Es evidente que la iniciativa pública ha de ser el eje rector y el principal impulsor que ha de determinar el mercado de productos y servicios para la dimensión espacial, pero se ha observado cierta tendencia general hacia un aumento en la financiación de iniciativas privadas, que resulta imposible negarles ser fuente de la que surgen ideas, innovación y aplicaciones para el espacio. De hecho, desde su mismo inicio el sector privado ha querido tener un papel destacado en todo lo que es I+D+i en la exploración y posibles usos del espacio.

Cuando en 1958 se creó la NASA se viene dedicando por parte de la agencia pública un 80% aproximadamente de su presupuesto cada año a ayudar en la financiación de empresas privadas del sector en aspectos como el I+D+i, construcción, lanzamiento y manejo, por ejemplo, de naves espaciales.

Así, se ha introducido un nuevo término que refleja un cambio en la evolución en la contratación con la finalidad de potenciar al gobierno en la adquisición de servicios que provienen del sector privado, además de crear una cooperación público-privada. Se trata de “NewSpace”. No debemos olvidar que la estructura económica de la actividad espacial está especialmente dinamizada por el sector público, que creó el mercado gracias a los programas espaciales especificados en los presupuestos, además del impulso en I+D+i también desde el sector público, y ha creado un personal capacitado y experimentado en y desde el sector público.

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El sector privado espacial se ha distinguido por unas iniciativas orientadas hacia el desarrollo de nuevos lanzadores, y la construcción y lanzamiento de satélites en la órbita terrestre baja. Los satélites de menor tamaño resultan en costes más reducidos en cuanto a la construcción y lanzamiento que sus homólogos de más tamaño, ya que resultan menos pesados y más sencillos. A medida que se aplique la computación cuántica a la fabricación de satélites y se pueda reducir su tamaño será posible la llegada de satélites pequeños y con un abaratamiento en los costes, que no sólo igualarán las capacidades de los grandes satélites actuales, incluso la mejorarían. Puede consultarse un resumen del State of the Satellite Industry Report en el siguiente enlace; y, en cuanto al correspondiente al último hasta el momento, fechado el 8 de mayo de 2019 se puede, además, consultar este enlace.

Un ejemplo de ello sería el CCDev o Commercial Crew Development (Desarrollo de Tripulación Comercial). Se trata de un programa de desarrollo de tecnología espacial cuya financiación depende del gobierno norteamericano y se administra por parte de la NASA. La finalidad es el desarrollo de vehículos operados desde el sector privado que han de ser lanzados para alcanzar la órbita baja terrestre. La responsabilidad del proyecto depende del Equipo Comercial de la NASA y del Programa Oficial de Carga (C3PO). El lector interesado podrá hallar información valiosa en la web y en el siguiente enlace. Dentro de ese contexto se han financiado los siguientes programas: el CCDev1 (2010-2011), el CCDev2 (2011-2012)[1], el CCiCap (2012-2014)[2]; el CPC1(2013-2014); y, el CCtCap (2014 hasta el momento actual). Han concurrido, como fabricantes de naves espaciales: Boeing (en todos ellos); SpaceX (a partir del CCDev2 hasta el CCtCap); Sierra Nevada Corporation (desde el CCDev1 hasta el CPC1); y, Blue Origin (CCDev1 y CCDev2). Como fabricantes de vehículos y equipos de lanzamiento han concurrido: United Laund Alliance y Paragon Space Development Corporation (en ambos casos en CCDev1). En cuanto al lanzamiento de satélites en la órbita baja podemos señalar el proyecto de SpaceX llamado Starlink, en el que se han lanzado 6 vuelos, siendo el primero de prueba con dos satélites llamados Tintin A y Tintin B, lanzados por el Falcon 9 Full Thrust, o Falcon-9 v1.2.; los cinco restantes se lanzaron desde la Estación de la Fuerza Aérea de Cabo Cañaveral en grupos de 60 satélites por lanzamiento usándose un F9 B5, o bien, Falcon-9 v1.2b5.

El primer lanzamiento se hizo el 22 de febrero de 2018 desde la Vandenberg Air Force Base (condado de Santa Barbara, California). Tintin A (MicroSat-2a) y Tintin B (MicroSat-2b) como carga secundaria del satélite español PAZ, fabricado por hisdeSAT y pensado para las necesidades y requisitos operativos de las Fuerzas Armadas de España en cuanto a observación a tiempo completo a muy alta resolución.

Pero lo cierto es que SpaceX no ha sido el único que ha lanzado constelaciones de satélites. Por ejemplo, la compañía OneWeb está implementando la llamada constelación de satélites OneWeb, controlada por Reino Unido e India, antes llamada WorldVu. La compañía tiene sede en Londres (Reino Unido), y oficinas en California, Florida, Virginia, Dubái y Singapur. Se trata de una constelación que parte de inicio con 650 satélites de pequeño tamaño, fabricados por OneWeb Satellites, una empresa conjunta entre Airbus y OneWeb, cuya finalidad es dar servicios de banda ancha de Internet por satélite a nivel global a partir de 2021.

Los seis primeros satélites de los 648 planificados, a razón de 600 activos más 48 de repuestos en órbita, se pusieron en la órbita terrestre baja[15] el 27 de febrero de 2019 desde el Centro Espacial de Guayana en la Guayana Francesa, usando el cohete ruso Soyuz-2 ST-B Fregat-M, y el primer lote de 34 satélites se lanzó el 6 de febrero de 2020,

Aunque también se ha usado el Soyuz-2 ST-B Fregat-M, también está previsto que se use el Ariane-62. Y quizás el New Glenn, o bien el LauncherOne (L1). Además del Centro Espacial de Guayana en la Guayana Francesa, también está previsto usarse como lugares de lanzamiento Baikonur (Tyuratam, NIIP-5, GIK-5), Tyuratam, Kazajstán; y, Vostochni, en el Óblast de Amurskaya, Federación Rusa. El lector interesado puede seguir los lanzamientos en el siguiente enlace. La constelación, que se fabrica en Florida, cuando se complete operará a unos 1.200 kilómetros de altitud y transmitirá y recibirá en la banda Ku del espectro de radiofrecuencia (de los 12 a los 18 GHz) [3] y [4].

Pero, además Samsung [5], Telesat [6] o Panasonic [7] también siguen sus propios planes para lanzamientos de satélites.

Retomando las iniciativas privadas financiadas por el sector público-privado dentro del programa CCDEv de la NASA tenemos la CST-100 Starliner y la Dragon 2 de SpaceX. Esta última es la segunda versión de la nave de carga SpaceX Dragon. Está concebida como vehículo espacial orientado hacia el transporte de pasajeros y con capacidad para hacer aterrizajes suaves, además de ser reutilizable.

SpaceX presenta la nave en dos modelos diferenciados: la Crew Dragon está concebida como cápsula para transportar hasta siete humanos. A diferencia de la Dragon, la Crew Dragon cuenta con nuevos ordenadores de vuelo y aviónica, cambio en la línea de diseño exterior, ventanas de mayor tamaño y paneles solares que se han diseñado para optimizarlos. Tiene, además, un sistema de escape de lanzamiento que está integrado en un conjunto de cuatro unidades de propulsión que se han montado en los laterales, contando con dos motores del tipo SuperDraco cada una de ellas, dando un total de ocho motores. SuperDraco es un propulsor hipergólico, motor de cohete líquido que es diseño y fabricación de SpaceX. Utilizan un propulsor no criogénico y almacenable, cosa que permite dispararlos meses después de cargarlos. Su motor es capaz de generar hasta 73.000 newtons de empuje. La composición de su propergol en el motor es metilhidrazina o monometilhidrazina (MMH), usado en motores de cohete bripropelentes; y, tetraóxido de dinitrógeno u óxido de nitrógeno (NTO, en sus siglas en inglés). Presenta un ciclo de tanque presurizado y una capacidad de 1.388 kg (3,060 lbs) [8] [9] [10] [11]. Se ha diseñado para poder suministrar a la tripulación de la Estación Espacial Internacional dentro del contexto del programa ya mencionado del Programa de Tripulación Comercial, que ganó el concurso junto a la ya mencionada propuesta de Boeing, la CST-100 Starliner.

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El diseño de la nave, muy similar a la Orion que construye Lockheed Martin para la NASA, es fruto de la colaboración entre Boeing y Bigelow Aerospace. Está pensada para transportar una tripulación de hasta siete personas a la Estados Espacial Internacional, y también a cuantas estaciones espaciales privadas surjan en órbita baja terrestre, y que algunas se piensan en que se añadan a la propia Estación Espacial Internacional. Caso de AXIOM SPACE. Otro dato de interés, la NASA también está financiando propuestas de estaciones espaciales privadas. Sobre sus motivos y cómo lo está haciendo, se puede comprobar siguiendo el siguiente enlace.

La CST-100 Starliner es compatibles con varios lanzadores, como el Atlas V, el Delta IV y el Falcon 9. La primera prueba se hizo el 4 de noviembre de 2019. El 20 de diciembre de 2019 se ejecutaba la misión Boe-OFT. A mediados de este 2020 el primer vuelo tripulado dentro de la misión Boe-CFT. El primer vuelo operacional dentro de la misión Boeing Starliner-1 se desarrollará a finales de este 2020. Para más detalles sobre la tripulación y el programa controlado por la NASA llamado Commercial Crew Program, seguir el siguiente enlace.

Pero también se ha anunciado por parte de SpaceX que la nave se utilizará para turismo espacial [12] [13].

La Cargo Dragon, actualización de la Dragon original, proveerá carga a la Estación Espacial Internacional dentro del programa Servicios de reabastecimiento Comercial-2 (Commercial Resupply Services-2, CRS-2). El lector interesado puede consultar el siguiente enlace de interés, para seguir no sólo estos lanzamientos vinculados a los dos modelos Dragon de SpaceX, también otros.

Es fácil concluir que el camino abierto por Estados Unidos en cuanto al entramado público-privado en la dimensión espacial no sólo irá en aumento, también se extenderá por otros aliados o competidores. Imitar los esfuerzos hechos desde la administración pública norteamericana es el camino a seguir, tal y como ha sucedido con mercados como el de la telefonía móvil y las prestaciones de los terminales de los llamados teléfonos inteligentes, donde, por ejemplo, Apple se ha beneficiado de ello. La conclusión es que el sector público debe liderar, formar, dirigir y coordinar, y orientar la financiación para diversificar con inteligencia y con un fin común al sector privado aeroespacial.

Anteriormente, el sector privado de la industria espacial, el ya mencionado NewSpace se mostraba crítico ante la NASA, a la que criticaban por su burocracia, lentitud y, ante todo, dificultad para conseguir tratar con la agencia. Lo que realmente sucedía era que la mayor parte del gasto de la NASA iba para dos empresas, las gigantescas Boeing y Lockheed Martin. El punto de cesura en el cambio de mentalidad de la NASA fue cuando se centró en el desarrollo tecnológico para crear condiciones de apoyo que lleguen a posibilitar la exploración espacial. Se trataba de desarrollar los ya mencionados módulos de aterrizaje automático para misiones robóticas a nuestro satélite y más allá, como Marte y asteroides, además de crear módulos inflables que se pudieran conectar a la Estación Espacial Internacional. En este punto se encontraron con la ventana de oportunidad abierta para otro gigante que estaba desplazado de dicha competencia que monopolizaban Boeing y Lockheed Martin: Northrop Grumman y su Lunar Lander Challenge, que promovió la fusión de Masten Space Systems y XCOR Aerospace dentro de la pléyade de empresas NewSpace, concentradas en Mojave, California. Precisamente, otro de los beneficiarios fue SpaceX y su desarrollo del cohete Falcon 9, que logró captar una parte de los 6 mil millones de dólares que la NASA invirtió para desarrollar sistemas comerciales para el transporte de astronautas hacia y desde la órbita terrestre baja.

La senda abierta por el gobierno de Estados Unidos de realizar esfuerzos con la finalidad de amparar e incentivar al sector privado para que pueda superar barreras económicas, y también en cuanto a la regulación, sin descuidar el asegurar el acceso en las mejores condiciones a financiación público-privada. Al respecto es preciso señalar aquí la ley que elaboró el Congreso de Estados Unidos, Ley de Competitividad para el Lanzamiento del Espacio Comercial, Ley Pública 114-90, de 25 de noviembre de 2015,

“An act to facilitate a pro-growth environment for the developing commercial space industry by encouraging private sector investment and creating more stable and predictable regulatory conditions, and for other purposes.” La puede consultar en el siguiente enlace.

El propósito principal de dicha Ley Pública es el asegurar para las empresas estadounidenses que las inversiones que realicen y que comporten un riesgo con la finalidad de desarrollar tecnología y garantice el acceso a recursos en cuerpos celestes, sean estos planetas o asteroides. Dicha ley era disruptiva con la legislación internacional, porque los tratados internacionales fijaban en los Estados y no en las empresas, el sitio donde recae la responsabilidad de la inmensa mayoría de actividades que podría desarrollar el sector privado. Es decir que, de acuerdo con dichos tratados, las actividades desarrolladas en el espacio que correspondan a una iniciativa privada han de ser supervisadas por un gobierno. A este respecto, “Treaty on Principles Governing the Activities of States in the Exploration and Use of Outer Space, Including the Moon and other Celestial Bodies, done at London, Moscow and Washington January 27, 1967, 610 UNTS 205; TIAS 6347; 18 UST 2410; UKTS 1968 No. 10; Cmnd. 3198; ATS 1967 No. 24; 6 ILM 386 (1967)”, firmado por Estados Unidos, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Un Tratado de carácter multilateral, recogido en la Organización de Naciones Unidas, y que puede consultar aquí.

Las empresas han de conseguir la autorización de sus respectivos gobiernos para poder lanzar y operar vehículos en el espacio, cosa que exigirá el cumplimiento de una serie de elevados estándares de seguridad, responsabilidad financiera, además de cuantas otras consideraciones de carácter legal, tanto nacional como internacional, se exijan. Esto implica para los Estados la supervisión continua de actividades espaciales del sector privado y la responsabilidad que se pudiera derivar si un objeto espacial causase daños a personas o propiedades de otro país, o incluso responsabilidad por accidentes en el espacio.

Algunos países consideran que estos términos podrían ser una violación del Artículo II del Tratado del Espacio de 27 de enero de 1967, que excluye la apropiación de cuerpos celestes:

Article II- Outer space, including the moon and other celestial bodies, is not subject to national appropriation by claim of sovereignty, by means of use or occupation, or by any others means.

Al respecto, la literalidad de la Ley Pública 114-90, de 25 de noviembre de 2015, establece que Estados Unidos no hace una declaración de soberanía nacional sobre ningún cuerpo celeste:

SEC. 403. DISCLAIMER OF EXTRATERRITORIAL SOVEREIGNTY.

It is the sense of Congress that by the enactment of this Act, the

United States does not thereby assert sovereignty or sovereign or

exclusive rights or jurisdiction over, or the ownership of, any

celestial body.

Tal y como establece una consolidada en el tiempo práctica entre las naciones que han desarrollado su carrera espacial, las rocas de nuestro satélite traídas a la Tierra, tanto por Estados Unidos como por la URSS se consideraron propiedad de dichos países, de la misma forma en que se han considerado las muestras del asteroide (25143) Itokawa de la misión japonesa Hayabusa.

Un asteroide Apolo, es decir que tiene un semieje mayor que el de la Tierra, 1 ua (o unidad astronómica, unidad de longitud que equivale a 149.597.870.700 metros, que es la distancia media entre la Tierra y el Sol, aproximadamente, como se puede comprobar en el siguiente documento de la International Astronomical Union del 31 de agosto de 2012: “RESOLUTION B2 on the re-definition of the astronomical unit of length”: http://www.iau.org/static/resolutions/IAU2012_English.pdf).

Además, el perihelio de dichos asteroides tiene que ser menos que el afelio de la Tierra, es decir 1,017 ua. Son uno de los tres grupos de asteroides más cercanos a la Tierra, junto a los asteroides Atón, con un semieje mayor inferior a 1 ua, y los asteroides Amor, cuyo perihelio es mayor que el afelio terrestre e inferior a 1,3 ua. En concreto este fue descubierto en 1998 por el telescopio LINEAR, que se encarga de hacer seguimiento y localizar los asteroides cercanos a nuestro planeta. Su composición es tipo S (composición rocosa, moderadamente brillantes, con albedos de 0,10 a 0,22, conformados sobre todo por silicatos de hierro y magnesio, con espectros que presentan una pendiente moderada en longitudes de onda menores a 0,7 µm y una moderada absorción entre 1 µm y 2 µm). La imagen del asteroide (25143) Itokawa fue recogida por el radar operado por el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA del Observatorio Goldstone, Goldstone Deep Space Communications Complex (GDSCC) en el desierto de Mojave (California, Estados Unidos). Tiene un periodo de rotación de 12,5 horas y una forma ligeramente alargada.

はやぶさ o “Halcón peregrino”. Misión no tripulada desarrollada por la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial, lanzada el 9 de mayo de 2003. El 20 de noviembre de 2005 se posó sobre el asteroide por 30 minutos, para repetir el 25 de noviembre un segundo descenso para tomar muestras del suelo del asteroide. La sonda Galileo y NEAR Shoemaker habían visitado cometas con anterioridad, pero la misión Hayabusa fue la primera en traer a la Tierra una muestra de un asteroide el 13 de junio de 2010.

Se han ido dando más oportunidades para el sector privado en el campo espacial, caso del Premio X Lunar de Google que ha incentivado la competencia entre compañías privadas para colocar un rover en la Luna.

Google Lunar X PRIZE, o simplemente Moon 2.0. Se trata de una competición organizada por la Fundación X Prize, organización sin fines de lucro que se encarga de diseñar y gestionar concursos públicos con la finalidad de fomentar el desarrollo tecnológico que pudiera suponer un beneficio para la humanidad. Fundada por Peter Diamandis y Robert K. Weiss, y bajo la presidencia del primero, tiene sede en Playa Vista, Los Ángeles, California. La idea era adaptar el Premio Orteig instaurado por el hotelero francés afincado en Nueva York, Raymond Orteig, que ofreció un premio de 25.000 dólares para quien hiciera el primer vuelo sin escalas entre Nueva York y París en 1919, dentro de la mentalidad de “hitos” de los años veinte del pasado siglo (VER la web).

Se trataba de hacer llegar una sonda espacial a la Luna, lograr un alunizaje y que funcione un pequeño rover por lo menos 500 metros y que transmita a la Tierra imágenes o vídeos de alta definición. Esto estaba dotado de 20 millones de dólares. Con 5 millones de dólares se dotaría al segundo en alcanzar el mismo objetivo. Con otros 5 millones adicionales como bonus por objetivos extra, tales como recorrer más de 5.000 metros con el rover, transmitir imágenes de objetos dejados por el ser humano en nuestro satélite en misiones pasados, detector hielo en algún cráter de la superficie o poder sobrevivir una noche lunar, que dura dos semanas terrestres, con mínimas de -233 ° C, y media nocturna de -153 ° C. Google apoyó la competición hasta que el 23 de enero de 2018 se anunció que no habría ganador tras una prórroga extendida hasta el 31 de marzo de 2018, porque los participantes no se hallaban en condiciones de lograrlo, momento en que Google retiró su apoyo y la Fundación X Prize suspendió la competición hasta que el 5 de abril de 2018 la reactivó, pero sin premio financiero, al no haber hallado patrocinador.

El 11 de abril de 2019 la fundación concedió un premio de 1 millones de dólares para apoyar una segunda misión a SpaceIL, de Israel, después que la Beresheet (בְּרֵאשִׁית, “Génesis”), se estrellara sobre la superficie lunar cuando intentaba alcanzar el Mare Serenitatis. Es interesante subrayar que la Beresheet es una acción público-privada donde intervinieron la SpaceIL, organización sin fines de lucro bajo el liderazgo de su principal financiero, Morris Kahn; la Israel Aerospace Industries; y, la Agencia Espacial Israelí, con un monto total de unos 100 millones de dólares. También es necesario hacer notar el carácter geopolítico y propagandístico de dicha misión público-privada, pues la nave llevaba una cápsula del tiempo que contenía una copia completa de la Wikipedia en inglés; el disco Wereable Rosetta de la Long Now Foundation, un disco de níquel de 7,5 cm de diámetro donde se han grabado imágenes microscópicas de textos; la base de datos PanLex; la Torá o primeros cinco libros de la Biblia (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio); dibujos para niños; un libro infantil que hablaba del lanzamiento espacial; memorias de un superviviente del Holocausto; הַתִּקְוָה “Hatikvá” (“La Esperanza”), el himno nacional de Israel; una bandera israelí; y, una copia de la Declaración de Independencia de Israel, de 14 de mayo de 1948. El aspecto científico incluía un magnetómetro para medir el campo magnético local del Instituto Weizmann de Ciencia de Israel, y una matriz de retrorreflector láser dotada por el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA para hacer mediciones precisas de la distancia entre la Tierra y su satélite. Para octubre de 2021 se espera el lanzamiento del proyecto japonés Hakuto, que empezó siendo un proyecto neerlandés, para posteriormente ser japonés y acabar dando a lugar a una compañía privada japonesa de desarrollo de tecnologías de naves robóticas espaciales llanada ispace Inc., fundada el 10 de septiembre de 2010 en Tokio, donde están los cuarteles generales de la compañía, y cuenta con oficinas tanto en Estados Unidos como en Luxemburgo, que cuenta con una legislación similar a la norteamericana en el continente europeo en cuanto a la iniciativa privada espacial. Está especializada en robots de aterrizaje y rovers lunares. Para marzo de 2023 esperan lanzar una misión llamada Hakuto-R Mission 2, que ha de repetir la gesta.

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Hakuto-R Mission

Pero también la NASA ha incentivado diferentes proyectos de lanzadores, bajo los llamados Acuerdos de la Ley Espacial, bajo el Título 51, Programas espaciales nacionales y comerciales, § 20113; Pub. L. No. 111–314, 124 Stat. 3328 (18 de diciembre de 2010), que pueden consultar aquí. Caso de la iniciativa público-privada con fondos del gobierno y sector privado que han supuesto el lanzador SpaceX Falcon, financiado en parte por la NASA para reabastecer de combustible la Estación Espacial Internacional, y del que ya he hablado; y, el lanzador Antares, de la compañía Orbital Sciences, donde también financió la NASA con 171 millones de dólares, y Orbital Sciences puso 150 millones divididos en 130 millones para reforzar el proyecto y 20 millones destinados a la nave espacial. NASA también le adjudicó en 2008 un contrato de servicio de reabastecimiento por valor de 1,9 mil millones de dólares a cambio de 8 vuelos. Los costos de desarrollo se estimaron en 472 millones de dólares.

Se han hecho, también, propuestas para misiones de mantenimiento de satélites en órbita (por ejemplo, Orbital ATK, hoy día adquirida por Northrop Grumman, el cuarto mayor contratista de defensa militar de Estados Unidos y primero constructor de buques de guerra, propietaria también de uno de los dos astilleros de submarinos nucleares de Estados Unidos, Newport News Shipbuilding. Su fracaso en el acceso a los fondos de la NASA a través de la nave espacial Orion, que logró Lockheed Martin, se restituye a través de la compra de Orbital ATK [14] [15]. Pero también la eliminación de escombros espaciales y extracción de recursos espaciales (por ejemplo, Planetary Resources Inc., Deep Space Industries).

Para el sector privado, aún no ha llegado el momento...

Quizás llegue el día en que el sector privado en el espacio se convierta en una iniciativa común a la hora de hacer negocios, pero todo apunta a que aún tardaremos bastante en verlo. No hay que olvidar que el sector privado en la dimensión espacial ya ha experimentado varias olas que parecían prometedoras y han acabado fracasando, por diferentes motivos. Hagamos un breve repaso:

1/ La investigación y el desarrollo del transbordador Challenger, destruido en el accidente de 1986. El accidente del transbordador espacial Challenger del 28 de enero de 1986, que cumplía la misión STS-51-L, el vuelo número 25 del programa del transbordador espacial, donde por primera vez un civil iba a bordo, dentro del programa anunciado un par de años antes por el presidente Ronald Reagan, Teacher in Space Project (TSIP): se trataba de S. Christa McAuliffe, que fue seleccionada en la promoción de 1985, era profesora en el Concord High School, de Concord (New Hampshire) donde ejercía como docente desde 1983 en Estudios Sociales. El lanzamiento, que se hizo desde la plataforma 39 del Kennedy Space Center, en Florida, acabó con la muerte de los siete tripulantes a los 73 segundos tras el despegue, cuando un fallo estructural en el sellado de un anillo-O en el cohete sólido (SRB) derecho del Challenger hizo que el transbordador se desintegró en pleno vuelo;

2/ La explosión de la burbuja de internet a principios de la década de 2000, que estaba enfocada en el aspecto de las telecomunicaciones y la banda ancha en la órbita baja terrestre.

3/ El turismo espacial, que dio origen hace ya más de diez años todavía no ha presentado ningún logro digno de destacarse.

4/ La minería de asteroides, al que dedicaré un artículo a propósito. Es interesante detenerse en este aspecto, porque había cierto interés en hacerlo parecer atractivo e inevitable, por lo que me voy a detener a analizarlo. En 2012 existían se crearon dos empresas que contaban con inversores mediáticos y con miembros destacados en el sector espacial. Hoy en día, ambas se han extinguido. La primera de ellas se llamó Planetary Resources, una start-up fundada por Chris Lewicki y Peter Diamandis, que pretendió hacer minería en asteroides para conseguir metales, minerales, agua y otros productos de valor. A este dúo se sumó un tercer socio, Eric Anderson.

Chris Lewicki contaba con la experiencia de haber sido un activo en algunas destacadas misiones de la NASA, caso de los rovers Spirit y Opportunity, tal y como se puede leer en el perfil de Planetary Resources de su presidente y CEO, y también en el perfil que le dedica Bloomberg.

Precisamente, Peter Diamandis está relacionado con la anterior ola que fracasó, o que por lo menos aún no ha dado resultados tangibles y reales: el turismo espacial. Además, de estar relacionado con la X Prize Foundation, ya mencionada en este artículo, de la que es fundador y presidente. Además, es presidente ejecutivo y cofundador de la Singularity University, un centro que no tiene estudios reglados, más bien ofrece programas educativos ejecutivos, se presenta también como incubadora de empresas y ofrece un servicio de consultoría de innovación. Cofundador y antiguo CEO de Zero Gravity Corporation, cofundador y vicepresidente de Space Advertures Ltd., fundador y presidente de la Rocket Racing League, cofundador de la International Space University, fundador de la Students for the Exploration and Development of Space, y vicepresidente y cofundador de la Human Longevity, Inc., una empresa que pretende construir la mayor y más completa base de datos del mundo sobre genotipos y fenotipos humanos para, posteriormente, someterla a un aprendizaje automático con la finalidad de que ayude a desarrollar nuevas formas de combatir las enfermedades que vienen asociadas al envejecimiento, tiene lazos con las farmacéuticas Celgene y AstraZeneca. A sus clientes preferentes la compañía Human Longevity Inc. Les ofrece un servicio, al que llama “Health Nucleus”, que consiste en pruebas médicas, la secuenciación completa del genoma y todo tipo de pruebas para detectar indicios tempranos de cáncer, enfermedades cardíacas o Alzhéimer.

En febrero de 2018 Diamandis presentó una nueva compañía, Celularity, enfocada en la biotecnología que se encarga de producir células y tejidos alogénicos que provienen de la placenta posparto, y que se propone ayudar a curar el cáncer. Entre otras cosas, es autor de un libro, que conoció un destacado éxito: Abundance: The Future Is Better Than You Think (2012). El libro se centra en el potencial que tiene la tecnología exponencial y otras tres fuerzas de los mercados emergentes para lograr elevar de una manera significativa, a su juicio, el nivel de vida global en los siguientes 25 años. Un par de años más tarde la Clinton Global Iniciative, del presidente Bill Clinton recomendó la obra, que se mantuvo nueve semanas como número 2 en la lista de Best Seller de The New York Times, además de ser número 1 en Amazon y Barnes and Noble. Junto a Steven Kotler, Diamandis escribió otro superventas en la lista del New York Times, Bold: How to Go Big, Create Wealth, and Impact the World (2015). Este libro se centra en la faceta de dotar de análisis y formación a empresarios que quieran entrar en el sector de las tecnologías exponenciales, el crowdsourcing y el llamado moon-shot thinking, la idea de apuntar lo más alto posible, porque, aunque no se alcance, se habrá llegado más lejos que con una meta lejana más “realista”.

En cuanto a Eric C. Anderson, ingeniero aeroespacial y cofundador de Space Adventures Ltd., junto a Peter Diamandis. Space Adventures Ltd. es la primera comercial de vuelos espaciales. Como mencionaba antes, tan sólo se han hecho ocho misiones para personas con una economía muy saneada y para viajar a la Estación Espacial Internacional desde el año 2001. Precisamente, no se puede calificar de “éxito”. En la web de Planetary Resources hay una breve noticia biográfica de Eric C. Anderson, que pueden consultar aquí.

Para 2016 Planetary Resources contaba con casi 46 millones de euros como capital, de los que unos 19 millones de euros habían sido proporcionados por Eric Schmidt (Google) y alguien muy vinculado al mundo de Hollywood y autor de exitosas películas del mundo del mañana con varias referencias de la ciencia-ficción norteamericana, James Cameron. Por ejemplo, Terminator recoge referencias a dos episodios de la serie de los años 60 The Outer Limits, emitida entre 1963 y 1965 en la ABC, en concreto los episodios “Soldier” y “Demon with a Glass Hand”, ambos episodios escritos por Harlan Ellison, escritor de historias cortas, novelas y guionista para series como la mencionada The Outer Limits, , la serie original de Star Trek (The City on the Edge of Forever), o consultor creativo en la reedición de los años 80 del pasado siglo XX de la serie The Twilight Zone, mismo cargo que ocupó en Babylon 5. A su vez, la también taquillera Avatar guarda un extraordinario parecido con el relato “Call Me Joe” de Poul Anderson.

Al poco tiempo, el 22 de enero de 2013, aparecía la competencia: DSI, Deep Space Industries, que superó por poco los tres millones de euros en su recaudación inicial, pero que pudo completar con contratos públicos. Para la primavera de 2017, Planetary Resources contaba con un laboratorio en un almacén en Redmond (Estados Unidos), decorado con varios artículos de la NASA y con unas viejas máquinas de pinball, para dar "ambiente". Los ingenieros trabajaban con pequeños satélites cúbicos tras gruesos muros de vidrio, trazando planes para lanzar exploradores. Luxemburgo le dio una subvención multimillonaria , fruto de su estrategia para crear el principal polo de la minería espacial en Europa, y cuya finalidad era para que Planetary Resources abriese una oficina en Europa. Japón, Escocia y los Emiratos Árabes Unidos anunciaron sus propias leyes o inversiones para la minería de asteroides, en una carrera a la desesperada, más propia de lograr una concesión de tierra en el Medio Oeste Americano en el siglo XIX.

Pero el verano de 2018 Planetary Resources no pudo recaudar el dinero con el que contaba. Los principales miembros de su plantilla, incluido el encargado de la política de la empresa, Peter Marquez, ya no estaban en la empresa. Márquez, quien ahora trabaja para Andart Global, una asesoría en Washington explica que:

Todos estábamos frustrados por las perspectivas de ingresos, y el modelo de negocio no estaba funcionando como esperábamos (...) Se hizo más énfasis en la religión del espacio que en el negocio del espacio. Se trata de un momento religioso en el que las personas pensaban que, si creían lo suficiente, sucedería. Pero los pragmáticos aseguraban que la base de clientes para la minería de asteroides en los próximos 12 a 15 años no era suficiente.

El mismo 2018 surgieron rumores de que Planetary Resources estaba subastando su maquinaria, cosa que efectivamente fue así, al ser por ConsenSys, una compañía de software cadena de bloques (blockchain) que desarrolla plataformas descentralizadas para firmar documentos, vender electricidad y administrar transacciones de inmuebles, entre otras cosas.

DSI, a su vez, fue adquirida por una compañía aeronáutica llamada Bradford Space. Pero estas adquisiciones no llevaron a las mencionadas empresas a ningún lado. Simplemente y en términos reales, desaparecieron, ya no existen,

5/ Actualmente estamos presenciando otra ola, vinculada a proyectos de actividades en órbita. Si es probable que se desarrolle esta última ola, también podría estancarse.

Algunas conclusiones y consideraciones

No está claro si la demanda de los consumidores y las empresas de productos y servicios espaciales experimentará un desarrollo real y si las nuevas aplicaciones espaciales tendrán mercados lo suficientemente grandes como para suplantar a los competidores terrestres a precios competitivos. Esto no está claro, ya que todavía no hay innovaciones nuevas o radicales que requieran las ventajas específicas de estar en el espacio. E incluso estos estarán expuestos a una mayor competencia de otras innovaciones terrestres y nuevas plataformas de gran altitud.

La demanda de lanzadores surge del uso del espacio. La demanda del gobierno no aumentará mucho, y el sector privado solo necesitará más lanzadores si aumenta el uso del espacio, y particularmente si esto incluye aplicaciones que requieren transporte de regreso frecuente al espacio. en la Tierra.

Las empresas comerciales necesitan un proceso de autorización estable, predecible y rápido. En la mayoría de los países, todavía hay problemas fundamentales de seguridad nacional para todo tipo de actividades espaciales que a menudo ralentizan los procesos de regulación y autorización. Además, los tratados espaciales internacionales no fueron diseñados con intereses comerciales en mente.

Finalmente, el sector privado no reemplazará a las agencias nacionales. Contrariamente a lo que algunas personas puedan pensar y al alboroto de los medios, la NASA y las agencias espaciales de otros estados no se convertirán en una reliquia del pasado. Son esenciales para la existencia y el crecimiento del sector privado en el espacio. Las empresas y los gobiernos trabajarán juntos y compartirán los riesgos y los beneficios potenciales de estas actividades espaciales avanzadas.

También cabe pensar cómo podría afectar al sector la recesión, con síntomas incluso de deflación según algunos economistas, que ya tenemos sobre nuestras cabezas, a raíz del SARS-CoV-2.

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