Este artículo está escrito en colaboración con Clara Morató-Aragonés Ibáñez.

Resumen:

Los imperios safaví de Irán y mogol del subcontinente indio tuvieron en los siglos XVI y XVII una notable influencia en la historia de la región, tanto desde el punto de vista administrativo, como social y religioso. Las mujeres jugaron un papel decisivo en el desarrollo de ambos imperios, evolucionando su forma de vida y cultura junto con estos. En los primeros años de las susodichas dinastías las aristócratas compartieron con sus parientes masculinos muchas de las actividades públicas, sin embargo cuando se establecieron Cortes permanentes e impuso una moral religiosa más estricta, las mujeres de la nobleza quedaron confinadas en espacios no-mixtos. Para analizar su desarrollo hablaremos de la educación que recibían, sus creencias, que hacían en su tiempo libre, como se entendía el matrimonio y el harén, así como algunos ejemplos de su participación en la política imperial.

Palabras clave:

Safaví, mogol, hatun, gezelbash, harén, sachig.

Sumario:

El articulo habla principalmente de la evolución social, política y simbólica de las mujeres de una aristocracia de tradición esteparia, y su progresiva adaptación a un sistema social más restrictivo, común tanto en el Norte de la India como en Irán.

Imagen A. Mapa del imperio safaví
Imagen B. Mapa del imperio mogol

1. Introducción

Como buena parte de las sociedades contemporáneas, nacer mujer en los imperios islámicos del siglo XVI y XVII implicaba ser relegada al ámbito doméstico, siendo extraordinarias aquellas ocasiones en las que el nombre de algunas de ellas llegaba a constar en las fuentes escritas, y entonces se trataba mayoritariamente de personalidades de la Corte. El presente artículo tiene por objetivo explorar aspectos como la educación, costumbres, la política matrimonial y la de Estado en dos grandes imperios: el safaví de Irán y el mogol de la India.

El imperio safaví fue fundado en el año 1501 por el sha Ismail, líder de una cofradía religiosa chiita que, con el apoyo de una serie de clanes mayoritariamente turcos (denominados gezelbash), extendieron su dominio militar y confesional desde el sur del actual Afganistán hasta el corazón de Anatolia. Tras fallecer el primer soberano, le sucedió su hijo Tahmasb quien, resistió todo intento del sultanato otomano para hacerle abjurar de su chiismo y convertirlo en vasallo; también fomentó una ideología más ortodoxa y reglamentada para las relaciones entre el Estado y la cofradía que le había dado lugar. A su muerte en 1576 los principales clanes se batieron en cruentas guerras civiles con el objetivo de imponer a un príncipe de su elección hasta que con el ascenso al trono de Abbas (1587) se impuso una visión más autocrática del Estado: los gezelbash perdieron buena parte de su control sobre los asuntos militares y la religión fue paulatinamente desplazándose para quedar en las manos de una casta clerical fiel al imperio. El modelo político del sha Abbas el Grande pervivió a grandes rasgos hasta la disolución del reino en 1722, cuando un ejército afgano rebelde conquistó su capital.[1]

El imperio mogol (o gurkaní) se formó en el Norte de la India en 1526 de la mano de Babur, un príncipe centroasiático descendiente del conquistador Timur Lang. Tanto este como su hijo y heredero Homayún se vieron en algún momento necesitados de apoyo exterior y hubieron de recurrir al apoyo del imperio safaví, a pesar que eran sunitas y no simpatizaban con el modelo político de estos. En 1556 ascendió al trono indio el emperador Akbar, quien logró grandes cambios en el imperio de sus ascendentes: reformó la administración y convirtió a los clanes guerreros en “trabajadores del Estado”; fomentó alianzas a todos los niveles con las elites indígenas independientemente de su religión y fundó su propia cofradía religiosa (Din-i Ilahi). En 1605 le sucedió su hijo Jahangir, quien mantuvo dicha orientación ideológica y además atrajo a una gran cantidad de pensadores y administradores iranios. Los emperadores Sha Jahan (r. 1628-1658) y Aurangzeb (r. 1658-1707) llevaron a los mogoles a su máxima extensión territorial, antes de iniciarse un lento declive que culminó en 1858.[2]

Tras la conquista akbarí de Qandahar en 1595 se formalizó una extensa frontera entre ambos imperios desde el corazón de Asia Central hasta las costas del mar arábigo, sin embargo hacía años que miles de hombres y mujeres pasaban de una soberanía a la otra para comerciar o trabajar. En el siglo XVI el subcontinente indio era un territorio de una gran riqueza y el hecho que en el imperio mogol se empezó a utilizar el persa para la administración atrajo a un considerable número de iranios, algunos de los cuales escalarían posiciones en la Corte. El clima de la India disgustó a no pocos migrantes, sin embargo las oportunidades que ofrecía propiciaron el establecimiento de muchos extranjeros y a la aportación de su cultura educativa y del ocio en el ambiente aristocrático, propiciando el surgimiento de muchos puntos en común entre ambos imperios.[3]

La invisibilización de la mujer respondía bien a una clara misoginia o lo que pretendía era no vulnerar la privacidad del hogar del hombre, que prácticamente siempre tenía la tutela sobre las mujeres del hogar. No se trata de una costumbre desaparecida en la región pues, a día de hoy, incluso en los círculos de poder pashtún en Afganistán, es raro que sea conocida la imagen de una mujer de la familia. A esta resistencia a dar a conocer, en la forma que sea, al namuz(parentela femenina), se le llama geirat (celos); y al espacio de residencia o gineceo de estas mujeres se le solía conocer como harén (que puede traducirse del árabe como “prohibido”). Hasta muy recientemente, con el fin del modelo familiar clánico, fue común en Oriente Medio.

Por esta razón, cuando cronistas de la talla de Eskandar Beg Munshi debían hablar de la Corte India y de un soberano musulmán respetado como Jahangir, difícilmente mencionaban a una mujer tan influyente como su esposa Nur Jahan, por temor a herir la susceptibilidad de sus lectores; sin embargo, y no sin cierto amarillismo, no dejaban pasar la ocasión de hablar sobre reinas y nobles georgianas, cuyo cristianismo las hacía menos respetables. Debido a estos factores, a menudo los nombres de ellas son reiteradamente omitidos de las crónicas y presentadas como “hijas o esposas de X”.

Como es de esperar, sólo las mujeres relacionadas con la élite o con familias bien educadas tenían un acceso al conocimiento escrito, y de estas muy pocas pudieron dejar constancia de sus opiniones. Afortunadamente, tanto las princesas de sangre safaví como mogol, debido a su excepcionalísimo dinástico, aparecen ocasionalmente en las fuentes de la época y nos aportan las pistas necesarias para no ver la práctica de la alta política como un terreno exclusivamente masculino.[4] Por ello es necesario reivindicar a mujeres como Oghan Pasha Hanum, que jugó un papel clave en la estrategia safaví en la lucha por Qandahar, la poetisa cachemirí Haba Hatun o la princesa mogol Jahanara.

C. Retrato de la princesa mogol Jahanara (1614-1681)

2. Creencias y educación

La relación de la mujer con el ámbito público no siempre fue la misma durante la historia de estos imperios y varió según la escala social y la etnia. Recordemos que en el mundo safaví una élite tribal de origen turco (y en ocasiones kurdo) se había coaligado con el nombre de gezelbash bajo una cofradía religiosa; es decir, una serie de tribus se habían coordinado a través de la religión. Sin embargo en la mayoría de ocasiones este estamento confesional optó por no intervenir en la propia sociedad tribal. Mientras las mujeres persas de las ciudades llevaban una vida más recluida y cuando salían a la calle o recibían la visita de hombres ajenos a la familia cubrían el rostro con un velo blanco, las mujeres turcas disfrutaban de una tradición más liberal que les permitía participar en actividades sociales (por ejemplo la caza) con sus parientes masculinos. Dado que el sha safaví recibía una parte importante de su educación junto a los gezelbash y, dependía militarmente de estos, prácticamente durante un siglo convivieron sin prejuicios ambas realidades culturales y los clérigos chiitas más ortodoxos apenas pudieron imponer su criterio en la sociedad elitista de los gezelbash.[5]

El reinado del sha Tahmasb (r. 1524-1576) contribuyó a la promoción de escuelas religiosas vinculadas al chiismo dinástico donde se formarían varias generaciones de clérigos que, a comienzos del siglo XVII ostentaban la autoridad moral en la mayor parte de poblaciones del imperio; por aquel entonces el sha Abbas (r. 1587-1629) había sometido a los jefes de clan y trasladado la toma de decisiones a una capital imperial estable, Isfahán, donde el chiismo dinástico en combinación con la cultura persa urbana (dominante en la centralizada administración imperial) acabó llevando a las mujeres de la élite a reducir sus actividades al ámbito del hogar.[6]

La producción literaria, controlada por miembros de la administración y el clero chiita, señalaba que las mujeres eran muy dadas a engañar y, al mismo tiempo, apuntaban que no eran muy inteligentes y que se obsesionaban por cada pequeño detalle.[7]-[8] Dado el papel subordinado de ellas, no existían muchos ejemplos de mujeres destacadas en la historia, de las que unas pocas eran realmente positivos: por ejemplo la reina de Saba (que se casó con el rey Salomón) y las esposas del Profeta Mahoma (aunque la bondad de Aisha, que luchó contra el Imam Alí es cuestionada por los chiitas).[9] Por norma general, la relación de los hombres con las mujeres estaba en la literatura indispensablemente basada en la dominación y posesión de estas: la conquista militar es asociada a la sexual (evidenciado con el deseo de Akbar de casarse con la viuda de Bairam Han, uno de sus rivales políticos);[10] cómo también refiere al ridículo: desde el castigo de vestir de mujer (y afeitar la barba) a un hombre que no se había desempeñado bien en la lucha hasta la sencilla conquista en 1622 de Qandahar, que las malas lenguas atribuyeron a Delala Chizi y otras bailarinas del sha Abbas.[11]-[12] De las palabras del conocido pedagogo Tusi (s.XIII) podemos observar una arraigada paternalización sobre estas: a la mujer hay que tenerla ocupada, inspirarle respeto y mostrarle favor.[13]

A pesar de los prejuicios, existía en el imperio safaví en la segunda mitad del siglo XVI una clara conciencia orientada a dar una formación a las jóvenes: en las familias religiosas las chicas solían educarse con sus padres;[14] y en una muestra de apoyo a ciudades chiitas como Sabzevar o Mashad, el sha Tahmasb financió centros de educación para huérfanas.[15] A partir de las princesas podemos tener más detalles de las materias a estudio, dadas por buenos tutores, y principalmente relacionadas con la religión: aprendían árabe, recitaban el Corán y algunas de las más reputadas, como Guhar Begum, nieta del sha Tahmasb, conocían de ciencias religiosas. A esto hay que añadir que, al igual que sus hermanos, a estas princesas se les asignaban guardianes: un dadapara el nacimiento y un lala para su adultez, por lo que podemos suponer algún tipo de formación política.[16]Aunque algunas de estas demostraron ser muy duchas en materia militar, no consta que en su educación se incluyera el estudio de las obras de conquistadores como Chingis Han y Timur Lang, o manuales concretos sobre el manejo de la espada, cuidado del caballo o tácticas bélicas.

Además de la educación religiosa formal, tanto en Irán como en la India el Islam coexistía con numerosas confesiones minoritarias y/o creencias populares que pervivieron a pesar de los esfuerzos de la clase sacerdotal para erradicarlos: por ejemplo existía un gran temor al mal de ojo y a los yinn (genios) que pretendían evitar atándose pequeños amuletos en el cuerpo, así como compilaciones de textos mágicos (que entre los chiitas eran atribuidos al Imam Alí o a sus descendientes).[17]A mediados del siglo XVI se popularizó la adivinación a través del Corán, sirviéndose del mismo para conocer el resultado de bodas y batallas; por no hablar de la astrología, prácticamente una confesión religiosa, que en la Corte de Homayún llegó a condicionar los asuntos de Estado (por ejemplo se hablaba de guerra los martes, por el dios Marte).[18] Sin el mundo sobrenatural no podía entenderse el día a día de la mayor parte de mujeres.

Ya desde los primeros años de la dinastía las mujeres de la familia real sabían escribir (el sha Ismail reconoció la letra de su esposa Talhu Hanum en una misiva) y se carteaban con gente de fuera de la familia (por ejemplo la hermana del sha Tahmasb, Sultán Hanum, con la valide otomana Hurrem Sultán). A mediados del siglo anterior, Fahri de Herat había recogido en una antología las vidas de 20 poetisas: casi todas procedentes de familias instruidas persas y chagatai del Jorasán; que tenían reputación, fortuna y acceso a la Corte heratí, y que más adelante sirvieron a safavíes y mogoles.[19] Tal interés no se había desvanecido con los años pues sabemos que Pari Han Hanum, hija del sha Tahmasb escribía poesía con el sobrenombre de Hagigi o que Guhar Begum editó y publicó los versos de su difunto padre.[20] En la India, Haba Hatun, la esposa de Yusuf Sha de Cachemira, se labró una gran reputación como poetisa.[21]

La formación de las mujeres en las familias literatas tenía una razón más allá del altruismo: en algún momento deberían administrar una propiedad. En el reparto de una herencia, las mujeres de la familia obtenían la mitad proporcional a la de sus hermanos, sin embargo podían hacer con las propiedades obtenidas lo que quisieran, desde venderlas a comprar “acciones” de negocios;[22] estas podían ser de tierras, baños públicos o incluso de la recaudación tributaria de las aldeas.[23]Se sabe que las princesas mogol recibían un cuantioso pago regular de la tesorería imperial, así como tasas sobre tierras o negocios; mientras que las safavíes tenían un presupuesto más modesto, por esa razón su fortuna podía equipararse con la de otras mujeres de la élite.[24] Además de los negocios privados que pudieran gestionar, los magnates del imperio y sus familias tenían el derecho (con la aprobación explicita del sha) a servirse de unos talleres que les confeccionaran desde la ropa, las riendas de los caballos y el papel. Durante su vida pasaban a formar parte de su hasa (propiedad privada) y tenían unos trabajadores asignados (normalmente esclavos), pudiendo gestionar los beneficios de los mismos en adquirir productos foráneos; a la muerte de la usufructuaria, el soberano decidía si el dicho taller era dado al heredero de esta.[25]

Las obras benéficas que realizaban las mujeres (zakat, uno de los principios del Islam) tenían una gran repercusión política y es que, al hacer construir templos, puentes o caravanserais, hacían público su poder personal y fortalecían sus clientelas políticas. En ocasiones ésta se realizaba en consonancia con un proyecto del marido, por ejemplo la construcción de la mezquita Pather en la Corte veraniega de Srinagar por Nur Jahan en 1623;[26] en otras la actividad benéfica respondía a una demostración de poder ideológico de la familia, como es el caso del peregrinaje de 1579 a La Meca encabezado por Gulbadan Begum (tía de Akbar), que implicó la cuantiosa donación de 600.000 rupias en donaciones;[27]-[28] finalmente había ocasiones en las que estas actividades estaban refrendadas por cargos políticos oficiales, como la asunción en la década de 1550 de Mahin Begum, hermana del sha Tahmasb, del puesto de superintendente jefa del vagf (cuyo usufructo era de los grupos religiosos musulmanes).[29]

Imagen D. Retrato de princesa safaví anónima

3. Ocio y consumo

En tanto a guardianas de la institución familiar y ejemplos de moralidad pública, la participación femenina en la sociedad estuvo siempre más limitada que la de sus contrapartes masculinos, sin embargo eso no significaba que su vida hubiera de circunscribirse al hogar y al recinto de la mezquita; existía también una cultura del ocio, común en Irán y el subcontinente indio debido a las rutas de migración y comercio, que fue evolucionando conforme aparecían nuevos productos o se transformaban los valores sociales.

Con respecto a la alimentación, debemos tener presente que nos hallamos ante una sociedad mayoritariamente vegetariana debido al extraordinario precio de la carne en las comunidades sedentarias y que en caso de hambruna podían llegar a alimentarse de arcilla.[30]La madera también era un elemento muy costoso en Irán, así como en ciertas provincias del imperio mogol, con lo que para cocinar las mujeres de familias modestas organizaban comedores colectivos, alimentándose las más de las veces de nueces, legumbres, arroz…etc.; por otro lado en las familias de clase alta existía un servicio de cocina que preparaban las comidas en el propio recinto, mezclando en los platos de sopa pedazos de carne de animal recientemente sacrificado[31]. A esto añadieron por herencia mongol el consumo de queso, yogur y kumis(leche fermentada con un bajo porcentaje de alcohol); las clases dirigentes añadían al menú té verde, que aunque era conocido en el oriente iraní desde el siglo XIII, no empezó a ser accesible para todos hasta el siglo XIX.[32]-[33]

Muchas aficiones hubieron de ser disfrutadas por las mujeres con discreción: a finales del siglo XVI empezó a popularizarse el consumo de café y tabaco en las principales ciudades de los imperios mogol y safaví, abriéndose cafeterías para el uso exclusivo de los hombres (no es casualidad que en los actuales gagbe juné o casas de café se fume pipa).[34]-[35]Por entonces las fronteras imperiales habían quedado bastante delimitadas y la aristocracia, incapaz de seguir recurriendo a la guerra para promocionarse, halló en estos bienes importados un elemento más para construirse una reputación de “sibarita”; el café, cultivado en el Cuerno de África y en Moca (actual Yemen), tuvo tanto éxito que llegó a reemplazar al té.[36]-[37] Por otro lado, el tabaco americano fue rápidamente adquirido por los hombres del mogol Akbar y cultivado en la India, desde donde se exportó a Irán; fue adaptado por los locales a las pipas de agua, reemplazando a menudo otros productos como el hachís y el opio, extendiéndose tanto que en la década de 1620, tanto el sha Abbas como el emperador Jahangir publicaron decretos en contra de su consumo.[38]-[39]

En cuanto al ocio, sabemos que en el periodo ilhaní (1256-1335) las mujeres consumían habitualmente alcohol;[40]y que en la época de Timur (r. 1370-1405) ellas participaban en las reuniones sociales alcohólicas con los hombres. Sin embargo el avance de una ortodoxia islámica ya había segregado estas fiestas en tiempos de Babur (1483-1530);[41] entonces ellas se reunirían en los espacios de la casa destinados a las mujeres (zenanao harén) o en los baños públicos (hamam), a ciertas horas reservados para la comunidad femenina, donde era habitual celebrar fiestas. [42]Reuniones femeninas para hablar de poesía habrían sido muy comunes, despuntando mujeres como Haba Hatun de Cachemira.[43] En Irán normalmente se consumía vino rojo local, vino de arroz (introducido por los chinos en el siglo XIII) y otras bebidas espirituosas como el aqua vitae.[44]El opio era considerado en el ámbito popular de Irán y la India como un analgésico, pero en la primera mitad del siglo XVII se extendió su demanda en la Corte con fines recreativos, multiplicándose su cultivo (el hachís se consumía más en el Jorasán y Asia Central); se daba la paradoja que los médicos recetaban para el abuso de alcohol el consumo de opio, y viceversa.[45]-[46]

En cuanto a la caza, uno de los pasatiempos por excelencia, era practicado por ellas del mismo modo que sus contrapartes masculinos: por ejemplo Nur Jahan fue una afamada cazadora.[47]-[48] Aunque en la más liberal cultura tribal las partidas de caza podían ser mixtas, la sedentarización dinástica implicó que en primer lugar las mujeres cazaran ataviadas con pañuelos blancos y escoltadas por una compañía de 10 a 12 hombres viejos y que más adelante hubieran de hacerlo en la sola compañía de su esposo.[49]

Respecto a sus prácticas sexuales, estas tuvieron que ir adaptándose a las cada vez más restrictivas normas sociales: sabemos que en el colectivo gezelbashtenían un relativo acceso a hombres relacionados con su familia, si bien los lugares para interactuar eran limitados (excluyéndose claramente los banquetes públicos o simposios); aunque ciertas fuentes apuntan a la participación de mujeres en ciertos ritos con un contenido altamente sexual que la cofradía safaví apenas toleró y que los sha persiguieron, conociéndose la celebración de estos hasta bien entrado el reinado de Abbas I (r.1587-1629).[50] En cuanto a los gustos estéticos, tanto en Irán como en la India se valoraba mucho la blancura de la piel y por tanto los esclavos de origen caucásico eran los más valorados para este cometido; para evitar que se consumaran relaciones de espaldas al señor de la casa, se hizo habitual emplear personas de raza negra procedentes de la India y el Cuerno de África para el servicio de las mujeres.[51] A mediados del siglo XVII, con una moral religiosa más estricta y una seclusión física más exigente garantizada por unos eunucos vigilantes (de los que hablaremos más adelante), llevó en Irán (ante la inquietud de los maridos de Isfahán) a que las mujeres empezaran a mantener relaciones con sus “amigas”.[52]-[53]

A finales del siglo XVI y principios del XVII un buen número de europeos, desde embajadores a comerciantes (o ambas cosas al mismo tiempo) visitaron las Cortes de los imperios safaví y mogol, dejando un testimonio de su sociedad que durante años ha sido el principal referente de los historiadores occidentales, a pesar de su evidente confusión: al leer a los viajeros que fueron testigos de los primeros años de la dinastía safaví, da la impresión que las mujeres tenían una gran libertad de movimiento; sin embargo en el mundo urbano siempre hubo una gran segregación: las mujeres descritas (denominadas bailarinas o cantantes) eran o bien prostitutas corrientes, ataviadas con un velo corto y ligero, o meretrices cortesanas que tenían libertad para portar joyas y llevar la cara descubierta (incluso en conmemoraciones religiosas como ashura). Estas mujeres procedentes de los bordes del imperio, que Don Juan de Persia (un persa que se cristianizó en Castilla a principios del XVII) tilda de gitanas (kolíen persa), eran la mayoría de origen indio, armenio o circasiano. Se organizaban en troupes bajo la gestión de una de ellas (el sha tenía troupespropias de hasta 24 integrantes), que acudían a banquetes cortesanos donde ofrecían entretenimiento musical entre otras cosas.[54] Vale la pena señalar que ante los ojos de los persas, cualquier mujer que se dirigiera a un hombre era considerada una meretriz.[55]

Imagen E. Mujer fumando en el Norte de la India

4. El matrimonio

Aunque la mujer obtuviera una educación y pudiera gestionar sus propiedades, lo que se esperaba de ella era su desempeño en la casa, como esposa y como madre. Para ello, existían toda una serie de reglamentos y costumbres destinadas a preservar el estatus de la familia, siendo de las más relevantes aquella que determina que un musulmán sólo puede casarse con una mujer cuya religión sea abrahmanica: en el imperio safaví los dignatarios enlazaron con cristianas por razones políticas, lo mismo sus enemigos uzbecos con los chiitas; sin embargo tanto los mogoles como los rajput, por razón de Estado, no dudaron en quebrantar su doctrina religiosa y casarse entre ellos.[56]-[57]-[58] También es una costumbre islámica, vigente hoy en día, que independientemente de la confesionalidad de la madre, el hijo de un musulmán hereda la religión paterna (y dado que la apostasía es castigada con la muerte, se trata de una herencia vitalicia). Más allá de esta máxima y de otras normativas que podían encontrarse en el Corán y los hadizes (narraciones de la vida del Profeta), cada cultura normalizó unas pautas matrimoniales propias: por ejemplo en el Irán del siglo XVII, a pesar de la legalidad de la poligamia, los persas sólo tenían una esposa (como hoy en día) y todas las concubinas que pudieran permitirse económicamente.[59]

La religión no era pues el único baremo para valorar un matrimonio aceptable, también jugaba un papel clave la procedencia étnica de la pareja. En Irán la Corte estaba generalmente dominada por la aristocracia gezelbash (mayoritariamente turca) y el funcionariado persa, mientras grupos periféricos como el baluchi o el lori en pocas ocasiones accedían a la misma. Aunque se daba a los gezelbash una consideración superior, eran habituales los matrimonios con la oligarquía persa, que fue haciéndose paulatinamente más relevante; la dinastía gobernante comenzó comprometiendo a sus princesas con los principales emires gezelbash, pero con el tiempo optó por quitarle relevancia a estos y enlazarlas con los líderes religiosos, normalmente persas. La Corte mogol del Norte de la India dio lugar a una mayor variedad de etnias y culturas muy diferente, sin embargo el matrimonio de una mujer de la familia generaba no pocas fricciones: Bairam Han, de origen iranio y el hombre más cercano al emperador Akbar, generó una gran polémica cuando se casó con una princesa de la casa real mogol pues los chagatai, la nobleza turca que dominaba el imperio, entendió que la dinastía se había rebajado al enlazarse con un clan menor; persas y rajput en la India no dudaron en enviar a sus hijas a familias chagatai con tal de ascender políticamente, mientras otros grupos como los afganos (de etnia pashtún en su mayoría) pretendieron ignorar su marginalidad política en la Corte y sólo casar a sus mujeres con otros afganos.[60]En cualquier caso, a comienzos del siglo XVII era todavía más importante la identidad/etnia paterna: por esa razón la madre del sha Safí (r. 1629-1642) era georgiana y la del emperador Jahangir (r. 1605-1627) era rajput.

La institución del matrimonio tenía un evidente objetivo político y estratégico, por ello la monarquía trató de controlar los enlaces de sus súbditos. En el caso de la India existían severas restricciones a los matrimonios entre mujeres hindúes y hombres musulmanes, sin embargo personajes como Akbar (y después el resto de príncipes de su dinastía) no tuvieron inconveniente en contraer nupcias con mujeres de los principales clanes rajput de la región. Anteriormente los mogoles habían buscado esposa entre su extensa familia o en los principales clanes chagatai, sin embargo la mayor autonomía de estas mujeres y la notable influencia de sus parientes llevó a un soberano que ambicionaba más poder a buscar esposas rajput, a las que no pedía convertirse al Islam, y que serían políticamente irrelevantes. Cuando Akbar se casó con la princesa rajput Joodha, no tuvo que prestar demasiada atención a sus prerrogativas; sin embargo su madre Hamida Begum, musulmana y emparentada con el linaje mogol, con el “derecho” de su parte rechazó al emperador Homayún cuando este vulneró el cortejo protocolario.[61]-[62] En el momento de desarrollarse un entorno cortesano más autocrático, entrar a formar parte de la familia imperial se convirtió en una misión imposible para la aristocracia debido a la tradición de los matrimonios entre personas del mismo estatus, de modo que muchas hijas de nobles se convirtieron en concubinas del soberano o de su progenie (con un estatus reconocido pero menos derechos políticos que las esposas) a fin de que su parentela obtuviera el favor real y recibiera buenas asignaciones.[63]

La ruptura entre la monarquía y el principal grupo aristocrático también se produjo en el imperio safaví, si bien el menor potencial económico de la dinastía llevó a que la mayor parte de concubinas procediera de familias nobles del Cáucaso. A mediados del siglo XVI era todavía habitual que los gezelbash contrajeran matrimonio con princesas safavíes (es decir, que tenían un estatus parejo), por lo que el sha Tahmasb hubo de actuar con mucha prudencia en la concesión de los mismos, y es que los casamientos no se formalizaban inmediatamente, dada la necesidad de una de las partes de ganar tiempo a fin de observar la viabilidad estratégica del mismo. En 1557 el sha comprometió a su hija Pari Han Hanum (de apenas 9 años) con Badi al-Zaman, un primo perteneciente a una rama colateral de la familia; el acuerdo sirvió para que el príncipe se mantuviera leal al trono en su lejana gobernación, sin embargo la unión nunca llegó a producirse.[64]-[65] Por esas mismas fechas y aprovechando que estaba llevando a cabo un programa político-religioso muy riguroso, rechazó a los pretendientes gezelbash de su hermana Mahin Begum y la convirtió en la prometida honoraria del Mahdi, el “Mesías” musulmán que había desaparecido en el 874 y que se esperaba su inminente regreso para salvar la causa del Islam.[66]

Tales disyuntivas no solo se daban en el entorno de la familia imperial pues existía en la sociedad una clara consciencia sobre la posición de cada cual en la jerarquía y, no debemos olvidar, que las nupcias eran una pieza más del intrincado juego de alianzas políticas de cada región: cuando Babur era apenas un “reyezuelo” centroasiático (1519) se casó con Bibi Mubarika del clan Yusufzai, una decisión que le granjeó el apoyo de estos, pero que enturbió las relaciones con otros clanes afganos de la región;[67] en la década de 1580 el príncipe safaví Muzaffar de Qandahar se comprometió con la princesa Bibi Hanum de Sistán, consideraba que ella era inferior pero necesitaba desesperadamente el auxilio militar de los familiares de ella que, por sus propios intereses, impidieron al safaví entrar en combate mientras no hubiera dejado antes un heredero de su sangre.[68] Incluso un matrimonio ventajoso entrañaba riesgos, a principios del siglo XVI el sultán Ebrahim de Bijapur entorpeció por largo tiempo la celebración de la boda de su hija con el hijo de Akbar, Daniyal, con la esperanza de poder renegociar las relaciones de ambos Estados desde una mejor posición.[69]

En su programa de reforma de la sociedad, el emperador Akbar y sus consejeros entendieron el matrimonio como una unión espiritual entre iguales donde, paradójicamente, para que este funcionara la esposa debía ser modesta y obediente a su marido.[70] Como ya ha quedado evidenciado, la voluntad de la novia quedaba supeditada a la de su progenitor, tutor o soberano, sin embargo las mujeres de la familia jugaban un rol fundamental a la hora de negociar el matrimonio: mientras el padre del novio enviaba a unos hombres de confianza (y de rango equivalente) a hablar con el consuegro, la esposa del padre del novio designaba a unas mujeres (a menudo las esposas de los otros emisarios) a dialogar con la consuegra; se debatiría la dote y demás obligaciones de los futuros esposos.[71] No era relevante que los jóvenes se conocieran antes, y de buscar pareja por su cuenta (sobre todo en el caso de la joven) sólo podían esperar la repulsa de su propia familia. En el Norte de la India era costumbre que el padre de la novia no acudiera al enlace de esta y que el padre del novio dirigiera los esponsales, sin embargo no era extraño que delegara la organización de los mismos en su esposa o en una de sus hijas mayores. [72]

Resulta importante señalar la existencia en un matrimonio musulmán del sachig (“honesto” en árabe, aunque también se le llama mehrie): dado que la mujer no tiene derecho a pedir el divorcio, su familia puede exigir a su futuro marido la entrega de un depósito de dinero como garantía de buen trato. Cuando el sachig es muy elevado, la esposa y su familia tienen una mayor capacidad para coaccionar al marido; si bien y por norma general, los padres preferían buscar casamientos dentro de la misma familia (en el Islam los primos de primer grado son objetivos legítimos) con el objetivo de retener la riqueza (los matrimonios son caros) y asegurar el bienestar de la esposa. A propósito de esta dote, las bodas entre la dinastía safaví y la mogol presentan un par de casos interesantes, muy elocuentes respecto a la capacidad de negociación de la familia de la novia:

1/ Qandahar Mahal, hija del gobernador Muzaffar Mirza de Qandahar (actual Afganistán, entonces del imperio safaví) emigró a la India en 1595 y a los pocos años murió, dejando a sus esposas e hijos en una situación no muy acomodada. En 1609, aprovechando el prestigio de su linaje safaví, el emperador mogol Jahangir comprometió a una de las hijas del difunto con el príncipe Hurram y apalabró un sachig de 50.000 rupias. Al enlazar con un mogol y tener una hija con él, la novia adquirió una identidad histórica, siendo conocida como Qandahar Mahal; pero pronto fue políticamente relegada por Hurram, el futuro emperador Sha Jahan (r. 1628-1658).[73]-[74]

2/ Una suma mucho más elevada obtuvo Bilgis Banu Begum, hija de Rostam Mirza, hermano del príncipe safaví de Qandahar, quien también se había exiliado en la India por las mismas fechas, pero habría sabido prosperar en la Corte del emperador Jahangir. Cuando el Sha Jahan ascendió al trono, tanto Rostam Mirza como sus hijos ocupaban puestos importantes en la administración; debido a su relevancia el emperador se decidió por aceptar un sachig mucho más elevado: en 1633 comprometió 160.000 rupias en nombre de su hijo Sha Shoyá para casarse con Bilgis Banu Begum.[75]

Retomando los objetivos de la política matrimonial de los sha safavíes durante el siglo XVI, es preciso recordar que las princesas no sólo heredaban propiedades y clientelas políticas de su fallecido progenitor (que la legislación islámica señalaba que fuera el 50% de la de sus hermanos, pues entendía que el esposo se iba a hacer cargo de sus gastos), sino también la sangre real; pues aunque la normativa musulmana entendía que la transmisión de la identidad se daba exclusivamente a través del hombre, la tradición turca confería más derechos al linaje femenino. Por esta razón, el sha Ismail I recompensaba a sus principales gobernadores regionales y caudillos gezelbash con matrimonios con princesas safavíes, pues los hijos de estas gozarían de gran influencia, prebendas, honores públicos y, teóricamente, derecho al trono.[76] La década de 1580 estuvo caracterizada por la guerra civil y la ambición de líderes gezelbash con sangre real, por ello un joven sha Abbas se opuso contundentemente a que su poderoso ministro entrara en la familia real; desde entonces las princesas dejaron de ser prometidas a los emires gezelbash, limitándose a sus parientes de sangre real y a líderes de cofradías religiosas.[77]-[78]

De este periodo podemos referir una vez más a las relaciones entre la rama principal safaví que regía en Gazvín y sus parientes de las provincias de Qandahar y Sistán, prácticamente independientes. En la década de 1560 el sha Tahmasb había asegurado la lealtad de sus sobrinos mediante compromisos con sus hijas (cosa que a medio término podía facilitarles el acceso al trono imperial) y a cambio exigido el envío de sus vástagos de más edad a la Corte con el objetivo de hacerlos emparentar con sus propios hijos y estrechar lazos con la frontera oriental. Oghan Pasha Hanum, hermana de Muzaffar y Rostam Mirza, fue con menos de 10 años enviada al harén de Gazvín donde permaneció durante la cruenta purga del sha Ismail II (r. 1576-1577) de príncipes reales; terminada la matanza y el reinado, el valor político de la princesa incrementó espectacularmente debido a su herencia y a la desaparición de muchos safavíes, por lo que en 1582 fue casada con el príncipe heredero. Cinco años después, el sha Abbas la tomó como esposa en su primera acción de gobierno, realizó una espectacular celebración en los jardines reales frente a los principales ulemas y líderes clánicos, y dejó constancia que la unión había sido consumada; de este modo bloqueó a sus rivales una forma de acceder al poder y facilitó su ocupación del Jorasán y Qandahar.[79]

La trayectoria de la política matrimonial mogol fue todavía más radical que la safaví: dado que el linaje de Babur no era en un principio más prestigioso que el de sus parientes de Herat, Samarcanda o Qunduz, era algo habitual que las mujeres de su familia se casaran con sus primos centroasiáticos o con miembros de la alta nobleza chagatai, si bien ya entonces era raro que un emir de otro grupo étnico fuera elegido.[80]El emperador Akbar, que debía el trono al iranio Bairam Han, accedió a casar a sus hermanastras con este y otros emires leales hasta que, como cabeza del principal linaje mogol, quiso impedir que miembros de fuera del linaje utilizaran los derechos de las princesas para escalar al trono; a partir de entonces sólo se buscaron maridos en la familia cercana (siempre y cuando estuvieran sometidos al emperador) y en raras ocasiones con una dinastía extranjera importante como la safaví. [81]

El fortalecimiento de la autoridad imperial y el deseo de enlazar con mujeres de colectivos subordinados (por ejemplo el rajput) privó de una gran influencia a las ramas mogol colaterales, sin embargo esto posibilitó a las princesas imperiales percibir del Estado grandes sumas de dinero e influencia política. Puesto que era indigno para la propaganda mogol que las princesas contrajeran matrimonio con alguien de rango inferior, y que al unirse a uno de estos quedarían vinculadas a su familia, muchas de las princesas en tiempos del Sha Jahan optaron por permanecer solteras de por vida, manteniendo así su linaje preeminente, dinero y poder.[82]-[83] Una de las más conocidas fue Jahanara Begum (1614-1681), primogénita del emperador Sha Jahan, que desde muy joven asumió el gobierno del harén, la organización de los matrimonios de sus hermanos, el arbitraje de sus disputas, el patronazgo del arte y la religión, así como los negocios.[84] La anomalía que suponía para una mujer el permanecer soltera (y por tanto dependiente de su padre y hermanos) en estos imperios solo puede observarse en la dinastía mogol.

Imagen F. Distintas mujeres en el imperio safaví

5. El harén

Es importante para comprender la realidad de las mujeres de estos imperios el tener en cuenta que, durante buena parte de su vida, residían en un espacio separado de la casa al que solo podían acceder mujeres y hombres de la familia más inmediata (esto también excluía a los primos), y que era conocido con el nombre genérico de andarun(“dentro” en persa). El término harén (“prohibido” en árabe) se hizo popular en el imperio safaví para identificar el espacio habitacional de las mujeres, que en la arquitectura regional solía ser un edificio separado del resto de la casa por un patio, con secciones para cada miembro del namuz (parentela femenina); la madre del hombre de la casa jamás compartía habitación con la hatun (esposa principal) de este, ni esta con la segunda. En el siglo XII se extendió esta costumbre a las familias pudientes musulmanas del Norte de la India, que denominaron a la zona de mujeres con el nombre zananeh (deriva de “mujer” en persa).

A medida que los linajes mogol y safaví cobraron más importancia, lo hizo también la zona residencial de sus namuz; y a medida que el soberano se iba alejando de sus emires, se intensificó la construcción de estos espacios en los palacios reales con el fin de garantizar ante el soberano y la opinión pública la legitimidad de sus herederos. En los primeros años era costumbre que las mujeres acompañaran (e incluso combatieran) al lado de sus esposos, sin embargo el riesgo a que fueran tomadas prisioneras por el enemigo y que, pudieran llegar a ser violadas por sus captores (poniendo en duda la paternidad de sus hijos), posiblemente llevó a que fueran apartadas del campo de batalla.[85]Y es que en la guerra, uno de los principales objetivos era la captura del harén enemigo y sobre todo la toma de la hatun, la esposa principal, con lo que se entendía que el golpe político al vencido era demoledor;[86]-[87]-[88] por ello el declive del rebelde afgano Jalala empezó con la captura de 388 mujeres de su familia por los mogoles (1593).[89]

Tanto las crónicas de la época como los estudios arquitectónicos actuales muestran que, aunque en los primeros años de las dinastías existía una zona reservada para las mujeres, la separación física no era tan evidente y la posibilidad de contactar con el exterior no tan lejana. En la India mogol, las mujeres chagatai tenían mucha libertad para entrar y salir del zananeh, aunque acompañadas en todo momento por una urdubegi (mujer escolta armada).[90] En el imperio safaví la situación no era muy diferente: sabemos que Pari Han Hanum tenía una residencia fuera del harén (como el resto de sus hermanastros) y en 1572 el veneciano Alessandri apunta que, sin ser algo raro, vio a una de las esposas del sha Tahmasb salir de la Corte con velo negro y escoltada por cuatro esclavos y seis hombres a pie.[91]-[92] En el imperio mogol el tamaño del zananeh empezó a incrementarse a marchas forzadas a medida que Akbar expandía su soberanía al sur, dependiendo cada vez menos de los emires chagatai y sus independientes mujeres, y atrayendo nuevas clientelas políticas sijs e hindúes con sus namuz: llegó un momento que el zananeh constituía una suerte de barrio con 5.000 habitantes (viudas, sirvientas y primas incluidas) con una sadr-i anas responsable de la seguridad y logística, y normalmente emparentada con la familia imperial.[93]

En Irán sin duda hubo varios sucesos tras la muerte del sha Tahmasb (1576) los que motivaron la reclusión del harén: en vísperas del ascenso al trono de Ismail II, su hermanastro y rival se ocultó en el lugar del palacio reservado a las mujeres, aunque eso no detuvo a los emires enemigos que irrumpieron en el harén y lo ejecutaron; en 1579, Mahd-i Olya, la hatun del sha Hodabanda (r. 1577-1587), madre del futuro sha Abbas y verdadera regente, había sacado a un príncipe tártaro de prisión y alojado en el palacio para formalizar una alianza, circunstancia que fue aprovechada por sus enemigos de la nobleza para forzar la entrada en el harén y ejecutarla bajo la acusación que tenía un idilio con el príncipe tártaro (quien también fue muerto). Estos crímenes motivados por razones políticas, arrojaban en la mentalidad de la época una sombra sobre la legitimidad de los herederos, de quienes la propaganda enemiga siempre podría señalar que no eran verdaderos hijos del sha. A corto plazo la dinastía fue impotente ante estos crímenes y hubo de negociar con los criminales.[94]

Como había sucedido en el imperio mogol, el sha safaví empezó a buscar sus concubinas no entre el entorno de los emires principales sino en los pueblos sometidos, en este caso los del Cáucaso. Según el cálculo de Jenkinson, el harén del sha Tahmasb iba de las 60 a las 140 mujeres, cifra que sería claramente duplicada por su nieto Abbas. Asentado en Isfahán a finales de siglo, el protocolo se hizo mucho más complejo.[95] Funciones de intermediarias que antes hacían las mujeres mayores del harén; ahora se encargaban los agha (señores), título que asumían los eunucos negros; importados del África Oriental o Bengala (en la India) en su niñez, el color de su piel garantizaba que las infidelidades no pasarían desapercibidas.[96]-[97]-[98] A finales de su reinado se consolidó la separación física de las mujeres y términos como gurugh(en la caza es un cerco a los animales) empezaron a emplearse para designar el harén.[99]

Lo habitual en un harén de Irán y el Norte de la India era que una mujer mayor de la confianza del señor de la casa gestionara la administración del mismo mientras que las labores de vigilancia y seguridad recayeran en los eunucos negros (obviamente una familia modesta se tendría que conformar con un esclavo o ninguno). Es conocido que en el imperio otomano la máxima autoridad del harén, y prácticamente del conjunto del Estado, era la valide (madre del sultán); en los imperios safaví y mogol, aunque el papel de las madres fuera bien reconocido, presentaban unas especificidades concretas:

1/ En la dinastía safaví el origen de la madre fue al principio clave para que su hijo tuviera opciones a cargos relevantes del imperio; por ello fue el sha Ismail II, hijo de Sultanum Begum Mausillu (de los gezelbash Turcomano), el que venció en la carrera al trono de 1576.[100] El refuerzo de la seclusión del harén real no alteró el vínculo entre madre e hijo y, a la manera otomana, la progenitora del sha (independientemente de su origen) se convertía en uno de los pilares del Estado: por ejemplo la georgiana Dilaram Hanum (m. 1647) purgó a todos los candidatos alternativos al Sha Safí y fue la mano detrás de la regencia de su joven hijo.

2/ El imperio mogol partió a comienzos del siglo XVI de una tradición más peculiar: cuando el nacimiento de Akbar era inminente, su padre Homayún seleccionó entre sus familiares en periodo de lactancia a las nodrizas del príncipe;[101] así diez madres recientes y una “simbólica” compartieron la cría de Akbar; vinculándose ellas y sus familias políticamente a este (incluyendo a “hermanas de leche” como Hajji Aziz).[102]La nodriza “simbólica” era en general una de las mujeres más influyentes del harén y bien podría ser soltera o viuda; la clave del sistema es que la maternidad de un príncipe no significaba demasiado, puesto que cualquier mujer del zananeh podía ostentar el poder: por ejemplo Nur Jahan (1577-1645) era la veinteava esposa de Jahangir y no tuvo con él ningún hijo, aun así su voluntad era respetada por el resto de esposas.[103]

Teniendo esto en cuenta podemos comprender el alcance de la influencia de la madre en la educación de sus hijos. Con la intención de evitar conflictos partidistas entre las madres y las facciones que las apoyaban, ya el imperio mongol ilhaní había tratado de apartar a los herederos del control materno y seleccionar a tutores entre las grandes familias del imperio; en el caso mongol, esta decisión fue decisiva en la conversión de los soberanos de una dinastía pagana a la religión musulmana de sus súbditos.[104]Los safavíes adaptaron esta tradición al nombrar a lala (guardián) del estamento gezelbash y a la hatun del emir seleccionada para la crianza de un príncipe desde su más tierna infancia; el vínculo entre el pequeño y el tutor demostró ser muy sólido: el sha Hodabanda siempre se mostró muy proclive al clan gezelbash que lo había educado, y el sha Abbas, que apenas llegó a ver a su madre biológica Mahd-i Olya, honró a la esposa de su lala, Jan Agha Hanum, con el título de nana (madre).[105] El harén de mediados del siglo XVII permitió a las madres un mayor acercamiento a sus hijos, quienes serían educados por estas y los eunucos. En cuanto a los mogoles, fueron mujeres como Rugaiya Sultán Begum (1542-1626) y Nur Jahan las que determinaron la educación de los príncipes en su infancia; luego en la pubertad el tutor del príncipe iba rotando entre diferentes emires del imperio.

Imagen G. Reunión de la Corte entre el sha Tahmasb y el emperador Homayun

6. El ámbito político

La principal responsabilidad que asumieron las mujeres de la familia real a lo largo del siglo XVI fue la mediación política, especialmente entre los parientes;[106] Sultán Hanum, hermana del sha Tahmasb, convenció a éste que ayudara al exiliado Homayún a recuperar el imperio mogol (1543) como también convenció a Bahram Mirza, el benjamín de la familia real safaví, a que abandonara sus planes de rebelión y se reconciliara con el sha.[107]-[108] Sultán Begum (1516-1593), nacida en el clan Mausillu y convertida en la esposa principal del sha Tahmasb, actuó como árbitro entre sus hijos Ismail y Hodabanda con la complicación que ambos eran sólidos candidatos al trono; su influencia sobre el sha Ismail II pudo haber salvado la vida de su otro hijo, así como de algunos de sus parientes.[109] Cuando la joven Oghan Pasha Hanum (apenas 7 años) acudió desde la lejana frontera oriental a la capital Gazvín, estaba representando los intereses de su padre Sultán Husein Mirza en el harén y negociando en su nombre un nuevo matrimonio (acompañada por unos tutores que harían el trabajo real);[110] Jan Agha Hanum, la nana del sha Abbas, consiguió que este pusiera fin al centenario destierro del clan Bayandur (dinastía previa a los safavíes) al admitir en el país a su hermano.[111]

En el imperio mogol las mujeres tuvieron un papel muy relevante, evidenciándose en la crónica de Gulbadan Begum (1523-1603) sobre el Festín Místico de 1531 (en el que se conmemoraba el ascenso al trono de Homayún) donde menciona a 96 mujeres, la mayoría con un poder autónomo y recién desterradas de Asia Central debido a los invasores uzbecos.[112]Algunas de éstas, en tanto que familiares del emperador, integraron el harén real, desde el que actuaron como grupo de presión política en favor o en contra de los emires.[113]Con la notable excepción de Nur Jahan, las mujeres del harén no se encontraban a la vista en las audiencias reales sino tras un discreto biombo desde el que podían seguir los debates de la Corte. A comienzos del reinado de Jahangir el noble Mirza Aziz Koka fue acusado de haber apoyado una rebelión, sin embargo un grupo de mujeres influyentes que asistía al darbar (audiencia) solicitaron al emperador a través de un emisario que lo indultara; Jahangir ignoró la petición en un primer momento, pero cuando este lobby amenazó con pedirle el indulto personalmente Jahangir sucumbió al zananeh y perdonó al noble rebelde.[114]

Hanzada Begum (1478-1545) tras la muerte de su hermano Babur fue la mujer más poderosa del imperio, responsable de la dificultosa tarea de arbitrar en las disputas entre Homayún y el resto de sobrinos.[115] En las relaciones inter imperiales también hicieron de intermediarias: tras el exilio de Homayún, su esposa Hamida Begum (1527-1604) mantuvo comunicaciones con Shahzada Sultanum, la tía del sha safaví;[116] en 1621 Nur Jahan y la madre del uzbeco Emamgoli Han buscaron un entendimiento entre los soberanos de India y Asia Central.[117]-[118] Nos encontramos pues con unos canales diplomáticos extraoficiales indispensables.

En cuanto al ejercicio directo del poder, el papel de las mujeres fue más anecdótico a pesar de existir una tradición precedente: tanto en el mundo indo-iranio, donde el trono correspondía a la familia sagrada (farr);[119] como en la tradición mongol, donde la hatun del han asistía en el gobierno, administraba tierras y, al fallecer su esposo, regentaba el imperio hasta la celebración del guriltai (asamblea electiva).[120] En el mundo centroasiático hubo a lo largo de los siglos un cierto continuismo en cuanto al rol político de la hatun: Timur Lang, cuyos ascendientes le impedían asumir el título de han, se casó con la princesa mongol Sarai Mulk Hanum (1343-1406), a quien hizo hatun y mano derecha del imperio para poder dar una pátina de legitimidad a su régimen (el término dinástico gurkan que asumieron significa “yerno del han”); un gobierno que tendría una influencia decisiva en toda el Asia Occidental de los siguientes siglos.[121]-[122]

El Asia Central dominada por los uzbecos conservó con mayor fidelidad el legado de sus ancestros mongoles y en 1598, la cuñada del difunto han, Banu Ozma, convenció a los emires de la ciudad de Bujará que reconocieran a un niño como presunto pariente del han y a ella como regente.[123]

El imperio safaví no llegó a coronar nunca una emperatriz (como los sasanís) o a formalizar una regencia femenina (como los mongoles), si bien dada la profunda influencia timurí en las costumbres gezelbash, las mujeres mantuvieron unas posiciones clave. Pari Han Hanum (1548-1578) fue propuesta por una facción de emires para asumir el trono tras el fallecimiento del sha Ismail II, basándose la misma en la idea de soberanía familiar, sin embargo la mayoría acabó decantándose por su hermanastro Hodabanda (cuya religiosidad le convertía en un soberano más maleable).[124]-[125] Más adelante, y a pesar de los esfuerzos del sha Abbas y el sha Safí por limitar el acceso al trono, Chardin apuntó que en las purgas familiares que inevitablemente acompañaban una entronización, al igual que sus hermanos, las princesas eran cegadas.[126] A pesar de la asociación del soberano ortodoxo con los representantes de Dios, pervivió en el imaginario social la tradición clásica iraní y timurí.

A pesar que no hubo emperatriz, si se registraron mujeres que tuvieron un gran peso en las decisiones del sha Tahmasb: por ejemplo su madre Tajlu Hanum (1485-1540), en su juventud combatió junto con los gezelbash, tenía potestad para enviar embajadas e incluso intrigó contra el mismo sha, lo que le valió la expulsión de la Corte;[127]después su tía Shahzada Sultanum, obtuvo el puesto de confidente y consejera, que más adelante asumió su hermana Sultán Hanum, cuyas recomendaciones en materia de asignaciones de gobierno eran habitualmente atendidas por el soberano.[128]-[129] Tras la muerte de Tahmasb saltaron a la palestra una nueva triada de ambiciosas políticas: una de sus concubinas georgianas, Sultanzadeh Hanum, tomó el control del palacio y trató de obligar a Pari Han Hanum a reconocer a su hijo como sha, sin embargo esta ambicionaba gobernar en nombre de Ismail II y promovió un sangriento alzamiento en Gazvín que le dio la victoria;[130] tras el fallecimiento de Ismail II y con la elección de Hodabanda (1577), Pari Han Hanum quiso retener su influencia, pero la esposa del nuevo sha, la persa Mahd-i Olya, la hizo ejecutar; en el nombre del sha trató de reformar la administración e incluso acaudilló al ejército en Shirván en 1578.[131] Una mujer combatiendo era una rareza, sin embargo las crónicas indo-persas del siglo XVI aplauden aquellos casos de luchadoras disfrazadas de hombres.[132]

En cuanto al dominio mogol, tampoco hubo emperatriz o regente, si bien el rol de princesas como Jahanara (hija de Sha Jahan) nos indica su gran potencial político.[133] Babur hubo de depender de los contactos de su madre entre las tribus mongol para reclutar un ejército y en 1529 hubo de obligar a las mujeres de la familia a dejar Kabul, por temor a intrigas políticas.[134] Sin ser una excepción, la kipchak Haram Begum (esposa del dirigente de Badahshán, Afganistán) tenía sus propias tropas; además durante su vida apaciguó los conflictos internos del reino, a cuya muerte en 1575 siguió una década de guerra civil y ruina de la dinastía gobernante.[135]-[136] Bibi Fátima (urdubegi de Homayún) también tenía su ejército, así como una previsible red de espías, pues en 1550 destapó la conspiración de la kipchak con uno de los hermanastros de su señor.[137]

Más adelante el emperador Akbar disminuyó el rol público de sus familiares mediante una compleja ritualización cortesana, sin embargo su madre Hamida Begum ostentó el control de la capital durante la invasión de 1581 por parte del reino de Kabul; vencidos sus enemigos, el emperador trató de imponerles como gobernante a su hermanastra Baht al-Nisa Begum (1547-1608).[138] La expulsión de Gulbadan Begum de Arabia, tía del emperador, por parte del gobernador de Adén ensombreció por años las relaciones diplomáticas del emperador Akbar con la Sublime Puerta.[139] Nur Jahan, la esposa de Jahangir que actuó abiertamente como regente en los últimos años de este y que ya antes había actuado como intermediaria entre este y las élites iranias y chiitas (de la que ella formaba parte), fue castigada por una leyenda negra que la tildaba de déspota y manipuladora, redactada por los cronistas de Sha Jahan, el vencedor de la guerra civil (1627).[140]-[141]

Imagen H. Mujer de finales del imperio safaví

7. Conclusiones

De este breve estudio sobre la mujer aristocrática en el siglo XVI y XVII es posible extraer un par de ideas: que por lo menos en el ámbito de la alta nobleza, su rol experimentó una notable transformación influenciado por las nuevas ideas que recorrían el continente; y que, aunque invisibilizada en las fuentes, su participación era indispensable para el funcionamiento de la sociedad, independientemente del grado de confinamiento que padeciera. Ya en sus tiempos Haba Hatun se convirtió en un referente de la poesía cachemirí, Gulbadan Begum en una cronista mogol de incalculable valor y Oghan Pasha Hanum en una silenciosa pero fundamental jugadora en la política imperial safaví.

Al prestar tanta atención a la protección de las mujeres de la familia y ahondar tanto en valores como la castidad, el hombre cargaba a su namuz (parentela femenina) con todo el peso de la “dignidad” de la familia, de modo que cuando una mancha caía sobre la reputación de una de ellas, afectaba necesariamente al resto del esqueleto familiar (la acusación de los emires sobre Mahd-i Olya es particularmente elocuente al respecto). Al no existir vías de escape como el monacato femenino, la mujer se encontraba siempre bajo la responsabilidad y/o protección de un hombre (la viudedad sin hijos era garantía de miseria). Sin embargo el hecho de percibir una herencia por parte del padre y, en el modelo chiita, tener derecho al sachig, permitía a las mujeres de la aristocracia tener una cierta independencia financiera; algo notorio en el caso de las princesas mogol que, por razones prácticas y de prestigio dinástico, dejaron de contraer matrimonio.

A medida que se centralizaba la monarquía y las alianzas entre familias gezelbash se ponían bajo lupa, en una clara imitación del modelo otomano, las damas perdieron relevancia pública y, con el fin de proteger la reputación familiar, fueron confinadas al harén. No significa tal cosa que la opinión de estas dejara de contar, simplemente que sus canales de expresión y presión política se vieron reducidos. Paradójicamente tanto en el imperio otomano como en el safaví, el confinamiento de las mujeres implicó un meteórico ascenso de las madres y esposas del soberano, cuyo acceso privilegiado a este les dio una gran ventaja sobre los principales caudillos militares. En la actualidad en muchas familias de Oriente Medio y el subcontinente indio, donde otras mujeres son ignoradas, la madre ocupa una posición de autoridad indiscutible. Hamida Begum y Mahd-i Olya, madres de los soberanos Akbar y Abbas respectivamente, vivieron esta transición social y demostraron, tal como mencionan las crónicas, cuan importantes eran sus opiniones.



[1] Para más información sobre la historia de la dinastia safaví lean: SAVORY, R. Iran under the Safavids. Cambridge, Cambridge University Press, 1980

[2] Para más información sobre la historia de la dinastía mogol/gurkaní lean: RICHARDS, J.F. The Mughal Empire. Cambridge, The New Cambridge History of India, 1993

[3]MORATÓ-ARAGONÉS IBÁÑEZ, M. “La emigración turco-irania: del imperio safávida al mogol” Ediciones Complutense, Anaquel de Estudios Árabes, N.28 (2017) pp.127-142; HANEDA, M. “Emigration of Iranian Elites to India during the 16-18th centuries”. Cahiers d’Asie centrales, 3/4 (1997) pp.129-143

[4]Muchas de las mujeres son conocidas por sus títulos, no por sus nombres de nacimiento (algo habitual en el entorno cortesano), y vienen acompañadas de apelativos como hanum (señora), begum (doña) y hatun(esposa principal).

[5] MATTHEE, R. (2011): “From the Battlefield to the Harem. Did Women’s Seclusion Increase from Early to Late Safavid Times?” En New Perspectives on Safavid Iran. Empire and Society.  Londres, Routledge, p. 105

[6] QUINN, S.A. Shah Abbas. The King Who Refashioned Iran. Londres, Oneworld, 2015,  p.25

[7] MITCHELL, C.P. The Practice of Politics in Safavid Iran. Power, Religion and Rethoric.Londres, I.B.Tauris, 2009, p.61

[8] O’HANLON, R. “Manliness and Imperial Service in Mughal North India”. Journal of the Economic and Social History of the Orient, 42-1 (1999), p.66

[9] BABAYAN, K. (2008) In Spirit we Ate Each Other’s Sorrow” Female Companionship in Seventeenth-Century Safavi Iran”. En Islamic Sexualities: translations across temporal geographies of desire Cambridge, Harvard University Press, p.241  

[10] Una sumisión simbólica que las viudas hindúes evitaban con el jauhar (inmolación); un hecho que no pocos aristocratas mogoles describieron con cierta admiración (ANOOSHAHR, A. “The King Who Would Be Man: The Gender Roles of the Warrior King in Early Mughal History”. Journal of the Royal Asiatic Society, 18-3 (2008) p.340)

[11] EDWARDS, C.C. “Relations of Shah Abbas the Great, of Persia, with the Mogul Emperors, Akbar and Jahangir.” Journal of the American Oriental Society, 35 (1915) p.265

[12] NICOLLE, D. The Mongol Warlords. Nueva York, Firebird Books Ltd, 1990, p.173

[13] O’HANLON, R. “Kingdom, Household and Body History, Gender and Imperial Service under Akbar.” Modern Asian Studies, 41-5 (2007) p.896

[14] BABAYAN, K.In Spirit we Ate Each Other’s Sorrow”, Op. cit. p.241

[15] SZUPPE, M. (1999) “The “Jewels of Wonder”: Learned Ladies and Princess Politicians in the Provinces of Early Safavid Iran.” En Women in the Medieval Islamic World. Nueva York, The New Middle Ages,  p.330

[16] Tanto los dada como los LALa solían pertenecer a los principales cLANEs gezelbash (BIRJANDIFAR. N. Royal Women and Politics in Safavid Iran. Tesis de máster por McGill University, Montreal, 2005, pp. 32-34)

[17] GRUBER, C.J. “The “Restored” Shi’i mushaf as Divine Guide? The Practice of fal-i Quran in the Safavid Period”Journal of Qur’anic Studies, 13-2, 2011, pp.35, 39

[18] VVAA. The History of India as told by it’s own historians. The Muhammadan Period (Vol.V).Ed. Elliot, H.M. Londres, Trubner and Co., Ludgate Hill, 1873, p.121

[19] SZUPPE, M. “The “Jewels of Wonder”, Op. cit. pp.326-329

[20] BIRJANDIFAR. N. Op. cit. p.35

[21] SCHIMMEL, A. The Empire of the Great Mughals. History, Art and Culture. Londres, Reaktion Books, 2004, p.37

[22] BIRJANDIFAR. N. Op. cit  pp.37-38

[23] ZARINEBAD, F. 1998. “Economic activities of Safavid women in the shrine-city of Ardabil Iranian Studies, 31-2 (1998)  pp.257, 260

[24] BLAKE, S.P. (1999) “Contributors to the Urban Landscape: Women Builders in Safavid Isfahan and Mughal Shahjahanabad” En Women in the Medieval Islamic World. Nueva York, The New Middle Ages,  pp.423-425

[25] MUHAMMAD RAFI AL-DIN ANSARI. Dastur al-Moluk. A Safavid State Manual. (tr.FLOOR, W.; Faghfoory, M.) Costa Mesa: Mazda Publishers, 2007, pp.225-227

[26] ASHFAQUE, F. “Mughal Building activity: Imperial Investment in Kashmir?” Proceedings of the Indian History Congress, 67, (2007) p.1030

[27] CASALE, G. “Global Politics in the 1580’s: One Canal, Twenty Thousand Cannibals, and an Ottoman Plot to Rule the World” Journal of World History, 18-3 (2007) p.280

[28] LAL, R. “Rethinking Mughal India: Challenge of a Princess’ Memoir” Economic and Political Weekly, 38-1 (2003) p.59

[29] GHEREGHLOU, K. “Chronicling a Dynasty on the Make: New Light on the Early Safavids in Hayuti Tabrizi’s Tarikh (961/1554)” Journal of the American Oriental Society, 137-4 (2017) p.807

[30] FLOOR, W. Studies in the History of Medicine in Iran. Washington, Mage Publishers, 2018, p.138)

[31] MATTHEE, R. Patterns of Food Consumption in Early Modern Iran. Oxford Handbooks Online, 2016, pp.11-12

[32] ALLSEN, T.T. Culture and Conquest in Mongol Eurasia. Cambridge, Cambridge University Press, 2001, p.128

[33] LANE, G. Daily Life in the Mongol Empire. Westport, Library of Congress Cataloging-in-Publication Data, 2006, pp.150-151

[34] MATTHEE, R. The Pursuit of Pleasure. Drugs and Stimulants in Iranian History, 1500-1900. Princeton, Princeton University Press, 2005, pp.120, 148

[35] FLOOR, W. The Economy of Safavid Persia. Wiesbaden, Reichert, 2000, p.140

[36] BARENDSE, R.J. “Trade and State in the Arabian Seas: A Survey from the Fifteenth to the Eighteenth Century”. Journal of World History, 11-2, (2000)  pp. 209, 220

[37] MATTHEE, R. “Cofee in Safavid Iran: Commerce and Consumption”. Journal of the Economic and Social History of the Orient, 37-1 (1994) pp.2-3

[38] MATTHEE, R. Iran’s Relations with Europe in the Safavid Period. Diplomats, Missionaries, Merchants and Travel. Teheran, Buch Persien englisch production, 11, 2013, p.15

[39] DALE, S. Indian Merchants and Eurasian Trade, 1600-1750. Cambridge, Cambridge University Press, 1994,  p.21

[40] LANE, G. Op. cit. p.160

[41] DALE, S. The Garden of the Eight Paradises. Babur and the Culture of Empire in Central Asia, Afghanistan and India (1483-1530). Leiden, Brill, 2004, p.312

[42] MUHAMMAD RAFI AL-DIN ANSARI. Op. cit p.310

[43] SCHIMMEL, A. Islam in the Indian Subcontinent. Leiden, Brill, 1980, p.47

[44] LANE, G. Op. cit p.155

[45] MATTHEE, R. The Pursuit of Pleasure. Op. cit. pp.102- 109

[46] También se recetaba para el resfriado (Ibid. p.53)

[47] MATTHEE, R. ”A Safe Space for the Shah and His Women: The Practice of Quruq in the Safavid Period” Studia Litteraria Universitatis Iagellonicae Cracoviensis (2019) p.119

[48] COLE, J.R.I. “The Imagined Embrace: Gender, Identity, and Iranian Ethnicity in Jahangiri Paintings En Safavid Iran and Her Neighbors, Salt Lake City, University of Utah Press (2003) p.55

[49] BIRJANDIFAR. N. Op. cit. p.36

[50] QUINN, S.A. Op. cit. p.25

[51] RICKS, T. Slaves And Slave Trading In Shi’i Iran. AD 1500-1900. Kominklijke, Brill., 2001, p.411

[52] BABAYAN, K. In Spirit we Ate Each Other’s Sorrow” Op. cit. p.250

[53]Soberanos como Abbas y Akbar habrían impulsado programas de higiene moral y física en favor del hetero-normativismo, sin embargo toparon siempre con una gran resistencia por parte de sus emires (O’HANLON, R. “Kingdom, Household and Body History, Op. Cit. p. 910)

[54] MATTHEE, R. “Prostitutes, Courtesans, and Dancing Girls: Women Entertainers in Safavid Iran En Iran and Beyond, Essays in Middle Eastern History in Honor of Nikki R. Keddie.Costa Mesa, Mazda Publishers (2000) pp.124-140

[55] REID, J.J. Studies in Safavid Mind, Society and Culture. Costa Mesa, Mazda Publishers, 2000, p.328

[56] REID, J.J. Tribalism and Society in Islamic Iran. 1500-1629. Malibu, Undena Publications, 1983  p.52

[57] BURTON, A. The Bukharans. A Dynastic, Diplomatic and Commercial History. 1550-1702. Richmond: Curzon Press, 1997, p.64

[58] BUSCH, A. “Portrait of a Raja in a Badshah’s World: Amrit Rai’s Biography of Man Singh (1585)” Journal of the Economic and Social History of the Orient, 55-2/3 (2012)  p.301

[59] Una costumbre que el chiismo safaví ratificó en su doctrina religiosa (ZARINEBAD, F. “Economic activities of Safavid women in the shrine-city of Ardabil” Op. cit. p.249)

[60] HUSAIN,A. “Marriages among Mughal Nobles as an Index of Status and Aristocratic Integration” Proceedings of the Indian History Congress, 33 (1971) pp. 307-308

[61] AL-BADAIUNI. Muntakhabu-t-Tawarikh (Vol.II). (tr. Ranking, G.S.A.) Nueva Delhi, Atlantic Publishers and distributors, 1979, p.406

[62] LAL, R. Op. cit. p.57

[63] HUSAIN, A. Op. cit.  p.305

[64] GHOLSORKHI, S. “Pari Khan Khanum: A Masterful Safavid Princess” Iranian Studies,28-3,4 (1995) p.146

[65] BIRJANDIFAR. N. Op. cit.  p.28

[66] GHEREGHLOU, K. Op. cit. p.810

[67] DALE, S. The Garden of the Eight Paradises. Op. cit. p.293

[68] SHAH HOSEYN SISTANI Ehya al-Moluk. Teheran, Tarjome Wa Nashre Ketab, 1966,  p.236

[69] ALAM, M.; SUBRAHMANYAM, S. “The Deccan Frontier and Mughal Expansion, ca. 1600: Contemporary Perspectives” Journal of the Economic and Social History of the Orient, 47-3 (2004) p.382

[70]   O’HANLON, R. “Kingdom, Household and Body History. Op. cit. p.917

[71] REID, J.J. Studies in Safavid Mind. Op. cit. p.122

[72]   NAWWAB SAMSAM - UD DAULA SHAH NAWAZ KHAN. Maathir-ul Umara: Being Biographies of the Muhammadan and Hindu Officers of the Timurid Sovereigns of India from 1500 to about 1780 AD, (Vol. III). (tr. Beveridge, H.). Nueva Delhi, Janaki Prakashan, 1979, p.768

[73] ABU’L FAZL. Ain-i Akbari (Vol.I). (tr. Blochmann, H.) Calcuta, Asiatic Society of Bengal, 1927,  p.328

[74] JAHANGIR; MUHAMMAD-HADI. The Jahangirnama. Memoirs of Jahangir, Emperor of India. (tr. Thackston, W.M.) Oxford, Oxford University Press, 1999,  p.103

[75] MUKHERJEE, S. Royal Mughal Ladies and Their Contributions. Nueva Delhi, Gyan Publishing House, 2001,  p.106

[76] SZUPPE, M. (1996) “Kinship Ties between the Safavids and the Qizilbash Amirs in Late Sixteenth-Century Iran: A Caste Study of the Political Career of Members of the Sharaf al-Din Oghli Tekelu Family” En Safavid Persia. Cambridge, I.B. Tauris. pp.79, 82

[77] BLOW, D. Shah Abbas. The Ruthless King Who Became an Iranian Legend. Londres, I.B. Tauris, 2009,  p.34

[78]Curiosamente la familia de exiliados safavíes en la India, cuando no pudieron enlazar con el entorno imperial mogol, lo hicieron con personas de importantes linajes religiosos iraníes (AFZAL KHAN, M. “Safavis in Mughal Service: The Mirzas of Qandahar” Islamic Culture, 72-1 (1998) p.61)

[79] QAZI AHMAD QOMI. Afzale Tavarikh. Teheran, Moaseseb entesharat wachape daneshgahe , 1984, pp.632, 711, 780

[80] KOZLOWSKI, G.C. (1999) “Private Lives and Public Piety: Women and the Practice of Islam in Mughal India”. En Women in the Medieval Islamic World. Nueva York, The New Middle Ages.  p.475

[81] EDWARDS, C.C. Op. cit. p.249

[82] AHMED KHAN, R. ” Naqib Khan: secretary to emperors Akbar and Jahangir” Proceedings of the Indian History Congress, 74 (2013) p.241

[83] BALABANLILAR, L. “The Begims of the Mystic Feast: Turco-Mongol Tradition in the Mughal Harem” The Journal of Asian Studies, 69-1 (2010)  pp.144-145

[84] MUKHERJEE, S. Op. cit. p.106

[85] ANOOSHAHR, A. “Mughals, Mongols, and Mongrels: The Challenge of Aristocracy and the Rise of the Mughal State in the Tarikh-i Rashidi” Journal of Early Modern History, 18 (2014) p.566

[86] REID, J.J. Studies in Safavid Mind, Op. cit.  p.137

[87] Durante años la propaganda otomana apuntó que Talhu Hanum, la esposa del sha Ismail I, fue capturada en 1514 durante la batalla de Chaldoran y forzada a contraer matrimonio con un vasallo otomano; el nacimiento ese mismo año del futuro sha Tahmasb vino a deslegitimar la dinastía safaví (ARSLANTAS, Y. Depicting the Other: Qizilbash Image in the 16th Century Ottoman Historiography. Proyecto de máster por Ihsan Dogramaci Bilkent University, Ankara, 2013, p.97)

[88]Las leyendas persas inciden en la violación y ejecución de las mujeres del harén del emir enemigo uzbeco como máxima afrenta posible (STANFIELD-JOHNSON, R. ”Yuzbashi-yi Kurd Bacheh and Abd al-Mu’Min Khan the Uzbek: A Tale of Revenge in the Dastan of Husayn-I Kurd” Muraqqa’e Sharqi (2007)  p.176)

[89] AL-BADAIUNI. Op. Cit.  p.401

[90] Se trataría de una figura tradicional india desde el siglo XV (HAMBLY, G.R.G. (1999) “Armed Women Retainers in the Zenanas of Indo-Muslim Rulers: The Case of Bibi Fatima” En Women in the Medieval Islamic World. Nueva York, The New Middle Ages. p.438)

[91] MATTHEE, R. ”A Safe Space for the Shah and His Women” Op. cit.  p.116

[92] BABAYAN, K. “The “Aqa’id al-Nisa” Op. cit. p.353

[93] HAMBLY, G.R.G. Op. cit. pp.432-433

[94] ULUÇ, L. “The Representation of the Execution of the Safavid Begum from the Ottoman Historian Mustafa Ali’s Nusretname” En 14th International Congress of Turkish Arts(2013)  p.773

[95] MATTHEE, R. ”A Safe Space for the Shah and His Women” Op. cit. pp.117, 123

[96] MUHAMMAD RAFI AL-DIN ANSARI. Op. Cit. p.20

[97] Aitbar Han, confidente de la madre de Akbar, fue uno de los muchos eunucos que, debido a su posición de privilegio entre la esfera pública y privada adquirieron una gran influencia (DÍAZ SAEZ, J.A. Eunucos. Historia universal de los castrados y su influencia en las civilizaciones de todos los tiempos. Córdoba, Almuzara, 2014, p.295)

[98] BAGHDIANTZ MC CABE, I. The Shah’s Silk for Europe’s Silver. The Eurasian Trade of the Julfa Armenians in Safavid Iran and India (1530-1750). Atlanta, University of Pennsylvania Armenian Texts and Studies, 1999, p.39

[99] MATTHEE, R. ”A Safe Space for the Shah and His Women” Op. Cit.  p.116

[100] En el territorio uzbeco, donde apenas llegaron las costumbres otomanas, el hecho que una madre de príncipe no contara con el apoyo de una familia poderosa le complicaba mucho las cosas; por tener una madre de clase baja, Nur Muhammad de Huarezm tuvo un reinado muy convulso a finales del siglo XVI (BURTON, A. Op. Cit.  p.69)

[101] SHIVRAM, B. “Milk Kinship _ Interim Reflections on Mughal “Fosterage. Proceedings of the Indian History Congress, 68-1 (2007) pp.370, 374

[102] SHIVRAM, B. “Thicker than Blood: The Social and Political Significance of Wet Nurses in Mughal Empire of North India” Proceedings of the Indian History Congress, 69 (2008) pp.408-411

[103] BALABANLILAR, L. Op. cit. p.138

[104] DE NICOLA, B. (2017) “The Role of the Domestic Sphere in the Islamisation of the Mongols” En Islamisation: Comparative perspectives from History. Edinburgo,  Edinburg University Press. p.361

[105] BLOW, D. Op. Cit. pp.16, 18

[106] Un rol que no era exclusivo en las familias reales: Bibi Shamsu, la madre de JaLALa, en un momento bajo de la rebelión de su hijo, anduvo de tribu en tribu buscando refugio, hallándolo finalmente entre las tribus de Qandahar, posiblemente vasallas de Muzaffar Mirza (BILGRAMI, F.Z. “The Roshanis and the Mughals” Proceedings of the Indian History Congress, 56 (1995) p.189)

[107] VVAA. The History of India as told by it’s own historians. The Muhammadan Period (Vol.V).Ed. Elliot, H.M. Londres, Trubner and Co., Ludgate Hill, 1873, p.218

[108] MITCHELL, C.P. “Provincial Chancelleries and local lines of Authority in Sixteenth-Century Safavid Iran” Oriente Moderno, 88-2 (2008) p.487

[109] GHOLSORKHI, S. Op. Cit. p.151

[110] SZUPPE, M. “La participation des femmes de la familie royale a l’exercice du pouvoir en Iran safavide au XVI siecle (II part)” Studia Iranica, 24-1 (1995) p.63

[111] WOODS, J.E. The AqQuyunlu. Clan, Confederation, Empire. Chicago, Bibliotheca Islamica, 1976,  p.178

[112] BALABANLILAR, L. Op. cit. p.125

[113] JAWHAR AFTABACHI. Private Memoirs of the Moghul Emperor Humayun. (tr. Stewart, C.) Londres, London Oriental Translation Fundation, 1832, p.13

[114] BALABANLILAR, L. Op. cit. p.140

[115] Ibid. p.133

[116] CHOKSY, J.K.; HASAN, M.U. “An Emissary from Akbar to Abbas I: Inscriptions, Texts, and the Career of Amir Muhammad Masum al-Bhakkari” Journal of the Royal Asiatic Society, 1-1 (1991)  p.27

[117] MUTRIBI AL ASSAM. Conversations With Emperor Jahangir. (tr. Foltz, R.C.) Costa Mesa, Mazda Publishers, 1998, p.82

[118] ATHAR ALI, M. “Jahangir and the Uzbeks”  Proceedings of the Indian History Congress, 26 (1964) p.111

[119] En el imperio sasaní, Azarmidojt y Boran, hijas de Cosroes II, llegaron a ostentar el trono con pleno derecho de 630 a 632 (BABAYAN, K. (1999) “The “Aqa’id al-Nisa” Op. Cit. p.356)

[120] Toragana Hatun regentó el imperio mongol desde 1241 a 1246 (Ibid. p.376)

[121] NICOLLE, D. Op. cit. p.155

[122] BALABANLILAR, L. Op. cit. p.127

[123] ESKANDER BEG MUNSHI. Almara-ye Abbasi (Vol. II) (tr. Savory, R.) Boulder, Persian Heritage Series, 28, 1979, p.740

[124] MATTHEE, R. (2011) “From the Battlefield to the Harem” Op. cit. p.98

[125] GHOLSORKHI, S. Op. cit. p.153

[126] BABAYAN, K. (1999) “The “Aqa’id al-Nisa” Op. Cit. p.376

[127] SZUPPE, M. “La participation des femmes de la familie royale a l’exercice du pouvoir en Iran safavide au XVI siecle, Op. Cit. p.72

[128] SZUPPE, M. (1999) “The “Jewels of Wonder” Op. cit. p.332

[129] BIRJANDIFAR. N. Op cit. p.45

[130] GHOLSORKHI, S. Op cit. p.149

[131] MAHDAVI, S. (2003) “Muhammad Baqir Majlisi, Family Values, and the Safavid”s. En Safavid Iran and Her Neighbors. Salt Lake City, University of Utah Press, p.87

[132] ANOOSHAHR, A. “The King Who Would Be Man” Op. Cit. p.339

[133] Entre otras cosas, princesas solteras como ella tuvieron un rol decisivo en la organización de matrimonios para sus hermanos (BLAKE, S.P. Op. Cit. p.416)

[134] DALE, S. The Garden of the Eight Paradises. Op. cit. pp.101, 405

[135] BALABANLILAR, L. Op. Cit. p.133

[136] KHWAJAH NIZAMUDDIN AHMAD. The Tabaqat-i-Akbari (Vol.II) (tr. De, B.) Calcuta, Royal Asiatic Society of Bengala, 1936, p.474)

[137] HAMBLY, G.R.G. Op. cit.  p.446

[138] HAIG, W. (1957) “Akbar, Mystic and Prophet” En The Cambridge History of India (Vol.IV) Nueva Delh, Cambridge University Press p.128

[139] FAROQUI, M.D. “Six Ottoman Documents on Mughal-Ottoman Relations during the Reign of Akbar” Journal of Islamic Studies, 7-1 (1996) p.46

[140] LEFEVRE, C. “Recovering a Missing Voice from Mughal India: The Imperial Discourse of Jahangir (R.1605-1617) in his Memoirs” JESHO, 50-4 (2007) p.453

[141] Para más detalles sobre la independencia del poder de Nur Jahan, es recomendable leer: NURUE HASAN, S. “The Theory of the Nur Jahan “Junta” - A Critical Examination” Proceedings of the Indian History Congress, 21 (1958) p.334