Autores: Beatriz Ballestín y Sergi Fàbregues. Barcelona, Editorial UOC. 2018.

El objetivo principal de este libro introductorio es sintetizar de forma accesible la lógica y la metodología de la investigación cualitativa en ciencias sociales, de forma que el lector se familiarice con sus fases y procedimientos. Hemos tratado de proporcionar, con un objetivo eminentemente práctico, conocimientos relacionados con los principios y los métodos de la investigación social en su aplicación cotidiana por parte de los investigadores e investigadoras.

Nos centramos, pues, en las metodologías de investigación de cariz cualitativo, que son las que implican una proximidad y una interacción más directa con las personas que forman parte de nuestro objeto de estudio, haciendo posible el acceso a sus propias perspectivas, significaciones y formas de vivir y de ver los fenómenos y las problemáticas a analizar. Sin pretender “innovar” o profundizar, nuestro esfuerzo ha consistido en hacer un ejercicio de aglutinamiento e integración desde una perspectiva pragmática y funcional de las principales aportaciones sobre metodología cualitativa que pueden consultarse de manera fragmentaria y deslavazada en otros manuales de ciencias sociales.

Portada del Libro, editado por la UOC.

La publicación se inicia con un breve primer capítulo de corte epistemológico que sirve de escenario introductorio a las características definitorias de los métodos y técnicas de investigación en ciencias sociales. Después de unas notas previas sobre las especificidades del método científico y las metodologías en el campo social, se detallan los enfoques metodológicos básicos que enmarcan la tarea investigadora: tradición positivista y fenomenológica, lógica inductiva y deductiva, investigación cuantitativa y cualitativa.

A continuación, el capítulo 2 recoge monográficamente los aspectos de diseño (principales modelos y estrategias según diferentes variables a tener en cuenta) y organización de la investigación de corte cualitativo, desgranándose los principales conceptos y operaciones clave de todas las fases o etapas: desde la planificación del proyecto y el proceso de investigación -tema, problemática, pregunta/s inicial/es, interrogantes y objetivos de investigación-, hasta la redacción del informe de investigación.

En el capítulo 3, nos adentramos de pleno en las principales técnicas cualitativas más utilizadas en proyectos de investigación social: la observación participante, la entrevista cualitativa (incluyendo el enfoque desde las historias de vida) y los grupos focales y de discusión. Para cada una de ellas, además de sintetizar sus características principales, abordamos aspectos que tienen que ver con: ventajas y limitaciones; tipologías y modalidades diferenciadas; características del muestreo; y, por último, fases y etapas de aplicación, ofreciendo recomendaciones para la preparación de los instrumentos necesarios (guiones, cuestionarios, etc.), así como en el registro y la transcripción para el análisis posterior de los datos recogidos.

El capítulo 4 se centra en el análisis cualitativo de datos, proponiéndonos como hito la comprensión del propio concepto de análisis cualitativo de datos, así como la familiarización con las principales operaciones y fases prácticas, añadiendo, además, aspectos relativos a diferentes tipos de análisis de datos cualitativos que podemos aplicar, así como información práctica sobre la redacción del informe de investigación fruto de este trabajo. Recordemos que el análisis de datos supone la última fase de cualquier proyecto de investigación, en la que tenemos que saber «poner orden al caos» y llegar a un producto acabado que se adapte a la audiencia a la que va destinado el informe o trabajo de investigación.

Por último, el capítulo 5 se focaliza en el asunto de la calidad de la investigación cualitativa, mostrando la necesidad y heterogeneidad de los debates al respecto. Así, en la primera parte, se presentan las principales aproximaciones a la calidad de este tipo de investigación. Y en la segunda parte, se desarrollan tres ejes de controversia en torno al contenido y el formato de los criterios de calidad de la investigación cualitativa: un primero relativo a la universalidad de los criterios; un segundo referido al formato que deberían tener dichos criterios; y un tercero centrado en la posible influencia de las perspectivas disciplinares sobre la manera de conceptualizar la calidad.

En esta reseña nos centraremos básicamente en dos aspectos clave recogidos en el libro: así, en primer lugar, trataremos de destacar las características que definen a la investigación cualitativa en ciencias sociales partiendo de las tradiciones epistemológicas en las cuales tienen su nicho; y, en segundo lugar, nos detendremos en las principales técnicas de investigación cualitativa: la observación participante, las entrevistas y los grupos de discusión y focales, de forma que el lector se haga una idea lo más clara posible de sus rasgos definitorios, así como de las ventajas y obstáculos o límites en la aplicación de cada una de ellas en el marco de un proyecto de investigación.

La investigación cualitativa, por definición, hace de la dimensión subjetiva humana la materia primordial de su análisis. Ello implica, como veremos, que la interacción más o menos directa con las personas que forman parte del objeto de estudio, ponerse en su piel, en su lugar, “aprehender” (verstehen) sus cosmovisiones y esquemas del mundo que dan por descontado, deviene imprescindible. Y la interpretación que se deriva del conocimiento de esa inter-subjetividad no se efectúa en el vacío, sino que se enmarca en lo que se denomina, en términos generales, corriente fenomenológicade la ciencia, la cual supuso en su momento de aparición, a inicios del siglo XX, una reacción epistemológica y filosófica a la tradición positivista imperante durante todo el siglo XIX y con raíces en la Ilustración del siglo XVIII.

Así, los científicos sociales que se adscribían netamente al paradigma positivista buscaban los hechos o las causas de los fenómenos sociales con independencia de los estados subjetivos  de los individuos. De acuerdo con  E. Durkheim, uno de los padres de la sociología: el científico social tiene que considerar los hechos o fenómenos sociales como «cosas» que ejercen influencia externa sobre las personas. Se trata, pues, de la corriente más  objetivista y más  adscrita a una lógica de razonamiento cien- tífico deductiva, así como a metodologías de corte cuantitativo susceptibles de análisis estadístico.

De forma sucinta y general, para el positivismo (Arnal, 1997, págs. 23-24):

• El mundo natural/social tiene existencia propia, independientemente de quien lo estudia.

• Existe un cierto grado de uniformidad y orden en  la naturaleza. Concepción estática del mundo y de la ciencia.

• Existen leyes que permiten explicar, predecir y controlar los  fenómenos del  mundo natural/social, y estas pueden ser descubiertas y descritas de una manera objetiva y libre de valor por los investigadores con métodos adecuados.

• El conocimiento que se obtiene se considera objetivo y factual, se basa  en la experiencia y es válido para todos los tiempos y lugares, con independencia de quién lo descubre.

• Hay que emplear la vía hipotético-deductiva como lógica metodológica válida para todas las ciencias.

A inicios del siglo XX, sin embargo, las contribuciones epistemológicas y filosóficas de la fenomenología, etiqueta acuñada por E. Husserl (1859-1938), supusieron una ruptura y un viraje definitivos en la concepción de las ciencias sociales. Básicamente desde la fenomelogía se propugnará que las ciencias humanas no pueden funcionar de forma análoga a las naturales, tienen que incorporar la comprensión del marco de referencia del actor social. La fenomenología introduce un nuevo enfoque como vía de conocimiento de los fenómenos con la inclusión de y la puesta de foco en la perspectiva de los sujetos, bajo la premisa de que la realidad que importa es la que las personas perciben como tal (no existen verdades absolutas con independencia de nuestros posicionamientos o roles en los escenarios sociales). En palabras de W. I. Thomas (1923), «una situación definida como real es real en sus consecuencias». Esta máxima será desarrollada en el campo de la sociología por P. L. Berger y Thomas Luckmann, entre otros.

Para resumir, como características más destacadas que aporta el enfoque fenomenológico, podemos señalar, en la línea de lo expuesto hasta ahora (Arnal, 1997, pág.  25):

• La primacía que otorga la experiencia subjetiva inmediata como base  del conocimiento.

• El estudio de los fenómenos desde la perspectiva de los sujetos, teniendo en cuenta su marco referencial

• Su interés por conocer la manera en que las personas experimentan e interpretan el mundo social que  construyen en interacción.

•  La concepción dinámica y cambiante del conocimiento y de la ciencia.

Así, desde el enfoque fenomenológico (que incluye las corrientes del interaccionismo simbólicoy la etnometodología), más que buscar causalidades o explicaciones totalmente universales y objetivas de los  fenómenos sociales, se investiga en clave de comprensión e interpretación, privilegiando lógicas de razonamiento inductivas y metodologías cualitativas que permitan analizar las significaciones atribuidas por los propios actores a aquello que observamos o recogemos como datos.

En un plano ideal, los positivistas y fenomenólogos orientan sus estudios hacia varios tipos de problemas y buscan diferentes clases de respuestas. Por lo tanto, las investigaciones exigen, de entrada, metodologías diferentes. El positivista aporta el método de investigación de las ciencias físico-naturales y el análisis estadístico; mientras que el fenomenólogo busca los motivos y las creencias que hay tras las personas en su actividad, es decir, la comprensión de los hechos, mediante métodos cualitativos. La tradición positivista o cuantitativa compara al investigador con un ingeniero que sabe lo que busca, cómo tiene que  buscarlo y lo que espera encontrar. Lleva a cabo su trabajo de una manera lineal, secuencial y paso a paso. Intenta descubrir lo que busca. La tradición fenomenológica o interpretativa compara al investigador con un explorador que sabe qué busca, pero con un conocimiento escaso  del área que tiene que estudiar y que hace mapas a medida que estudia. El investigador describe lo que encuentra (Arnal, 1997, pág.  26).

En su anclaje epistemológico, la oposición positivismo versusfenomenología corre paralela a la de estrategia metodológica cuantitativa versus cualitativa. El método cuantitativo y el cualitativo difieren tanto en su concepción del conocimiento y el tipo de objetivos de investigación a conseguir, como en las técnicas prioritarias de recogida de información.

El enfoque cuantitativo se apoya en la vertiente objetiva del conocimiento, y parte de la idea de que el mundo exterior se puede describir como «realmente es». Este método busca conocer los hechos reales tal y como se dan objetivamente, tratando de identificar las características comunes a otros hechos similares, sus orígenes y sus consecuencias. Toma los métodos de las ciencias físico-naturales como modelo de conocimiento científico.La metodología empírica-analítica participa de los supuestos del positivismo y de la ciencia nomotética (en busca de “leyes generales”), que tiende a centrarse en las manifestaciones externas de la realidad considerada hasta cierto punto repetitiva, conjeturable e invariable. Se suele reducir a fenómenos observables susceptibles de medición, análisis estadístico y control experimental (Arnal, 1997, pág. 39). Los métodos cuantitativos, pues, analizan los hechos sociales como existentes en el exterior y sometidos a leyes y patrones generales, apresuran la realidad y la someten a controles (Ruiz, 2012, pág. 44). Se da por supuesto el isomorfismo entre pensamiento y realidad (Arnal, 1997, pág.  27).

Este estilo de hacer investigación pedirá interrogantes coherentes con las herramientas de recogida y tratamiento de datos que ofrece, eminentemente numéricas, basadas en fuentes estadísticas y sociodemográficas. Se orienta a conocer y explicar la realidad para predecirla y controlarla;  generalizar con  el fin de formular las leyes y explicaciones nomotéticas que los fenómenos naturales siguen. Si deseamos investigar, por ejemplo, los índices de audiencia de un determina- do  programa de televisión; las tasas de natalidad de un determinado periodo de tiempo; la movilidad escolar por diferentes causas en una zona concreta; las acreditaciones y el rendimiento escolar de un colectivo específico; la frecuencia y los patrones con los que  las familias muestran varios hábitos de consumo alimentario; la frecuencia de reincidencia de la población reclusa que pasa por diferentes programas de reinserción, etc.; entonces tendremos que diseñar nuestro proyecto de investigación desde la vertiente cuantitativa.

En cambio, el enfoque cualitativo pone su énfasis en estudiar los fenómenos sociales en el propio entorno natural en el que se producen. Destaca los aspectos subjetivos de la conducta humana sobre las características objetivas, y explora, sobre  todo, el significado que las acciones tienen para los diferentes actores (Ruiz, 2012, pág. 44). Cuando un investigador pretende entrar dentro del proceso de construcción social, reconstruyendo los conceptos y acciones de la situación estudiada; describiendo y comprendiendo los medios detallados a través de los cuales los sujetos se embarcan en acciones significativas y crean un mundo social; buscando analizar cómo se crea la estructura básica de la experiencia, cómo lo viven, sienten y expresan las personas implicadas en aquel colectivo, entonces privilegiará un estilo de investigación cualitativa.

En el plano metodológico, incorpora decididamente los aspectos subjetivos del quehacer científico, si bien en ningún caso considera que la ciencia pueda tener un estatuto meramente subjetivo (de lo contrario, no podría ser considerada como tal). Desde esta perspectiva, la realidad es una construcción de percepciones intersubjetiva y, por lo tanto, la validez de un conocimiento depende del consenso entre los interpretadores de la realidad. Así, desde esta perspectiva destaca la importancia del contexto para entender cualquier conducta humana.

La investigación cualitativa siempre integrará la intención de obtener una comprensión profunda de los significados y definiciones de las situaciones tal y como las viven e interpretan las personas que forman parte de un entorno social en concreto: esto implica una metodología en la que la interacción más o menos prolongada con nuestros sujetos de estudio es fundamental, cosa que no sucede con la investigación cuantitativa, en la cual la interacción con  los sujetos de estudio es más superficial o, en todo caso, dirigida (por ejemplo, cuando administramos un cuestionario de encuesta).

Ilustrado con ejemplos, el estilo cualitativo nos será sobre todo de utilidad en problemáticas relativas, por ejemplo: al análisis de la construcción de identidades culturales por parte de un colectivo determinado, como los inmigrantes de diferentes orígenes; a la investigación de  las expectativas de  un colectivo de usuarios (abuelos de una residencia, jóvenes de una rincón, usuarios de un centro especial de  trabajo, etc.) respecto a la institución que los atiende; al análisis de las dinámicas y experiencias de segregación escolar entre iguales en los institutos; a la investigación sobre los  procesos de aculturación y de integración de los hijos de parejas mixtas (diferentes nacionalidades), y un larguísimo etcétera.

La investigación cualitativa se considera un proceso activo, sistemático y riguroso de indagación dirigida, en el que se toman decisiones sobre  lo que es investigable mientras esté en el campo objeto de estudio. Combinamos a continuación las aportaciones de Taylor y Bogdan (1986, págs. 20-23)  con las de Arnal (1997, págs. 30-32) para recoger de manera exhaustiva las principales características de esta perspectiva:

• La investigación cualitativa parte de la necesidad de operar en situaciones naturales, puesto que ningún fenómeno se puede entender fuera de sus referencias de espacio-tiempo y de su contexto. El investigador describe el hecho en el que se desarrolla el acontecimiento.

• Los investigadores cualitativos tratan de comprender las acciones y significaciones de las personas dentro del marco de referencia de estas.  Se identifican, empatizan, con sus sujetos de estudio para  comprender cómo ven  las cosas.

• La investigación cualitativa adopta una perspectiva holística. Los problemas sociales poseen un carácter global: las personas, los escenarios y los grupos no son contemplados de forma aislada, sino como un todo, en  el contexto de su pasado y de las situaciones en las que se encuentran.

• No busca la verdad o una moralidad objetiva, sino una comprensión detallada de las perspectivas de todas las personas o grupos implicados en un escenario concreto. Así pues, todas las perspectivas son valiosas.

• La teoría es una reflexión «en» la práctica y «desde» la práctica. La realidad está  constituida por hechos observables, externos, y también por  significados, símbolos e interpretaciones elaborados por el sujeto mediante la interacción con los otros.

· Los investigadores cualitativos son sensibles a los efectos que ellos mismos causan sobre  las personas que son  objeto de estudio. A pesar de que  no puedan neutralizar estos efectos, intentan controlarlos o reducirlos a mínimos, o al menos comprenderlos cuando interpretan los datos.

· La investigación cualitativa tiende a seguir una lógica de interpretación inductiva: los investigadores desarrollan conceptos, interrelaciones y comprensiones construyendo pautas de datos, y no recogiéndolos según modelos, hipótesis o teorías preconcebidas de manera muy cerrada. Por  lo tanto, sigue  un diseño de investigación flexible.

· La selección de la muestra no tiene el propósito de buscar la representatividad. La investigación cualitativa es ideográfica y, por lo tanto, se caracteriza por  estudiar en profundidad una situación concreta.

· Ahora bien, los investigadores cualitativos también tienen que cuidar la validez de sus investigaciones, el ajuste entre los datos y las realidades estudiadas. Un análisis cualitativo no es meramente un escrito impresionista, informal, basado en una mirada superficial, es una pieza de investigación sistemática conducida por procedimientos rigurosos, no  necesariamente estandarizados.

Una vez trazados todos estos rasgos que oponen investigación cualitativa y cuantitativa desde sus tradiciones epistemológicas y filosóficas de anclaje (fenomenología y positivismo), debemos enfatizar, sin embargo, que en la práctica real de la investigación en ciencias sociales, el debate o la confrontación entre tradición positivista y tradición fenomenológica realmente está superado y trascendido por la complementariedad de enfoques: actualmente, la gran mayoría de las investigaciones combinan las metodologías que dan base empírica a una y otra  corriente, es decir, los métodos y técnicas cuantitativos y cualitativos, superando las fisuras  entre los paradigmas clásicos.

En efecto, la mayoría de las investigaciones en ciencias sociales de una cierta envergadura combinan de una forma complementaria la metodología cualitativa y cuantitativa para implementar los diferentes objetivos específicos a partir de  un planteamiento general más amplio, que puede tener un énfasis cualitativo o cuantitativo. Así, los proyectos de corte principalmente cuantitativo pueden ganar en la comprensión de los fenómenos empleando técnicas adicionales cualitativas; así como algunas investigaciones cualitativas pueden tener mayores posibilidades de análisis estructurados y comparados si ciertas variables pueden ser medidas de forma cuantitativa. La realidad social  es tan compleja que  ninguno de los dos enfoques tradicionales de investigación, por sí solo, puede rendir cuentas en su totalidad.

Ya situados en el marco epistemológico y metodológico que hemos desgranado respecto a la naturaleza de la investigación cualitativa, podemos entrar de lleno en el abordaje de las principales técnicas cualitativas que acostumbramos a utilizar en el ámbito de las ciencias sociales, especialmente en proyectos de cariz antropológico y sociológico:

1. La observación participante

La observación participante, la técnica de investigación más empleada por los antropólogos sociales desde una estrategia etnográfica, supone una relación directa y continuada en el terreno con el grupo social o colectivo que  conforma nuestro objeto de estudio. Consiste, pues, en vivir  entre la gente que  se estudia, llegar a conocerlos de cerca, a entender sus formas de vida y de relacionarse, sus prácticas cotidianas y su lenguaje a través de una intensa y continua interacción en  su entorno «natural» de existencia. Por lo tanto, un objetivo fundamental es la descripción de grupos sociales y escenas culturales por medio de la vivencia de las experiencias de las personas participantes en un grupo o institución, con el fin de comprender cómo definen su realidad personal y cómo organizan su mundo. A partir de los datos primarios de la observación, el investigador, o etnógrafo en este caso, trata de reconstruir una imagen global y coherente de las características del grupo que constituye su objeto de estudio.

Esto significa que el etnógrafo conversa con la gente, trabaja con ellos, asiste a sus funciones sociales y rituales y está presente en tantas situaciones como sea posible, aprendiendo a conocerlos en tantos ambientes y desde tantas facetas como se pueda (Berreman, 1968, pág. 337). En la observación participante, interesa tanto o más el proceso que el producto, y, por lo tanto, la propia dinámica establecida entre la persona observadora y las observadas. Este objetivo implica un largo periodo de residencia en una pequeña o delimitada comunidad y el estudio directo de esta, que puede variar de unos meses a incluso años en función de la delimitación y ambición de los interrogantes y la problemática  de investigación, etc.

A pesar de que la observación haya estado muy enfocada desde la antropología  social para la investigación en sociedades exóticas de pequeñas dimensiones (comunidades indígenas en Asia, América, Australia y Oceanía), tiene igualmente mucha utilidad en nuestras sociedades complejas occidentales, en el marco tanto de grupos formales (instituciones y entidades de todo tipo) como  informales (grupos de amistad, grupos de afinidad dentro de una institución más amplia, relaciones entre iguales, etc.). En estos entornos más cercanos, normalmente la observación participante se complementa con otras para triangular los datos obtenidos, a la vez que permite acceder a un tipo de información imposible de obtener con otras herramientas metodológicas. Algunos investigadores (DeWalt y DeWalt, 1998, 2002) sugieren que la observación participante sea empleada como un medio para incrementar la validez de un estudio que ya incorpore otras técnicas como entrevistas, análisis de documentación o encuestas y cuestionarios, puesto que proporciona información de primera mano que ayuda al investigador a tener una mayor comprensión del contexto y del fenómeno de análisis.

Forma parte del entrenamiento del investigador en el proceso de observación estar  atento a aspectos como el escenario físico y la ubicación espacial, las características de los participantes, la secuencia de los sucesos, las formas de acción y de interacción de los participantes, incluso el sentido de cada acto y las emociones expresadas, teniendo en cuenta que muchos de estos  elementos se transmiten o aprehenden por medio de canales de comunicación no verbales.

De acuerdo con Delio del Rincón (1997, págs. 22-23), estas son, para  resumir, las características principales de la observación participante:

1) Proceso abierto y flexible: el problema queda abierto a redefiniciones a partir de la información que se recoge.

2) Realidad social natural: la información se obtiene de una manera espontánea  en un escenario social  intacto, respetando el curso natural de los fenómenos.

3) Estudio profundizado de casos: para describir situaciones sociales o casos concretos, las actividades de las personas implicadas y lo que significan para ellas las observaciones.

4) Captación de la perspectiva de las personas implicadas o participantes.

5) Rol participativo: mientras toma parte, el observador recoge información «desde dentro» gracias a esta participación. No se limita a ver qué pasa,  sino que lo siente y lo percibe como si fuera otro miembro del grupo.

6) Lógica de descubrimiento, que favorece la teorización interpretativa: la observación se orienta a producir conceptos, generalizaciones y teorías a partir de la realidad, y no  tanto a contrastar modelos teóricos previos.

Cuando se diseña un proyecto de investigación y se decide si usar o no la observación como método de recogida de información, se tienen que considerar los tipos de interrogantes que están guiando el estudio, las características de la unidad o unidades de observación, qué oportunidades hay disponibles para el despliegue de la observación, la representatividad de los participantes (la muestra) de la población en  aquel lugar, y las estrategias que hay que utilizar para almacenar y analizar los datos (DeWalt y DeWalt, 2002).

El punto fuerte principal de la observación participante es que nos permite contrastar discursos y prácticas en cuanto a las personas que  forman parte de nuestro objeto de estudio: ¿realmente la gente hace lo que  dice que hace?

En este  sentido, es un complemento perfecto para  otras técnicas como la entrevista, puesto que, además, nos permite una interacción prolongada con  los informantes, nos  posibilita comprender la realidad en los  mismos términos que la viven y expresan, estableciendo puentes de sentido para formular preguntas más afinadas y significativas. La observación permite a los investigadores verificar definiciones de los términos que  los participantes usan en las entrevistas, observar acontecimientos que  los informantes no pueden o no quieren compartir (acceder a la «cultura entre bastidores» del grupo), y contrastar en  su devenir real las situaciones que  estos  han descrito en las entrevistas, descubriendo posibles distorsiones o imprecisiones en las descripciones proporcionadas (Marshall y Rossman, 1995).

Por ejemplo, en una investigación sobre la integración y dinámicas de relación de los niños de origen inmigrante extranjero en la escuela con sus compañeros y con el profesorado, para  tomar, registrar y describir las dinámicas reales de interacción y los patrones de inclusión y exclusión o segregación no bastaría con hacer solo entrevistas al profesorado (o incluso al alumnado, las cuales  tendríamos que adaptar a la edad de los entrevistados), puesto que estos tendrán una visión subjetiva en función de su posición (autoridad adulta) en el escenario escolar y difícilmente revelarán –o serán conscientes– experiencias que pongan en tela de juicio su tarea docente. Se haría imperativa la presencia del investigador para observar y testimoniar de primera mano, y con un posicionamiento lo más distanciado y objetivo posible, las dinámicas realmente presentes en aquel centro escolar.

En resumen, la práctica de la observación participante:

• Ayuda al investigador a comprender cómo se organiza y se relaciona un determinado grupo en su día a día.

•  Proporciona el contraste entre los discursos (recogidos básicamente a través de la entrevista) y las prácticas que configuran la realidad objetiva del grupo en cuestión.

• Brinda la oportunidad de ver comportamientos, actitudes, emociones, ex- presiones, relaciones sociales, etc., en continua interacción y en el contexto en que  se producen.

• Revela aspectos informales, poco conocidos e incluso ocultos de las prácticas  y actividades cotidianas del grupo investigado.

• Reduce la «reactividad» (después del periodo de familiarización) de  los miembros del grupo en nuestra presencia como investigadores.

• Ayuda al investigador a desarrollar preguntas e interrogantes que  tengan sentido desde los parámetros del grupo, que sean culturalmente relevantes.

• Facilita una mejor comprensión de lo que está sucediendo en  el entorno social de la investigación, y otorga más credibilidad a las interpretaciones sobre estas realidades.

Sin embargo, la observación participante tiene importantes limitaciones en términos de representatividad y generalización de las pautas y dinámicas observadas cuando el objetivo requiere información extensiva en una población amplia; o cuando la investigación se orienta a contrastar teorías o a contrastar empíricamente relaciones entre variables. Estos objetivos exigen la medición de variables y la presencia de aspectos más cuantificables (Del Rincón, 1997, pág. 42).

Otra limitación de la observación viene dada cuando el objetivo de investigación requiere recoger reflexiones, valoraciones, posicionamientos y opiniones de las personas participantes en el escenario sobre alguna cuestión expresa o específica, los cuales no es fácil que se den en la interlocución natural del día a día, sino que necesitan ser planteados o preguntados expresamente en  una situación de entrevista.

No tenemos que menospreciar las posibles interferencias y distorsiones que  puede introducir el investigador en el escenario que analiza, puesto que este difícilmente dejará de  ser un actor que puede influir y, hasta cierto punto, modificar dinámicas previas a su presencia en el grupo. Según  cómo nos vean los sujetos que estudiamos (como investigador, curioso, turista, profesor, estudiante, inspector, etc.) y el tipo de relación que establezcamos, obtendremos un grado diferenciado de acceso  al grupo y de información sobre este. En este sentido, tenemos que contar las limitaciones derivadas de nuestras  propias características personales: físicas (edad, sexo, altura, peso, etc.), psicológicas (personalidad), ideológicas y socioculturales.

Las condiciones en las que se lleva a cabo una observación condicionan también los resultados, puesto que la dinámica de la técnica implica la necesidad de hacer elecciones, de establecer limitaciones de carácter temporal, espacial, relacional, etc. Seguramente no podremos estar en todos los contextos, espacios y momentos que  configuran nuestro escenario social, ni tampoco podremos interaccionar con igual  intensidad y grado de confianza con todos los interlocutores, por mucho que  intentemos minimizar los  efectos de nuestra presencia.

Otra limitación proviene del grado de familiarización del investigador con el contexto y el lugar donde se lleva a cabo la observación: si se trata de fenómenos muy cercanos al investigador, este tendrá que explicitar y presentar de forma distanciada determinados hechos y situaciones que desde su experiencia previa consideraría como banales, normales, o ampliamente conocidos; es decir, tendrá que intentar no  caer en el sociocentrismo a la hora de observar y describir. Tendrá que observar con el mismo grado de extrañamiento con el que lo haría si se tratara de un contexto cultural muy alejado del suyo. Como afirma Spradley: «Cuanto más  se sabe de una situación como participante ordinario, más difícil es estudiarla como etnógrafo... Cuanto menos familiarizado estés con una situación social, más  capaz  eres de  ver  las reglas culturales tácitas en funcionamiento» (Spradley, 1980, págs. 61-62). También puede pasar el caso contrario: cuando el contexto cultural analizado es muy innovador o «exótico» para el investigador, el riesgo es «ahogarse» en una descripción inacabable y perjudicar la sistematización y el enfoque del  estudio.  En cualquier caso, el investigador tendrá que preservar un cierto distanciamiento y una objetividad en sus observaciones y descripciones, sin dejarse llevar por la implicación personal derivada de su rol en  el escenario.

2. Las entrevistas cualitativas

La entrevista constituye una de las principales técnicas utilizadas desde los comienzos del siglo XX en la investigación social. Probablemente, también es una de las herramientas para  la recogida y producción de información que más han contribuido a las ciencias sociales y que más han resistido el paso del tiempo. Por este motivo, también ha generado una cantidad ingente de bibliografía metodológica que no hay espacio para reseñar aquí, donde básicamente pretendemos hacer una introducción pragmática del concepto, la utilidad y el proceso de aplicación de la técnica.

Siguiendo a Rodríguez-Gómez (2013, pág. 10), hay muchas definiciones, y muy diferentes, de  la entrevista (por  ejemplo: Albert, 2007;  Massot, Dorio y Sabariego, 2004; Rubin y Rubin, 1995; Ruiz, 2007; Taylor y Bogdan, 1986), pero todas consideran, a grandes rasgos, que la entrevista, en el marco de la investigación social, consiste en un intercambio oral entre dos personas o más, con el propósito de conseguir una mayor comprensión del objeto de estudio, desde la perspectiva del entrevistado o los entrevistados.

De acuerdo con Sandin (1985; citado por Del Rincón, 1997, pág. 43), a pesar de compartir con la conversación la oralidad y la calidad de un proceso bidireccional, la entrevista cualitativa siempre exige un cierto grado de estructuración, una finalidad u objetivo específico y la adopción de roles  también específicos para  la situación de entrevista, los cuales configuran una situación asimétrica en la que la batuta, aunque sea de manera casi imperceptible, la lleva  el investigador.

Todo esto no quita que, en beneficio de los resultados de la entrevista, «el entrevistado debe percibirla como una conversación, sin que se dé cuenta de la estructura de la interrogación, el orden de las preguntas, o los objetivos del entrevistador» (Caplow, 1956, pág. 171). Las entrevistas cualitativas siguen un estilo relativamente informal, que se puede definir como una «conversación con propósito explícito».

La entrevista cualitativa en ciencias sociales permite recoger información sobre  acontecimientos y aspectos subjetivos de las personas: creencias y actitudes, opiniones, valores o conocimientos, que de otra manera el investigador no  tendría a su alcance. Desde la percepción del mismo sujeto, la entrevista añade una perspectiva interna que permite interpretar comportamientos y constituye una fuente de significado y un complemento para  el proceso de  observación (Del  Rincón, 1997, pág. 43). Para Patton (1987), las entrevistas constituyen una fuente de significación y un complemento para el proceso de observación. Gracias a la entrevista, podemos describir e interpretar aspectos de la realidad que no son directamente observables: sentimientos, impresiones, emociones, intenciones o pensamientos, y también acontecimientos que ocurrieron con anterioridad (Del Rincón, ibíd.).

Por lo tanto, si la observación nos permite atrapar el qué de la cuestión (acontecimientos factuales y verbales en el día a día cotidiano, dentro de los escenarios del colectivo o institución que formen parte de nuestro objeto de estudio), la entrevista, además, nos permite acceder al por qué: aumenta nuestro conocimiento del grupo o las personas por las cuales nos interesamos a partir de un contacto más directo e íntimo investigador-informantes, lo que permite profundizar en la comprensión de los motivos, las actitudes, las percepciones y las valoraciones de la gente.

De hecho, la entrevista, más que buscar «información» sobre  hechos (lo cual también se suele hacer), busca un discurso «nativo», es decir, propio del grupo, que los comente, que los valore, que los relacione y contraste con otros, de forma que mediante el discurso el actor nos  revele  sus maneras de categorizar la experiencia (Sanmartín, 2003). En toda entrevista, así pues, obtenemos dos tipos de datos: por un lado, la información concreta que nos proporciona el informante; y por otro, aquella que a través de los contenidos anteriores nos habla de su cultura(en sentido amplio, o colectivo), de sus formas de categorizar su experiencia, sus creencias y valores.

Aun así, no tenemos que confundir las respuestas de los entrevistados con las respuestas a los interrogantes de la investigación; las respuestas fruto de la entrevista se tienen que interpretar y analizar «desde fuera», distanciadamente, teniendo en cuenta el marco teórico que resguarda el objeto de estudio:

«Preguntar, por tanto, no  es pedir a los informantes que  hagan nuestro trabajo o que  nos resuelvan nuestros problemas, sino  establecer un puente o medio a través del cual sea posible ir y venir entre universos culturales. [...] No esperamos que  las respuestas que  los informantes nos den a las preguntas que  eventualmente consten en nuestras entrevistas contesten directamente las preguntas que nos formulamos en un trabajo de campo [...]. Resolver los problemas que en una investigación se plantean no es nunca algo tan simple como comprobar si las respuestas de los informantes confirman o rechazan las hipótesis de partida.» (Sanmartín, 2003, págs.  85-87)

Sucintamente, la ventaja principal de las entrevistas, ya presentada más arriba, es la riqueza de la información que nos proporcionan, y la limitación esencial es la dificultad de extrapolar los datos a otros casos. La entrevista cualitativa es uno de los métodos más utilizados en investigación cualitativa, muchas veces de manera acrítica o poco reflexiva, sin valorar la adecuación real de esta técnica de recogida de datos a las características de la investigación que se quiere llevar a cabo. La elección de cualquier instrumento o técnica para la recogida de datos en nuestro diseño de investigación se tiene que hacer necesariamente en relación con el propósito de la investigación.

De forma más  detallada, éstas serían las principales potencialidades y limitaciones de la técnica (Rodríguez-Gómez, 2013;  Del  Rincón, 1997).

• Añade una perspectiva interna para interpretar los comportamientos exteriorizados. Según  Patton (1987), constituyen una fuente de significación y un complemento para el proceso de observación. Gracias a la entrevista, podemos describir e interpretar aspectos de la realidad que no son directamente observables: sentimientos, impresiones, emociones, intenciones o pensamientos. Tampoco podemos observar circunstancias ocurridas anteriormente.

• Permite la obtención de información rica y contextualizada, desde la perspectiva del entrevistado: la entrevista puede descubrir los aspectos que hay  en las acciones humanas, provoca descripciones detalladas y brinda una comprensión holística de los puntos de vista del  entrevistado. El investigador puede penetrar en la vida de otra  persona y explorarla, de forma que entienda su manera de ver la situación y la realidad social.

• Nos proporciona profundidad analítica respecto a otros tipos de fuentes orales, porque es un instrumento que trasciende la superficialidad de las conversaciones espontáneas.

• Se caracteriza por una interactividad y flexibilidad que permiten reajustar y aclarar preguntas y respuestas.

• Ofrece orientaciones que permiten concretar el diseño o preparar otros instrumentos, como hemos demostrado más arriba.

• Ayuda a diseñar instrumentos cuantitativos como cuestionarios o encuestas,  y también suele proporcionar un complemento o contrapunto contextual y de profundidad a los datos e informaciones obtenidas mediante las técnicas cuantitativas.

Ahora bien, la entrevista también presenta una serie de limitaciones metodológicas:

• El consumo de tiempo que implica en todas las etapas, desde el diseño hasta el análisis de la información. La entrevista exige un esfuerzo de preparación previa y una gran capacidad de adaptación por parte del investigador a la disponibilidad de las personas entrevistadas y, por tanto, implica un gran consumo de tiempo, no solo en su desarrollo sino en el tratamiento posterior de los datos.

• La información verbal (especialmente cuando no hay triangulación con la técnica de la observación) siempre implica un filtraje y, por lo tanto, un sesgo desde la perspectiva de los entrevistados.

• La presencia y tipo de conducción del investigador pueden también sesgar las respuestas hacia aquello «políticamente correcto» o ideológicamente hegemónico.

• La selección de la muestra puede condicionar bastante la cantidad y la calidad de la información obtenida, dado que no todas las personas se expresan del mismo modo ni son  igual  de perceptivas y receptivas.

• La entrevista no tiene capacidad para tomar dinámicas grupales en comparación con los grupos de discusión (que  veremos más adelante). En todo caso, las tenemos que reconstruir a posteriori.

Con el término «entrevista» (cualitativa), hay varias tipologías en función de una serie  de variables como el grado de apertura y de dirección ejercidas por el investigador en sus intervenciones, el grado de sistematización, la profundidad, la finalidad y los objetivos perseguidos, el número de participantes, etc. La modalidad de entrevista que  haya que  utilizar dependerá de los objetivos específicos de la investigación y del tipo de información que se quiera obtener.

Así, por ejemplo, según el grado de estructuración, hablaremos de entrevista estructurada, semiestructurada (o semipautada) y “no estructurada” (las comillas son intecionales):

La entrevista estructurada también es llamada entrevista cerrada, normalizada, estandarizada, formalizada o programada  (Téllez, 2007, pág.  219). Se refiere  a una situación en la que un entrevistador aplica a cada entrevistado exactamente el mismo listado de preguntas preestablecidas con un protocolo prefijado, que se sigue rígidamente. La razón principal de la estructura de las preguntas es la de asegurarse de que todos los  entrevistados responden la misma serie de cuestiones, formuladas en el mismo orden o secuencia, de forma que las respuestas puedan ser lo más comparables que resulte posible. El entrevistador ha sido entrenado para  tratar del mismo modo cada una de las situaciones de entrevista. Prácticamente, se trata de un cuestionario administrado de forma oral. Presupone el conocimiento previo del nivel de información de las personas entrevistadas y la comprensión del lenguaje del guión/cuestionario de manera unívoca.

Esta modalidad tiene la ventaja de que facilita el análisis de la información, ahorra tiempo y permite medir y comparar a los sujetos entrevistados. Como desventaja, tiene la falta de flexibilidad y el problema de la comprensión de las preguntas (Del Rincón, 1997, pág. 44), así como la simplificación de los aspectos que se desea investigar, y la dificultad para registrar preguntas nuevas pertinentes una vez se ha  cerrado el guión o cuestionario.

De acuerdo con Denzin (1970), esta modalidad supone enfrentarse a los retos siguientes:

• Que el estímulo sea el mismo para todos los entrevistados.

• Que sea posible redactar todas las preguntas de forma que tengan el mismo significado para todos los entrevistados.

• Que el orden de las preguntas deba ser el mismo para  todo el mundo, con el fin de conseguir un «contexto equivalente».

Se utiliza cuando queremos obtener información de un número amplio de sujetos, cuando disponemos de poco tiempo o cuando interesa obtener el mismo tipo de respuestas en aras a la comparación posterior, lo que permite la computación cuantitativa de las respuestas (Téllez, ibíd., pág. 220). Las preguntas pueden ser de diferentes tipos: abiertas o cerradas, y en este caso tanto dicotómicas como de elección múltiple, y en su formulación se deberán tener en  cuenta normas similares a las que habitualmente se indican para  los cuestionarios.

Por su parte, la entrevista semiestructrurada o semipautada, muy utilizada en el ámbito antropológico, constituye un tipo de entrevista a medio camino entre el anterior y la “no estructurada”. Exige la elaboración de un guión de preguntas o cuestiones que hay que tratar, es decir, se determina anticipadamente la información que se desea obtener, pero puede incluir cuestiones más abiertas y permite alterar la secuencia de las preguntas según la dinámica de la entrevista. Es flexible y posibilita más naturalidad, lo que  da la oportunidad de recibir más matices en las respuestas. Por lo tanto, hay un cierto grado de «estandarización» dada la focalización en unos mismos bloques de información en todas las entrevistas, pero se relaja la programación y la formulación de las preguntas, las cuales podrán ser flexibles y entrelazables de forma adaptada a cada entrevistado, y además, se pueden formular nuevas preguntas no  previstas en el guión.

La entrevista semipautada, sin embargo, requiere de una gran atención por parte del investigador para  poder canalizar y controlar el abordaje de los pun- tos temáticos del guión (es recomendable, en este sentido, llevar el guión prácticamente memorizado), a la vez que tiene que identificar y aclarar posibles ambigüedades y malentendidos en la formulación de los temas de conversación. Por el contrario, el entrevistador tiene la libertad de plantear la conversación como desee, efectuar las preguntas que crea oportunas dentro de cada tema o subtema, pedir aclaraciones al entrevistado cuando no  entienda algún punto, o profundizar en algún otro cuando le parezca necesario, de modo que se establece un estilo propio de conversación para cada  entrevista.

En lo que respecta a la entrevista no estructurada, aunque la denominamos «no estructurada», esta modalidad igualmente requiere un guión mínimo o esquema de temas y cuestiones que  hay  que tratar, puesto que siempre hay un plan, un diseño previo del investigador en relación con lo que se pretende investigar. Se caracteriza por ser la modalidad que deja un mayor margen de libertad a la iniciativa de  la persona interrogada: es decir, un elevado grado de  flexibilidad y adaptación a las necesidades de la investigación y a las características de los sujetos. Las preguntas suelen ser de carácter «abierto», y el entrevistado tiene que construir la respuesta, respondiendo de manera exhaustiva, con sus propios términos y dentro de su marco de referencia. Tiene también la ventaja de facilitar que el entrevistador se muestre sensible a las diferencias individuales y a los cambios situacionales. Las cuestiones se pueden individualizar para poder llegar a un nivel de comunicación más profundo.

En contrapartida, sin embargo, exige más preparación por parte del entrevistador para conducir las entrevistas y más conocimiento en profundidad sobre la temática abordada, requiere más tiempo, y es más difícil la comparación de las respuestas entre entrevistados/as. Además, está más  expuesta a los efectos que puede causar la relativa habilidad social de cada entrevistador.

Una última modalidad de entrevista que de hecho puede constituir, en función del grado de profundidad con el que sea aplicada, una técnica independiente, es la entrevista biográfica o historia de vida. La perspectiva biográfica tiene en cuenta las relaciones entre pasado, presente y futuro, nos permite explorar la intersección entre individuo y sociedad e interpretar las dinámicas de cambio y continuidad que tienen lugar en el seno de los procesos de integración social. En este sentido, la noción del  individuo como agente social es clave, puesto que asumimos que los sujetos tienen un papel activo en las sociedades en las que viven y su conocimiento y experiencias son un recurso indispensable para el estudio de estas sociedades (Torrabadella y Tejero, 2005).

Para que tenga sentido la aplicación de este tipo de entrevistas, el interés biográfico debe formar parte constitutiva de una parte como mínimo (o de la totalidad) del objeto de estudio. Por ejemplo, si nos interesa analizar cómo se organizó el movimiento feminista durante la transición democrática y las motivaciones de las mujeres que participaron en el mismo, será muy útil incluir historias de vida a partir de la muestra como técnica pertinente dentro del diseño de la estrategia metodológica.

En realidad, la historia de vida es un término empleado para describir tanto la narrativa vital de una persona recogida por el mismo investigador a través de la técnica de la entrevista, como la versión final elaborada a partir de esta narrativa, más el conjunto de registros documentales y entrevistas a personas del entorno social del sujeto biografiado que permiten completar y validar el texto biográfico inicial.

Podemos recoger y analizar la totalidad de la historia de vida («historia de vida total»), o focalizar los aspectos, relatos biográficos, que estén más directamente vinculados a la temática que queremos investigar (historia de vida temática). En este segundo caso, tendremos que llevar un guión más detallado y elaborado que en el primero, en el que dejaremos más libertad de conducción a la persona biografiada.

En una entrevista biográfica, se invita a la persona a relatar su trayectoria biográfica en forma de historia, de forma que (Schütze, 1977; citado por Torrabadella y Tejero, 2005):

• Por un lado, el biógrafo (persona entrevistada) construya una historia a partir de una selección de hechos o acontecimientos que han sucedido a lo largo de  su vida y los ordene de una forma significativa para él desde el presente.

• Por otro lado, los califique, dé un valor interpretativo a estos hechos o acontecimientos. La recuperación de palabras o expresiones utilizadas por el biógrafo durante la narración inicial es un elemento clave para poder mantener y respetar el sistema de relevancia narrativa (Torrabadella y Tejero, 2005). Es trabajo del investigador detectar y dar significado sociológico/antropológico a estas expresiones y sus significados implícitos.

Debemos tener presente que narrar una historia de vida no es solo recordar, sino  que  se trata de una reconstrucción del significado del pasado desde un punto de vista  presente; de hecho, de manera más profunda, las entrevistas biográficas sirven en muchas ocasiones para proporcionar un significado al pasado con vistas a dar sentido al presente, a la vida actual de esa persona. La tarea del investigador es seguir una lógica análoga a la de los biógrafos: del mismo modo que el ejercicio biográfico de la persona entrevistada es interpretativo y constructivo, el del investigador es hermenéutico y reconstructivo, puesto que en las historias de vida no solo se recogen/construyen relatos personales individuales, sino que se muestran estructuras lógicas (inconscientes) de significación colectiva que tenemos que  captar y analizar de forma contextualizada (Torrabadella y Tejero, 2005).

2. Los grupos focales o de discusión

Los grupos focales o de discusión se suelen considerar como una «técnica específica dentro de la categoría más amplia de entrevistas grupales orientadas a la obtención de información cualitativa» (Morgan, 1988, pág. 12). Al igual que las entrevistas, el investigador analiza los discursos de los participantes, de forma que las opiniones individuales se consideran articuladas con el orden social y las subjetividades culturales del grupo analizado. Lo importante, sin embargo, no es la alternancia entre las preguntas del investigador y las respuestas de los participantes en la investigación, sino  la dependencia de las interacciones dentro del grupo, basada en los temas que proporciona el investigador, que típicamente hace de moderador. Adoptan, por lo tanto, la forma de una discusión abierta basada en  una guía de preguntas, con  el fin  de obtener percepciones e ideas sobre  un tema de interés a partir de la comunicación entre los participantes (Kitzinger, 1995; Litosseliti, 2003; Morgan, 1996; citados por Fàbregues y Paré, 2010, pág. 9). Es una técnica interactiva, en tanto que la información generada surge de las dinámicas de grupo entre los participantes.

Así, a la hora de aplicar un grupo de discusión, el investigador crea una situación artificial cuya finalidad es registrar, asistir y analizar los procesos de negociación y de juego de gestión de las diferencias entre los participantes. El objetivo es captar las representaciones sociales de un colectivo determinado por la vía del consenso o del conflicto entre los sujetos informantes seleccionados. (Téllez,  2007, pág. 254). En esta técnica, es esencial el papel del investigador como moderador, cosa que exige  cierta pericia para encontrar un equilibrio entre controlar la dinámica de las intervenciones y las  preguntas y, al mismo tiempo, hacerse notar lo mínimo posible en el transcurso del coloquio.

La mayoría de los metodólogos que se han referido a ello (en este caso nos remitimos a Morgan, 1998) distinguen estas modalidades básicas de  grupos de discusión:

Grupos focales: Esta técnica es la que más se acerca a lo que entenderíamos por «entrevista en grupo», acentuando la interacción con el moderador. En su desarrollo, el moderador controla la participación de cada uno de los asistentes, e incluso en ocasiones se les pide que contesten algunas preguntas de forma aislada, sin diálogo ni interacción.

Este tipo de grupos se usan sobre todo en proyectos de carácter exploratorio o preparatorio (familiarización con el tema, prueba de cuestionarios, valoración de reacciones a un producto en estudios de mercado, etc.). El lugar habitual de  la realización es en  escenarios formales (no  naturales) de entrevista, y el estilo de moderación es semidirigido o dirigido, y el formato de entrevista y la interrogación son bastante estructurados.

Grupos de discusión propiamente. Este es el tipo que ofrece más profundidad en términos cualitativos. Acentúa la apertura y la interacción entre los participantes más que el papel moderador del investigador. El propósito principal es asistir, registrar y analizar los procesos de negociación y de juego de gestión de las diferencias entre los participantes. El grupo de discusión es en sí mismo un artificio que  el investigador construye para poner en juego las representaciones, opiniones, actitudes, comportamientos, sistemas simbólicos, relaciones de poder y negociaciones a través de los cuales se llega  a un cierto consenso o a polarizaciones en las posturas y concepciones de los participan- tes  (Téllez, 2007).

Grupos brainstorming (lluvia de ideas). Esta técnica de entrevista grupal hará hincapié en la creatividad y la generación de nuevas ideas, a partir de un tema o cuestión que el entrevistador (moderador) plantea a un grupo de personas. La definición típica que se hace de esta técnica subraya su propósito exploratorio, como en los grupos focales. Sin embargo, se diferencia de estos en que el moderador adopta un papel más pasivo y no existe una estructuración de preguntas; y por otro lado, se puede hacer tanto en  escenarios formales (preparados para la ocasión) como naturales (aprovechando el entorno habitual de residencia o trabajo) de los participantes (Frey y Fontana, 1993, pág.  30).

Grupos nominales y Delphi. Se trata de una técnica cuyo carácter grupal deviene sui generis, puesto que las «entrevistas» acostumbran a hacerse sin que los miembros de los mencionados «grupos» se vean físicamente. Generalmente, el investigador hace una primera ronda de entrevistas individuales con cada miembro. Después, en  sucesivas rondas de entrevista individual, ofrece a cada entrevistado un resumen de  las respuestas dadas por los otros miembros del grupo, con el objetivo de captar consensos y divergencias. Hay otra modalidad, en la que se reúne a los miembros del grupo, pero se les exige responder por turnos a las respuestas del investigador, sin permitir que interactúen espontáneamente (Stewart y Shamdasani, 1990, pág. 22).

Fàbregues y Paré (2010, págs. 9-11) resumen los usos más habituales de  los grupos de discusión en ciencias sociales a partir de las aportaciones de Krueger y Casey (2008); Litosseliti (2003) y Wilkinson (1993). Seleccionamos estos como los más  relevantes:

1) Obtener un marco general de información sobre un tema de interés a partir de los  puntos de vista, actitudes, pensamientos, respuestas, motivaciones y percepciones propios de los participantes. La aplicación de  la técnica parte del  supuesto de que las actitudes y los pensamientos de los participantes sobre diferentes temas no se generan de manera aislada, sino a partir de la interacción con otras personas, es decir, en contextos sociales.

2) Estimular la generación de ideas más elaboradas o nuevas ideas y de conceptos creativos, a partir de las sinergias que emergen en la situación de grupo. Las interacciones que se producen en el grupo de discusión animan a los participantes a desarrollar y elaborar sus explicaciones en respuesta al acuerdo o el desacuerdo con  otros miembros del grupo.

3) Investigar fenómenos delicados y controvertidos, así como temáticas complejas y sensibles. Poder compartir experiencias de dolor o emocionales  –como, por ejemplo, la violencia de género o enfermedades estigmatizadas– con otros individuos fomenta que los participantes del grupo, incluso los más  reservados, expliquen detalles de sus vivencias que  con otra  técnica de recogida de datos no explicarían.

4) La diagnosis asociada al diseño e implementación de programas y servicios de carácter público y privado, incluyendo los aspectos de evaluación. Así, por ejemplo, los grupos focales y de discusión tanto con técnicos de la Administración pública implicados en un servicio educativo, sanitario, asistencial, etc., como con  usuarios de  este servicio, pueden ser capitales para elaborar una buena diagnosis que detecte carencias y puntos fuertes en  las políticas desarrolladas (por ejemplo, un plan para  la infancia y las familias, o un plan de nueva ciudadanía, o un programa de  ocio dirigido a adolescentes y jóvenes, etc.) por el sector.

La ventaja principal del grupo de discusión en comparación con la observación participante es la posibilidad de observar un grueso amplio de interacciones sobre un tema, en un periodo reducido y de una manera controlada y estructurada por  el investigador (Hughes y DuMont, 1993; Morgan, 1997). Aun así, esta fortaleza puede ser vista también como una debilidad, en la medida  en que la dirección ejercida por el investigador actúa en detrimento de la naturalidad de la información recogida (Fàbregues y Paré, 2010).

Respecto a la entrevista individual, el grupo de discusión tiene la ventaja de que ofrece la oportunidad de observar la interacción, los consensos y divergencias generados en  torno a un tema (Hughes y DuMont, 1993; citados por Fàbregues y Paré, 2010). En este  sentido, por su propia dinámica, ofrece  más espacio para  que  los participantes expresen opiniones fuera  de la norma o que difícilmente surgirían en una interlocución solo con el investigador. También obtenemos una evidencia directa de las similitudes y las diferencias entre las opiniones de  los participantes.

El grupo de discusión es una herramienta perfecta para poder triangular información: con este, se pueden contrastar ciertos tipos de información que los participantes nos han transmitido previamente de manera individual. Cuando se ponen en común las diferentes experiencias, podemos calibrar hasta qué punto nos encontramos ante un patrón generalizable o más bien idiosincrásico. (Téllez, 2007, pág. 261). También suele ser bastante elegido por su coste relativamente reducido: especialmente cuando se aplica desde una perspectiva de grupo focal, permite obtener un mayor número de entrevistas, de  casos,  de una sola vez. Finalmente, otra  razón que contribuye a la superioridad del juicio grupal sobre el individual es la posibilidad de integrar en el grupo elementos directamente implicados en  los problemas que  se tratan de resolver (investigación-acción). En ocasiones, cuando se trabaja en problemas sociales, de diagnóstico, previsión, o de cualquier otro tipo, la colaboración de los verdaderos «actores» es clave para comprender exactamente la naturaleza del problema (Landeta, 1999, págs.  22-25).

Aun así, la técnica del grupo de discusión presenta también varias limitaciones:

La complejidad de la tarea de moderador que hace el investigador: el moderador tiene que estar más atento a su actividad, ante la mayor apertura que representa la situación de grupo en comparación con una entrevista  individual. La concentración en la tarea de conducción, que de por sí ya requiere bastante habilidad por parte del investigador, a menudo dificulta la recogida simultánea de notas durante la sesión y el control de la calidad de la grabación, por  lo cual suele  precisar el apoyo de alguien que  haga de auxiliar tomando notas de las intervenciones y comprobando el estado de la grabadora o el vídeo.

Las dinámicas interactivas en el grupo de discusión pueden estar sesgadas por la influencia de las intervenciones de un participante muy dominante o con mucho carisma. Todo esto puede dar lugar a algunas deficiencias, como desviaciones en el discurso, silenciamiento o inhibición de algunos de los participantes, o la aparición de temas irrelevantes, que requieren al moderador para mantener la discusión centrada en  el tema.

A esto se añade que de grupos formalmente muy similares, análogos, pueden resultar dinámicas muy diferentes entre sí. Cada grupo, de hecho, tiende a mostrar características únicas: mientras uno de los grupos homólogos puede resultar letárgico, aburrido y poco estimulante, el siguiente, seleccionado con  los mismos criterios, puede en cambio mostrarse efervescente, creativo y vigoroso en sus aportaciones.

Por último, una limitación todavía más seria es la posibilidad, si no elaboramos un buen guión y no conseguimos un clima de confianza mínimo, de que los informantes no manifiesten sus verdaderas opiniones sino aquellas que consideran que se espera de ellos, por su condición, su estatus en la comunidad, el género, la edad, etc. Es decir, puede ocurrir que  solo expresen aquello «políticamente correcto» en presencia de los otros miembros del grupo.

Con esta última técnica concluimos el resumen de La práctica de la investigación cualitativa en ciencias sociales y de la educación, no sin advertir de la recomendación de “triangular”, es decir, aplicar de forma combinada siempre que sea posible, este repertorio de herramientas para la recogida (o “construcción” si nos adscribimos a una perspectiva fenomenológica más comprometida) de información o “datos” en la investigación social. Sin olvidar que, como advertíamos más arriba, antes de entrar de lleno en las técnicas, la inclusión de datos cuantitativos que como mínimo enmarquen contextualmente todo el corpus de información cualitativa, resulta imprescindible en cualquier proyecto de investigación en ciencias sociales, beneficiándose de la complementariedad de perspectivas de análisis que favorece en aras a la validez y el rigor de los resultados.

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