo. El objetivo del sha era el de crear divisiones en el seno de las tribus y clanes a fin de generar una red clientelar desde el Estado que pudiera imponerse. En la base de la pirámide nobiliaria estaban los agayan (señores), terratenientes exentos de impuestos pero obligados a aportar soldados a la llamada del sha, que podríamos comparar con los hidalgos.54 El apelativo beg, de origen centroasiático que era reconocido a hombres de alto estatus, era también común y no requería intervención estatal. A continuación, tanto los tayikos que pretendían un cargo en la administración como los gezelbash en el ejército, necesitaban un reconocimiento por parte de la Corte que se traducía en una ceremonia pública por la que concedían al afortunado el tambor y los estandartes, símbolo del permiso para reclutar tropas, tanto de la propia tribu como del territorio bajo su administración, más unos regalos del sha que podían ser piezas de ropa lujosa, caballos y armas55. El título de sultán ya denotaba un reconocimiento oficial, al que se le podía añadir un nuevo nombre público para el noble (por ejemplo a principios del siglo XVI Mohammed Sofrechi Ustalyu fue rebautizado como Chayan Sultán), el título de emir le era concedido a todo aquel que ejerciera de gobernador, y el más importante de han nos indicaba que el noble tenia por lo menos una ciudad bajo su mando.56

Cuando el sha Ismael construyó el imperio, hubo de negociar con dinastías locales y concederles una amplia autonomía a cambio de su vasallaje, así que dinastas como el de Lar (cerca del Golfo Pérsico) o el de Mazandarán (junto al mar Caspio) fueron hechos han y sus fuerzas militares “legalizadas” por el nuevo Estado, una independencia política que el sha Abbas combatiría una vez afirmado en el poder.57 Primero los gurchis (miembros de tribus que pasaban a servir directamente en la Casa del sha, uno de estos seria el propio Pakize) y luego los ghulam fueron las herramientas clave para disgregar las tribus más poderosas y establecer agentes fieles en los lugares clave de la administración y el ejército. 58

La monarquía hispánica también buscó nuevos canales para hacer valer su poder en los distintos virreinatos, uno de estos fue el de la creación de un sistema de consejos que pretendía imponerse sobre las relaciones personales directas y el sistemade redes clientelares.59 Por un lado, Consejos como el de Portugal tenían una gran capacidad de decisión sobre los asuntos lusos (de ahí que en las embajadas a Persia, territorio bajo “zona portuguesa” siempre fueran gente del agrado de este Consejo), mientras otros como el Consejo de Estado contaban con amplios poderes, aunque siempre por debajo del soberano. Otro modo de disimular la dependencia de la nobleza fuera del ámbito cortesano era fomentando instituciones regias dirigidas por legistas y burócratas, provocando así conflictos de competencias como el de la Real Cancillería con la familia Mendoza, que dirigía la Capitanía general de Granada, que tendría un efecto desastroso en la gestión de la rebelión morisca de las Alpujarras (1568-1571).60

Pero, tal y como he indicado anteriormente, la Corte y los oficios otorgados por esta atrajeron a un buen número de nobles, siendo los favoritos para promoverse el Consejo de Estado, las embajadas extraordinarias (como la del mismo Lacerda), los cargos palatinos, el mando de ejércitos y los virreinatos de Italia y las Indias.61 Por su parte, y fiel al pensamiento de la época, en 1595 Felipe II amplió el Consejo de Guerra con la intenciónde involucrar a la nobleza en el mismo, sin embargo, para 1600 solo el Conde de Fuentes y el duque de Nájera eran habituales a sus reuniones.62

En el imperio safaví no existíanada parecido a las Cortes, dependiendo la recaudación del rey de la negociación directa con gobernadores y magnates, si bien existía el Consejo Real, compuesto por los miembros de las 12 tribus gezelbash más importantes, cuya existencia garantizaba las buenas relaciones entre el sha y las tribus y que, en caso de estar el soberano incapacitado o ser menor de edad, asumían un gran poder de decisión.63 Ejerciendo funciones político-administrativas (aunque no militares) en nombre del sha se encontraba el vakil, un cargo que normalmente desempeñaba un tayiko y que era muy influyente debido a que tenía la potestad de regular las visitas al sha.64 En su momento existió un equivalente militar del vakil, el emir al umara (siempre en manos de un turco), pero dado el inmenso poder de que disfrutaba, en 1530 el sha Tahmasp (1514-1576) le privó del mando unificado, dando el poder militar de cada provincia a un begler begi (de los que llegó a haber diez).65 66

El ala administrativa y el ala militar quedaron asignadas por tradición a tayikos y turcos respectivamente, así como ciertos cargos cortesanos fueron asignados de manera hereditaria a un clan concreto;67sin embargo la imposición de los ghulam en la cúspide de la pirámide cortesana (cuando en 1595 el georgiano Allahverdi Han fue hecho begler begi de Fars, se convirtió en el segundo hombre más rico del imperio) movió a los turcos a promoverse en otros ámbitos e invadir las competencias de los tayikos.68

Vemos en el caso de Irán que el sha supo refrenar la ambición de la nobleza mediante sus fieles gurchis y ghulam, mientras que en el caso hispánico, parece que la alta nobleza acabó dirigiendo los destinos del imperio a través de la figura del valido, que en tiempos de Felipe III encarnó el duque de Lerma. Tal y como había hecho Allahverdi Han con el sha Abbas, Lerma acompañó a Felipe III desde antes de su nombramiento como rey en 1597, siendo premiado con una gran influencia personal y la mayoría de cargos de la Casa del Rey.69 Aunque el joven rey Felipe apartó a los consejeros que su padre había designado para él (Don Cristóbal de Moura fue enviado a un honroso exilio como virrey de Portugal y Don Juan Idiáquez fue destinado a la política exterior), Lerma no pudo emplear su influencia personal en el Consejo de Estado de lo que podemos entender que en vez de una reconquista del poder por parte de la alta nobleza, el rey conservaba (al igual que el sha) una autoridad absoluta y que solo unos pocos linajes de su confianza gestionaban el poder real. 70 71

¿Pero, al margen del reconocimiento al rey como soberano bendecido por Dios, qué llevaba a la nobleza a abandonar unos territorios donde eran los señores para ir a una Corte donde eran vasallos? Una respuesta válida para ibéricos e iranios es que, con la pacificación de ambos reinos y el alejamiento de los enemigos, la nobleza perdió la posibilidad de vivir del saqueo y de gestionar sin intromisión acuerdos comerciales importantes, dependiendo el acceso a la riqueza y el prestigio social a conseguir buenos puestos para el Estado mediante el favor del monarca. La guerra, uno de los conceptos más íntimamente relacionados con la nobleza, fue en la monarquía hispánica donde más se alteró con el dominio de la dinastía habsburgo, siendo la negativa de la mayoría de magnates a integrarse en el Consejo de Guerra tan solo la punta del iceberg.

A finales del siglo XVI, mantener un tercio de 5.000 soldados costaba aproximadamente 1.200.000 ducados, y si a esto se le añadía un más que probable asedio con artillería el precio se encarecía mucho más.72 Muy pocos eran los nobles que podían permitirse ejercer como generales ya que, la nobleza tradicional con amplias redes clientelares escaseaba de fondos y los nuevos nobles con dinero no tenían una base territorial a su servicio, pero esto no significaba que los ejércitos pertenecieran al rey. 73 En 1590 la monarquía hispánica era, con 200.000 soldados, la más militarizada de Europa74, unos soldados que mayoritariamente eran contratados como mercenarios a través de un capitán intermediario que recibía por ello una parte del tesoro, no siendo la nacionalidad y religión de los voluntarios un impedimento.75

En Irán el uso de mercenarios a gran escala nunca se generalizó tanto como en los estados europeos contemporáneos, si bien la presencia de 9.000 georgianos en las primeras campañas del sha Ismael nos indica que siempre hubo una cierta  dependencia hacia magnates semi-independientes.76Al repartirse el imperio con los nobles gezelbash, el sha encomendaba a estos la tarea de saber cuántos hombres tenían disponibles en las tribus y tierras bajo su mando y movilizara los soldados a pie y a caballo que correspondiera, de ahí que la lengua que se hablaba en el ejército safaví era el turco y no el persa.77 El hecho que sin la promesa de un botín el emir no tenía con que pagar a los reclutas da del ejército iranio un perfil más caótico que el de su coetáneo hispánico, sin embargo, en la batalla cada emir portaba sus propios estandartes y tambores e incluso distintivos personales, y las tribus solían formar siguiendo un orden preestablecido.78 79 80 Además de la caballería gezelbash, los ejércitos se componían de infantes tayikos (que en tiempos del sha Abbas empezarona destacar como mosqueteros y artilleros) y de ghulam, que se emplazaron en infantería y caballería; el ejército alcanzó en su momento de máximo apogeo (según Iskander Beg Munshi) la cifra de 80.000 soldados.81

Tanto en el caso ibérico como en el iranio se contemplaba la posibilidad que los nobles pudieran ser capturados en la guerra, siendo los rescates e intercambios de prisioneros gestionados por los mismos captores.82 Si los soldados habían resistido en un asedio hasta saber que no recibirían refuerzos del exterior se aceptaba la rendición ante el enemigo para salvar la vida, existiendo en el caso hispánico una cada vez más extendida solidaridad entre los nobles que podía llevar en ocasiones al realistamiento de soldados prisioneros. En el caso iranio, que un noble pasará a servir a otro soberano era aceptado siemprey cuando este no fuera un enemigo del sha;83 sobre todo en los caóticos primeros años del sha Abbas, muchos nobles del Jorasán, temerosos de los invasores uzbekos, acudieron a otros caudillos en busca de protección.84 Lo que ninguno de los soberanos toleraba era la traición, ejemplificada normalmente en la decapitación del sedicioso capturado y la exposición pública de su cabeza, que en el caso iranio, además se paseaba clavada en una lanza en los desfiles victoriosos.85 86

Los nobles ibéricos participaban de la guerra a título personal, asumiendo en general el rol que la sociedad esperaba de ellos, prefiriendo (aquellos que podían permitírselo) participar en la costosa vida de la Corte. Como la paz del rey impedía a los nobles saciar su avaricia saqueando las tierras del otro y el comercio era una actividad generalmente poco valorada, la nobleza pagaba los costes de su estancia en la Corte con las ganancias que daban sus propiedades agrarias; unas propiedades que quedaban garantizadas con el sistema del mayorazgo, que basándose en la idea de un valor inmutable de la tierra, protegía la propiedad del terreno y propiciaba el endeudamiento a largo plazo del noble. La Corona, en vez de castigar la mala gestión de las tierras, autorizaba la formación de nuevos mayorazgos y sostenía estas economías desfasadas con la idea de sustraer de los nobles unos fondos fijos que así no tendría que pedir en las Cortes (cosa que tenía siempre repercusiones políticas).87 Igual de pragmática que la monarquía era la nobleza que, por ejemplo, habiendo sido la valenciana protectora de sus moriscos durante décadas, en 1609 asumieron la expulsión de estos y la debacle de la economía del reino de Valencia pues así podían sanear sus economías particulares y apropiarse de las tierras de sus vasallos con el beneplácito real.88

En el imperio safaví la propiedad secular se dividía entre la de tipo khasseh (vinculada a la Corona) y mamalek (del Estado, que administraba un noble a cambio de apoyo militar), siendo antes del sha Abbas la mayoría de provincias del tipo mamalek. Concedidas a determinadas tribus gezelbash a cambio de apoyo político,mientras algunos clanes menores acudían a la Corte a servir como gurchis, otros gestionaron las provincias mamalek durante décadas. Además de la lealtad al soberano y un pequeño tributo, una de las pocas obligaciones de los emires locales era asegurar las carreteras y garantizar que ninguno de los comerciantes que hacía la ruta de las caravanas sufriera un percance.89 90 Otro de los negocios de los nobles era el de cobrar impuestos a los mercaderes de seda y, en el caso de las tribus turcomanas de Shirvan y el Karabaj, la exportación de caballos en unas cuotas fijas marcadas por la Corona.91 A lo largo del reinado de Abbas y de su nieto Safí (1611-1642) las provincias mamalek fueron desapareciendo en favor de las khasseh y la gestión de estas encargada a potentados tayikos o a fieles ghulam, arrebatando por ejemplo el control que tenían las tribus turcas sobre el comercio sedero para repartírselo con comerciantes armenios. No es casualidad que la construcción de inmensos palacios en la capital Isfahán coincidiera con la apropiación real de estas provincias.92

Imagen G. Retrato de Felipe III.
Imagen H. Retrato del sha Abbas I.

Consecuencias de las embajadas

Volviendo al tema de las embajadas de Luis Pereira de Lacerda y Pakize Imam Qoli Beg podemos apreciar que la situación política que el Consejo de Estado había analizado en 1602 antes de enviar a su embajador era muy distinta tres años después. El sha Abbas había iniciado por su cuenta la guerra contra el imperio otomano y había permitido que su general Allahverdi Han se apoderara de Bahréin, creando así un conflicto con el virreinato portugués de Goa. La llegada de Lacerda a la Corte del sha fue, además, poco vistosa, y el soberano se sintió poco valorado por su hipotético aliado al ver el regalo que le hacía Felipe III.93 La posición de Abbas había mejorado mucho desde la victoria de Sufiyán (1605) frente al general jenízaro Cigalazade, teniendo vía libre para lanzarse sobre Bagdad y el Cáucaso, con lo que las posibilidades de conseguir la devolución de Bahréin a la capitanía portuguesa de Ormuz se habían reducido mucho.

El propósito de la embajada de Pakize era el de portar una carta oficial del sha para Felipe III en la que recitaba sus últimas victorias e insistía en la necesidad de proyectar un ataque coordinado sobre el imperio otomano: los habsburgo atacarían las fortalezas del mediterráneo oriental y las fuerzas terrestres del sha invadirían Anatolia y Siria. La entrega del mensaje se demoró más tiempo de lo deseado pues Pakize no tomó a tiempo el barco a Portugal en diciembre de 1606 con lo que hubo de esperar con Lacerda en Goa a la espera de un tiempo más propicio. Alcanzó Lisboa en octubre de 1607, donde el tema de su manutención y los honores que se le debían dar provocaron un conflicto de competencias entre el Consejo de Portugal y el virrey, que acabaron remitiendo el caso al duque de Lerma. El valido instó a Felipe III a responder al sha con una carta privada en la que agradecía al sha el daño que hacia al sultán otomano y el hecho que permitiera a órdenes religiosas instalarse en su imperio, no insistía en el tema de la devolución de Bahréin (por temor a que tratara de apropiarse también de Ormuz) y exageraba los daños que le había hecho la armada habsburgo a los otomanos.94

Mientras el sha presionaba al rey para que se enfrentara abiertamente a los otomanos para tener el iranio una mejor posición negociadora frente al sultán, el rey aseguraba al sha su interés por este proyecto a fin que el sha no la emprendiera con la capitanía de Ormuz, un objetivo mucho más asequible que Estambul. Es posible que si el monarca habsburgo hubiera podido rehacer sus finanzas, gracias a la paz con sus enemigos europeos, hubiese estado en disposición de ayudar al sha en la lucha con el sultán; sin embargo, al poco de firmar una tregua con las Provincias Unidas (1609) se embarcaban los ejércitos hispánicos en una nueva guerra por el ducado alemán de Jülich-Cleves, siendo la muerte del rey francés Enrique IV (1610) lo único que evitó una conflagración general en el continente.95

La estrategia de apaciguamiento de Felipe III acabó truncándose con el comienzo de la Guerra de los 30 años (1618-1648) y la firma del tratado de Serav (1618) entre el sha Abbas y el sultán otomano, pues el iranio se vio libre para ajustar cuentas con aquellos que ocupaban tierras que tradicionalmente pertenecían al imperio persa. La conquista de Ormuz (1622) a los portugueses sentenció cualquier tipo de entendimiento entre el sha Abbas y el monarca hispánico, entonces Felipe IV (1605-1665). En cuanto a aquellos que participaron en las embajadas, no vieron mejorar su posición en la Corte en los años sucesivos: tras una embajada sin pena ni gloria en la Corte del sha, Lacerda volvió ante el rey con buenas recomendaciones por parte del sha y de Pakize, sin embargo, los pocos logros de la embajada dieron al monarca la impresión que Lacerda no había hecho un buen trabajo, quedando ante la Corte como un fracasado.96Su nombre no volvió a sonar en el virreinato de Goa, donde había hecho carrera, y las siguientes misiones diplomáticas al imperio safaví las llevaron a cabo otros. En cuanto a Pakize,apenas hubo recibido la carta de respuesta del rey Felipe que fue embarcado de vuelta a su tierra en agosto de 1608. Fue un viaje accidentado, en las costas de Malindi (África Oriental) unos caballeros portugueses le robaron sus pertenencias, siendo este agravio denunciado ante el Consejo de Estado que prometió compensar al iranio (aunque no se sabe si lo cumplieron).97Al igual que Lacerda, el nombre de Pakize no figuró en las siguientes embajadas a Europa, sin embargo podía considerarse afortunado, el fracaso en 1613 de su colega Danguis Beg supuso la mutilación de este y la exposición de su cuerpo durante dos días para escarnio público.98

Imagen I. Embajada safaví a Venecia (1603).

Conclusiones

Tras analizar los puntos de inflexión de la carrera política de Pakize y Lacerda en el contexto socio-político de finales del siglo XVI y principios del XVII, podemos enumerar las siguientes reflexiones:

1. En la sociedad ibérica, y a pesar que la aristocracia ya no tenía una capacidad coercitiva comparable a la de la monarquía, se buscó que siguiera teniendo un papel clave en el ordenamiento social (sancionándose su existencia con argumentos religiosos). En la periferia del sistema cortesano, las guerras privadas siguieron regulando a las familias nobles, pero en la mayor parte del territorio, el mecenazgo contribuyó a seguir poniendo a las mismas en el centro del cuadro social.

En Irán, por su parte, la aristocracia gezelbash pudo ocupar los escalafones más altos de la sociedad debido a sus recursos militares y vinculación religiosa con el soberano; sin embargo, el fortalecimiento de la monarquía con el sha Abbas debilitó las aspiraciones gezelbash que, ahora, debía competir con el personal privado del soberano (ghulam) y con la oligarquía tayika. El mecenazgo también sirvió como herramienta de promoción social pero, en este caso, las continuas guerras privadas (incluso en los mismos clanes) siguieron regulando la primacía de unos nobles sobre otros.

2. Por lo que respecta al servicio de la nobleza a la monarquía, vemos un simultáneo proceso de debilitamiento de la autoridad aristocrática junto con un deseo del soberano a integrarlos en instituciones políticas centralizadas. En la Península Ibérica esto se consiguió diluyendo el poder de las Cortes con el aumento del número de hidalgos, la creación de Consejos que buscaban adaptarse a las peculiaridades políticas de cada territorio, al progresivo endeudamiento de los mayorazgos aristocráticos y al establecimiento de un poderoso ejército solo sostenible bajo un sólido sistema tributario.

Por lo que respecta al imperio safaví, el proceso de sumisión de la aristocracia gezelbash fue mucho más raudo y estuvo condicionado por políticas de expropiación. Inicialmente, el reclutamiento de gurchis de entre esta nobleza sirvió para asegurar la obediencia de las provincias mamalek (así, el sha se aseguraba que regiones como Kerman, asignada al clan Afshar, fueran dadas a un leal); progresivamente se formaron más provincias khasseh, directamente gestionadas por los agentes del sha (habitualmente ghulam de origen esclavo). Además, la consolidación de un ejército más moderno (con artillería) debilitó fundamentalmente la capacidad coercitiva de los gezelbash.

3. Tanto el duque de Lerma como Allahverdi Han habían estado vinculados a los futuros soberanos desde su periodo como príncipes, por lo que aunaban sus vínculos personales con su propia concepción de aristocracia de servicio a la monarquía.

Luis Pereira de Lacerda, que había hecho toda su carrera en el virreinato de Goa y por lo tanto se esperaba que conociera bien las necesidades de los súbditos lusos en esa parte del mundo y fuera del agrado del Consejo de Portugal, casaba bien con los designios del duque de Lerma.

Lo mismo podría decirse de Pakize Imam Qoli Beg con respecto a Allahverdi Han pues se adaptó a la estrategia diplomática de la mano derecha del sha, que sirviéndose de su presunto filo cristianismo, se esperaba fuera mejor considerado en la Corte del rey católico.

Reconocidos en sus embajadas como miembros de un estamento privilegiado y como agentes de un soberano amigo, los intereses de Pakize y Lacerda se identificaron bien con los de la monarquía y con el de otros lobbies dentro del gobierno.

La oportunidad de representar a su soberano en una embajada extraordinaria era una excelente ocasión para promoverse en la Corte, sin embargo, la desinformación de los servicios de inteligencia mutuos (en el caso de Felipe  III el valor de los regalos regios en la cultura irania; y en el del sha Abbas ignorar lo profundamente dividida que se hallaba la Cristiandad) supusieron el fiasco del tan añorado proyecto.

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Notas del artículo

1 ALLEN,Paul C., “Felipe III y la pax hispánica, 1598-1621” Madrid, Alianza Editorial, 2001, p.35.

2 Goa, ciudad en el oeste de la India, era la capital del virreinato portugués en el subcontinente y en el Golfo Pérsico (incluyendo Ormuz). En 1510 el almirante portugués Alfonso de Albuquerque se había apoderado de un buen número de enclaves en el Océano Indico con la intención de controlar el tráfico comercial y el comercio de las especias. (FERNÁNDEZ, Luis Gil, “El imperio luso-español y la Persia safaví. Tomo I (1582-1605)”, Madrid, Fundación universitaria española, 2006, p.26).

3 BEG MUNSHI, Eskander (trad. SAVORY, Roger) “History of Shah Abbas the Great (Vol. II)” Colorado,Westview Press, 1930, p.681.

4 Ídem, pp. 788-789.

6 CARRASCO MARTÍNEZ, Adolfo,“Sangre, honor y privilegio. La nobleza española bajo los Austrias”, Barcelona, Editorial Ariel, S.A., 2000, p.15.

7 Ídem, p.19.

8 Ídem, 78.

9 Todas las familias presentaban un antepasado heroico que sirviera a sus descendientes como ejemplo en la nobleza castellana destacan el Gran Capitán para los Fernández de Córdoba y el Tercer Duque de Alba para losToledo (Ídem, 75).

10 Destacan ocho clanes principales: Ustalyu, Shamlu, Zulqadar, Turcomana, Takkalu, Rumlu, Kayar y Afshar(FLOOR, Willem, “Safavid Government Institutions” Costa Mesa, Mazda Publishers Inc., 2001, p.129).

11 TURNER, Colin, “Islam without Allah? The Rise of Religious Externalism in Safavid Iran”, Nova York, Routledge, 2014, p.74.

12 REID, James J., “Studies in Safavid Mind, Society and Culture”, Costa Mesa, Mazda Publishers, 2000, p.26.

13 El origen de estas agrupaciones tribales a menudo no esta claro: se sabe que los Ustalyu procederían de Sivas (centro de Anatolia), Rumlu y Takkalu (de Teke) también de la península anatolia, Shamlu de Shams (Siria) y Kayar del Karabaj (Ídem, p.132).

14 Los Ustalyu eran muy respetados por haber estado al servicio de un príncipe timúrida, siendo por ello distinguidos en Irán con el terminochagatai. En Asia Central,donde casi toda la noblezaestaba relacionada con la descendencia de Timur Lang (1336-1405) el mismo término podía tener un significado bien distinto (ANOOSHAHR, Ali, “Mughals, Mongols , and Mongrels: The Challenge of Aristocracy and the Rise of the Mughal State inthe Tarikh-I Rashidi” Journalof Early ModernHistory 18, 2014, p.571).

15 La pérdida del vatan frente al enemigo constituía una gran afrenta, de ahí que a menudo, en una guerra, se tomaran represalias sobre este territorio (REID, “Studies in Safavid Mind, Society and Culture”, p.150).

16 El georgiano Allahverdi Han patrocinó al erudito Siyaqi Nizam y a su libro en persa, el Futuhat-iHumayuni, con la voluntad de ensalzar al sha y a si mismo por la victoria de 1598 frente a los uzbekos (QUINN, Sholeh A., “Historical Writing During The Reign of Shah Abbas. Ideology, Imitation and Legitimacy in Safavid Chronicles” Salt Lake City, The University of Utah Press, 2000, p.48). Otros como Ali Quli Han Shamlu, que había sido el protector de un joven Abbas, fueron conocidos como mecenas de importantes artistas (NEWMAN, Andrew J., “Safavid Iran. Rebirth of a Persian Empire” Londres,I.B.Tauris, 2006, p.48)

17 REID, “Studies in Safavid Mind, Society and Culture”, p.136

18 Es llamativo que antes de la ejecución de Yaqub Zulqadar (1590) algunos gezelbash de la Corte se comieran su lengua y bebieran su sangre (QUINN, “Historical Writing During The Reign of Shah Abbas. Ideology, Imitation and Legitimacy in Safavid Chronicles”, p.121)

19 CARRASCO MARTÍNEZ, “Sangre, honor y privilegio”, p.31.

20 Ídem, p.26.

21 Ídem, p.35.

22 Sin embargo, en determinadas tribus estaba aceptada la idea de la adopción de un forastero(ej. Afshar y Rumlu) (REID, “Studies in Safavid Mind, Society and Culture”, p.161).

23 FLOOR, “Safavid Government Institutions” pp. 103-104.

24FLOOR, Willem, “The Economy of Safavid Persia”Wiesbaden, Reichert, 2000, p.13.

25 SAVORY, Roger,“Iran under the Safavids”, Cambridge, Cambridge University Press, 1980, p.174.

26 FLOOR, “SafavidGovernment Institutions”, p.168.

27 RUIZ IBÁÑEZ, J.J.; VINCENT, B., “Los siglos XVI-XVII: Política y sociedad” Madrid, Editorial Sintesis, 2007, pp.98-101

28 Los duelos siguieron vigentes a pesar de las condenas morales y las censuras de los teólogos, y una razón la encontramos en órdenes militares como las de Santiago y Alcántara, que a mediados del XVI establecieron que alguien que no hubiera satisfecho adecuadamente un desafío no era digno de llevar sus hábitos (IGLESIAS, Carmen(dir.) “Nobleza y sociedad (Vol.I)” Oviedo, Ed.Nobel, 1999,p.240)

29 REGLÀ, Joan, “Historia de Catalunya, biografies catalanes (Vol IX). Els virreisde Catalunya” Barcelona, Edicions VicensVives S.A., 1991, p.20

30 REID, “Studies in Safavid Mind, Society and Culture”, p.288

31 Un ejemplo de esto fue la petición en 1592 de los rebeldes talish de rendirse sólo ante el sha Abbas, por miedo a que el general Qaramanlu al mando del asedio aprovechara las circunstancias para masacrarlos debido a una guerra intertribal vigente (BEG MUNSHI, Eskander (trad. SAVORY, Roger) “History of Shah Abbas the Great (Vol. II)” Colorado, Westview Press, 1930, p.616)

32 SAVORY, “Iran under the Safavids”, p.18

33 REID, “Studies in Safavid Mind, Society and Culture”, p.119

34 A menudo el sha se mantenía al margen de la guerra interna, y reconocía al vencedor de la misma como legitimo gobernador. Ese fue por ejemplo el caso de los combates Afshar en Kuh Giluya (1591) (BEG MUNSHI, “History of Shah Abbas the Great (Vol. II)”, p.608).

35 A las mujeres europeas no se les reconocía una identidad como trabajadoras, sino en relación a su condición familiar. Tan solo en la situación excepcional de la viuda y la priora de un convento se les reconocía el rol de mediadoras de su comunidad frente al Estado (CALVI, Guilia (dir.), “La mujer barroca” Gran Canaria, Alianza Editorial, 1995, pp.14-16).

36 JAHANDIDEH, Mitra; KHAEFI, Shahab, “Women’s Status during the Safavid Period”,Universidad de Teheran, 2011, p.140.

37 Uno de los modos con lo que las mujeres ibéricas pudieron intervenir en política al margen de sus parientes masculinos fue sacando partido de sueños proféticos y visiones espirituales, teniendo algunas de ellas (la mayoría monjas) un gran éxito entre los magnates del reino (CALVI (dir.), “La mujer barroca”, p.44).

38 Por ejemplo, Tamar Amilajori, concubina de Abbas y hermana del líder de la nobleza georgiana pro- safaví, siguiendo el precepto islámico de la limosna, favoreció la construcción de la única carretera pavimentada del imperio con una donación de 30.000 tumanes (FLOOR, Willem; HERZIG, Edmund (dir.), “Iran and the World in the Safavid” Nova York, I.B. Tauris, 2012, p.483).

39REID, “Studies in Safavid Mind, Society and Culture”,  p.137.

40 De ahí que la captura del harén por parte del enemigo oscurecíala reputación de un clan (ANOOSHAHR, “Mughals, Mongols , and Mongrels”, p. 566)

41 REID, “Studies in Safavid Mind, Society and Culture”, p.122.

42 Ídem, p.328.

43Cuatro meses era el tiempo mínimo que un navío podía desde Portugal alcanzar Ormuz, en el Golfo Pérsico,por lo que era inviablehacer un buen seguimiento de lo que acontecía desde la Corte (FERNÁNDEZ, “El imperio luso-español y la Persia safaví. Tomo I”, pp.59-60.

44FLOOR; HERZIG (dir.),“Iran and the World in the Safavid”, p.111.

45 IGLESIAS (dir.) “Nobleza y sociedad (Vol.I)”, p.54-55.

46CARRASCO MARTÍNEZ, “Sangre,honor y privilegio”, p.29.

47IGLESIAS (dir.)“Nobleza y sociedad(Vol.I)”, p.120.

48Ídem, p.56.

49 Más extraordinario es el caso de la hidalguía guipuzcoana, al ser esta de solar conocido (Esteban de Garibay afirmaba en 1571 que los vascos descendían del patriarca Tubal, nieto de Noé). Felipe II en 1562 y Felipe III en 1608 les reconocieron la hidalguía universal (Ídem, p.68).

50 En Galicia, por ejemplo, bajo jurisdicción real vivía el 10,7% de la población, mientras un 48,9% lo hacía en señorial secular (Ídem), p.34.

51 REGLÀ, “Historia de Catalunya, biografies catalanes (Vol IX)”, p.102.

52 Ídem, p.7.

53 En Catalunya, para 700 familias ennoblecidas sólo había 20 cargos políticos a su disposición, siendo en su mayoría copados por los linajes Requesens, Cardona y Montacada (más próximos a la Corte que a las Cortesregionales) (Ídem, p.9).

54 FLOOR, “SafavidGovernment Institutions” p.106.

55 Ídem, p.91.

56 Fuentes venecianas hablan de entre 50 y 70 han bajo la autoridad del sha (Ídem, p.99).

57 Ídem, p.82.

58 Una de las peculiaridades de la dinastía safaví era que esta no se consideraba a sí misma como tribu, por lo que necesitaba un sequito leal y que extrajo al principio de los gezelbash,pero que luego extendió a tayikos y ghulam. Mejor educados que sus coetáneostribales, los gurchisde la Corte pudieron desempeñarse en todo tipo de tareas para el Estado (REID, “Studies in Safavid Mind, Society and Culture”, p.185).

59 MARTÍNEZ MILLÁN, J; VISCEGLIA, M.A. “La monarquíade Felipe III: la Casa del Rey (Vol. I)” Madrid, Fundación Mapfre, 2008, p.129.

60CARRASCO MARTÍNEZ, “Sangre,honor y privilegio”, p.62.

61 Ídem, p.61.

62 ALLEN, “Felipe III y la pax hispánica”, p.326.

63FLOOR, “Safavid Government Institutions”, p.29.

64 No era un cargo exclusivode los safavíes, existía tambiénen el imperio mogol y su existencia se había extendido entre emires y gobernadores provinciales (Ídem, p.6).

65 Ídem, p.17.

66 El francés Chardin (1643-1713) comparaal begler begi con el marqués europeo (Ídem,p.171).

67 Por ejemplo el mohrdar (guardián del sello real)fue desde 1532 un Zulqadar (Ídem, p.70).

68 El servicio del historiador IskanderBeg Munshi en la cancillería real es un ejemplo de gezelbash reorientando su carrera (Ídem, p.40).

69 ALLEN, “FelipeIII y la pax hispánica”, p.30.

70 Muestra de ello es que solo asistiera a 22 de las 739 reuniones del Consejo entre 1598 y 1618 (PARKER, Geoffrey, “Europa en crisis, 1598-1648”, Madrid, Siglo XXI editores S.A., 1986, pp.177- 178).

71 IGLESIAS (dir.) “Nobleza y sociedad (Vol.I)”, p.237.

72 TALLET, Frank, “War and Society in Early-Modern Europe, 1495-1715” Londres, Routledge, 1992, p.170.

73 PARKER, “European crisis, 1598-1648”, p.69.

74 La siguiente era la francesa con 80.000 (Ídem, p.78).

75 El noble genovés Ambrosio Spínola (1569-1630) fue uno de los más destacados generales de la época que se arruinó luchando por la monarquía hispánica; entre los estamentos más bajos del ejército también se daban situaciones curiosas: en 1613 se supo que en la Caballería ligera española de Flandes más de la mitad de los mercenarios eran valones que, al servir en esta, esperaban cobrar lo mismo que los súbditos ibéricos (TALLET, “War and Society in Early-Modern Europe, 1495-1715”, p.89).

76 FLOOR, “Safavid Government Institutions”, p.131.

77 Ídem, pp.236, 241.

78 Ídem, pp.263-264.

79 Los gezelbash llevaban plumas de grúa en el casco, además de pieles de tigre, león o pantera como el resto de oficiales; y soldados de regiones como Gilan (mar Caspio)portaban ropas negras (Ídem, pp.216-217).

80 Takkalu, Afshar y Kayar en el flanco derecho,Shamlu, Zulqadar y Ustalyu en el izquierdo(ABRAHAMS, Simin, “A Historiographical Study and Annotated Translation of Volume 2 of the Afzal al-Tavarikh by Fazli Khuzanial-Isfahani (P.H.D.)” Universidad de Edimburgo, 1999, pp. 84-85).

81 FLOOR, “SafavidGovernment Institutions”, p.135.

82 TALLET, “War and Society in Early-Modern Europe, 1495-1715” p.130.

83 Por ejemplo en 1543 almenos 21 nobles iranios acompañaron al emperador Humayun(1508-1556) en la reconquista del trono indio (ZIAUDDIN, Muhammad, “Role of Persians at the Mughal Court: A historical study, during1526 A.D. to 1707 A.D. (P.H.D.)”, Universidad de Baluchistan, 2005,p.69).

84 BEG MUNSHI, “History of Shah Abbas the Great (Vol. II)”, p.585.

85 FLOOR, “Safavid Government Institutions”, p.278.

86 Si bien parece que si el culpable era tayiko, tenía mayores posibilidades de salvar la vida mediante el pago deuna cuantiosa multa (BEG MUNSHI, “History of Shah Abbas the Great (Vol. II)”, p.555).

87 CARRASCO MARTÍNEZ,“Sangre, honor y privilegio”, pp.43-45.

88 Ídem, p.49.

89 Cuando un viajero era atracado, el emir estabaobligado a restituirle las perdidas (FLOOR,“The Economy of Safavid Persia”,p.32).

5 FERNÁNDEZ, “El imperio luso-español y la Persia safaví. Tomo I”, pp.288,291.

90La acusación de robo de caravanas a Ibrahim de Lar en 1602 trajo la ruina a su dinastía (FERNÁNDEZ, “El imperio luso-español y la Persia safaví.Tomo I”, p.37).

91 Hay que tener en cuenta la enorme importancia militarde los caballos (FLOOR, “The Economy of Safavid Persia”,p.168).

92 VVAA, “Slaves of the Shah. New Elites of Safavid Iran” Londres, I.B. Tauris, 2004, p.15.

93 En la cultura cortesana de Oriente Medio, el hecho que un embajador se presentara con una escolta de solo ocho hombres y un regalo de 6000 ducados daba a entender que consideraban al receptor de la embajada como un soberano menor (FERNÁNDEZ, “El imperio luso-español y la Persia safaví. Tomo I “, pp.288, 295).

94FERNÁNDEZ, Luis Gil, “El imperio luso-español y la Persia safaví. Tomo II (1606-1622)”, Madrid,Fundación universitaria española, 2006, pp.171-173.

95 ALLEN, “Felipe III y la pax hispánica”, p.318.

96FERNÁNDEZ, “El imperio luso-español y la Persia safaví. Tomo I”, p.295.

97 FERNÁNDEZ, “El imperio luso-español y la Persia safaví. Tomo II”, p. 173.

98 Ídem, p.217.