La "Ampelkoalition" (o la "Coalición semáforo"). El aspecto verde dentro de la economía alemana: implicaciones. Parte-2

Recordemos, que en la Parte-1 de este análisis recogíamos el propósito de SPD, FDP y Verdes de adelantar a 2030 la descarbonización de la economía alemana, en lugar de alargarlo hasta 2038.

El punto de partida la Ley Federal del Clima de 2019 y la sentencia del Tribunal Constitucional de abril de 2021

El Tribunal Constitucional alemán, con sede en Karlsruhe, emitía el pasado 29 de abril de 2021 una sentencia por la que afirmaba que la ley de protección climática de Alemania no es lo suficientemente amplia, y fijaba el plazo para el gobierno hasta fines del año 2022 para establecer los objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero después de 2030.

Dado que la Ley de Protección del Clima del 12 de diciembre de 2019 solo prevé medidas para reducir las emisiones hasta 2030, los peligros del cambio climático se pospondrían para períodos posteriores y, por consiguiente, a expensas de la generación más joven.

El Tribunal Constitucional alemán afirmó que la ley no violaba en sí misma los derechos de las generaciones futuras, pero que no incluía disposiciones suficientes para una reducción efectiva de las emisiones de dióxido de carbono a partir de 2031.

La ley compromete, en su redactado, a Alemania a garantizar que para 2030 las emisiones de dióxido de carbono sean al menos un 55% más bajas que en 1990, y que casi no se emita dióxido de carbono para 2050. La ley fue impugnada por cuatro demandantes, incluido Becksen, con el respaldo de grupos ambientalistas como Greenpeace y el movimiento Fridays for Future, inspirado abiertamente en la adolescente Greta Thunberg, además de otras organizaciones, como la Asociación de Financiamiento de Energía Solar de Alemania, la Federación para el Medio Ambiente y la Conservación de la Naturaleza de Alemania (BUND), Deutsche Umwelthilfe, Germanwatch y Protect the Planet. Ese grupo de adolescentes y jóvenes alemanes planteaba en febrero de 2020 un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley Federal del Clima, dos meses después de su entrada en vigor, por violación de derechos fundamentales reconocidos en su Constitución. Sus reclamaciones se fundamentaron principalmente en la violación del derecho fundamental a la dignidad humana recogido en el artículo 1 de la Constitución; el derecho a la vida y a la integridad física reconocido en el artículo 2; y, la obligación de proteger los fundamentos naturales de la vida en responsabilidad para las generaciones futuras, reconocido en el artículo 20a.

El Tribunal Constitucional alemán declaraba que el legislador no ha infringido su deber constitucional de proteger a los recurrentes de los riesgos producidos por el cambio climático, ni había fallado a la hora de satisfacer la obligación de proteger a las generaciones futuras al establecer el objetivo de reducción y los presupuestos de carbono recogidos en la Ley climática. Pero sí que consideró que las disposiciones recurridas suponen una vulneración de las libertades de los jóvenes y adolescentes porque imponen, de forma irreversible, las principales cargas de reducción de emisiones en períodos posteriores a 2030, con lo que, a juicio del Tribunal Constitucional, el artículo 20a de la Constitución obliga al legislador a proteger el clima y a aspirar a la neutralidad climática. Además, declaró que ese artículo «es una norma jurídica ejecutable que pretende vincular el proceso político en favor de las preocupaciones ecológicas, también teniendo en cuenta a las generaciones futuras que se ven especialmente afectadas».

Adelantar de 2038 a 2030 la descarbonización de acuerdo con el acuerdo de coalición

Alemania, si desea cumplir con esa hoja de ruta, tendrá que poner fin, en tan sólo ocho años, a sus centrales eléctricas de carbón hulla y lignito, que a día de hoy cubren el 25% de sus necesidades eléctricas, y que se encuentran entre los elementos que mayores emisores de gases de efecto invernadero ocasionan, partiendo del principio de que el crecimiento del país ha dependido hasta ahora del carbón.

La cuestión implica un giro muy interesante y plantea un desafío relevante, y más cuando sabemos que Alemania abandona al mismo tiempo la energía nuclear, que produce el 12% de su suministro de electricidad y sus necesidades eléctricas aumentarán de 580 a 680-750 TWh en 2030, lo que corresponde a un aumento del 30%.

La transición energética, Energiewende en alemán, viene como resultado de una política implementada hace más de veinte años. La coalición entre SPD y los Verdes dio lugar a la ley EEG en el año 2000, por la que se creaba un marco regulatorio muy estable para las energías renovables, que no ha sido modificado por sucesivos gobiernos, ofreciendo buena visibilidad en los ingresos durante muchos años y por lo tanto convincente tanto para bancos como para financiadores.

Una de las principales medidas de apoyo es el precio de compra garantizado, un mecanismo mediante el cual un productor de energía renovable venderá su electricidad a un precio predeterminado y estable, independientemente de las fluctuaciones del mercado. Esta política se financia con las facturas de la luz, pero tiene una aceptación bastante amplia, entre otras cosas porque las poblaciones están asociadas a ella, ya que la mitad de las capacidades de producción de electricidad renovable instaladas son propiedad de particulares, bien se trate de una familia con un panel fotovoltaico en el techo de su hogar o bien de cooperativas ciudadanas que poseen un parque eólico en el territorio municipal. El resultado es que una parte considerable de la población percibe directamente los beneficios económicos de esta transición.

La razón del éxito de las energías renovables resulta ser, desde luego su competitividad. El mercado de la electricidad opera sobre la base de costos marginales. Cuando la demanda actual aumenta, se recurre a los medios de producción que presentan el costo marginal, es decir, el costo de producción de un MWh adicional, el más bajo. Sin embargo, para un panel solar o una turbina eólica, esto es casi cero, a diferencia del carbón o el gas donde se requiere combustible, entre otras cosas.

Por consiguiente, durante esta última década, el mix eléctrico alemán ha experimentado una profunda transformación. El carbón y la energía nuclear han pasado del 43% y el 25% al ​​24% y el 12% respectivamente entre 2010 y 2020. Esta es la consecuencia de un doble objetivo: eliminar gradualmente la energía nuclear en 2022 y el carbón en 2038 (ahora con el acuerdo de coalición en 2030). El conjunto será reemplazado en gran medida por renovables.

Aunque hasta ahora el esfuerzo se ha basado principalmente en centrales eléctricas a base de carbón, y aquellas que usan lignito han disminuido menos y ahora proporcionan dos tercios de la producción a base de carbón (y el 16% de la combinación total de electricidad). Sin embargo, el lignito emite más gases de efecto invernadero que la hulla. Esto se debe a que Alemania tiene minas de lignito de gran superficie, a diferencia del carbón importado. Es una ventaja económica para Alemania, pero también una trampa medioambiental, ya que el lignito se encuentra disponible bajo tierra a poca profundidad, su extracción es menos costosa. Sobre todo, la explotación de este recurso es una fuente de empleo, especialmente en los Länder orientales, las regiones más pobres del país.

Las necesidades de infraestructura del país para implementar esta transición son considerables. Según la hoja de ruta, Alemania tendrá estos próximos años que equiparse con centrales eléctricas de gas totalmente actualizadas, construir más de mil nuevas turbinas eólicas cada año (el 2% del territorio estará reservado para turbinas eólicas terrestres) o incluso permitir el uso de todas las superficies de techo adecuadas para desarrollar la energía solar.

En 2030, el desarrollo masivo de la capacidad de producción de electricidad alemana debería alcanzar los 200 gigavatios para la energía solar, duplicando los 100 gigavatios en la actualidad, 100 gigavatios para la energía eólica terrestre (alrededor de 75 gigavatios hasta la fecha) y también 30 gigavatios para el hidrógeno, haciendo que se alcance el objetivo de cubrir el 80% de las necesidades eléctricas del país a partir de energías renovables a esta fecha, ante el 51% actual. Teniendo en cuenta, adicionalmente, la neutralidad de carbono para 2045.

"Idealmente"

"Idealmente" es la cláusula de reserva expresada en el acuerdo de coalición, que pasamos por alto. Profundicemos algo más en que se oculta tras ese adverbio, "idealmente".

La conclusión que surge es clara: estos compromisos, presentados como una victoria de los Verdes para vender a sus bases y que apoyen el acuerdo de coalición, son una de las bases para construir cierta esperanza de una transición energética eficaz en Europa. Sin embargo, la expresión "idealmente", sugiere que sólo se cumplirán si las condiciones lo permiten.

¿El propósito? El futuro gobierno alemán expresa reservas porque confía en esta transición a la inversión privada, fruto de la anquilosada y totalmente fuera de lugar en este mundo, doctrina económica de la transición ordoliberal de los años 50 del pasado siglo XX a la abiertamente neoliberal, de la que Alemania es adalid y firme defensor. El neoliberalismo es una forma de generar beneficios, las fábricas importarán o no importarán dependiendo de los intereses de su establishment. China es neoliberal y Alemania también lo es, con el principio industrial, ya que ambos se posicionaron desde dos perspectivas diferentes en el contexto que siguió a los años 90 del pasado siglo XX, y anteriormente Alemania lo hizo desde el abandono del patrón oro por parte de Estados Unidos, al que contribuyó.

Los Verdes por su parte habían hecho campaña para asegurarse una dotación clara de 50.000 millones de euros anuales para lograr sus objetivos, pero este contrato de coalición carece por completo de cualquier inversión cuantificada. ¿Qué quiere decir?

En palabras de Shahin Vallée, economista de la London School of Economics:

Esto sugiere que una gran parte del financiamiento provendrá de instrumentos fuera de balance (PPP, préstamos KfW) y pesará tanto en el multiplicador fiscal interno como también limitará la capacidad de otros gobiernos europeos para hacer lo mismo.
La dependencia de Kfw, en particular para ayudar a la transición energética del sector privado y el uso de contratos por diferencia para nuevas inversiones en energía renovable, van en la dirección de minimizar la huella de inversión pública. El acuerdo actual parece esperar financiar una parte de la transición verde bajo el techo de deuda creado por la legislación de emergencia COVID y, por lo tanto, no aumentar el endeudamiento actual planeado.
Esto es potencialmente preocupante porque sugiere que Alemania se está preparando para reintroducir el freno del PEC / Deuda. Pero existe un debate legal sobre si esto no enfrentará un desafío legal. De hecho, mientras que el Bundestag se votó a favor de este aumento excepcional de la deuda. Se destinó a gastos relacionados con COVID, no está claro que se pueda redirigir. En cualquier caso, el uso de esa técnica sugiere una voluntad muy limitada de expandir el espacio fiscal de Alemania bajo el freno de la deuda.
Después de perder el Ministerio de Finanzas, los Verdes también parecen haber perdido la batalla por un claro compromiso de inversión verde.

No cabe duda de que la inclusión de Christian Linder, liberal y ferviente partidario del rigor presupuestario, al frente del Ministerio de Hacienda, que desde 2018 ocupaba Olaf Scholz, tiene mucho que ver en ello.

Los Verdes aspiraban a ganar esta cartera, no obstante, al situar a Robert Habeck al frente del Ministerio de Economía, Energía y, a partir de ahora hay que añadir, Protección del Clima, podrían ejercer un contrapeso, y de hecho realmente no está nada mal... aunque no podrán oponerse a la vuelta del "freno de la deuda", un principio consagrado en la Constitución desde 2009 y que prohíbe al Estado federal endeudarse más del 0,35% del PIB, tras liberarse de este freno durante tres años debido a la pandemia de Covid-19, Berlín planea volver a un presupuesto equilibrado a partir de 2023. Una situación que conviene tener clara en Europa, y sobre la que Francia e Italia en su acuerdo del Quirinal ya han hecho una lectura. Alemania aún no ha hecho la lectura que debe hacer acorde con los tiempos, claro que para eso hay que hablar de planificar, federalismo europeo, crear un cuerpo tractor en el sector privado a escala europea, poner la brújula y cuantos medios sean precisos para impulsar con fuerza y determinación hacia la construcción de Europa como Superpower en un mundo que sólo admite Superpowers, y eso es algo que sólo podemos ser los europeos juntos, y sin una multiplicación de empresas y corporaciones, muy a menudo opuestos entre sí y que, como dice el evangelio de Lucas capítulo 11:

Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae

Sobre cómo financiar la transición cualquier sistema de producción eléctrica recomiendo la lectura de este artículo. En él se establecen 5 puntos, entre los que invariablemente, como sucede siempre, el Estado y el marco referencial europeo tienen el elemento de impulso financiero y legal clave. Va siendo hora que digamos unas cuantas cosas claras: por ejemplo, es un mito sin ningún fundamento que el sector privado cree nada. Es el elemento tractor que aprovecha lo que el Estado crea. Un mito, muy interesado, que no se sustenta en la evolución histórica ni en la práctica diaria, de los que hablaremos desde el Instituto Symposium.

Afrontar la cuestión

Sobre el dilema de desarrollar energías renovables recurriendo al sector privado y si es posible o no, cabe pensar en que sí podría ser posible, pero es totalmente necesario el que existan fuertes incentivos para que los principales grupos productores de electricidad alemanes, que sería el caso de EnBW, E.On, RWE, pasen a asumir los costes de inversión con la finalidad de propiciar la creación de nuevas centrales eléctricas de gas.

Si no se puede financiar la transición con los fondos propios de Alemania, Christian Lindner prometió que se haría todo lo posible para crear las condiciones administrativas, legales y digitales capaces de "dar rienda suelta a la inversión privada".

Con este fin, una gran parte de los proyectos serán financiados a través de organismos estatales como el banco público, el Kreditanstalt für Wiederaufbau (KfW, que he mencionado más arriba al citar a Shahin Vallée, y que es una entidad de crédito para la reconstrucción, cuyo equivalente sería el BPI francés), el Fondo de Energía y Clima o incluso el Deutsche Bahn para el desarrollo del ferrocarril. De hecho, sus préstamos se registran fuera del presupuesto, y esto es clave a la hora de aceptarlo Lindner.

Esta cuestión podría funcionar también a nivel de Europa. De hecho, creo haber identificado una tendencia al respecto. Pero partamos de las evidencias y no de las proyecciones negativas o extremadamente positivas. Conviene que hablemos, y señalemos, una entrevista algo reciente donde deja entrever que podría estar abriéndose a una revisión de las reglas fiscales, y es lógico porque de lo contrario Alemania, y luego cada uno de nosotros, uno detrás de otro, se ve abocado al 100% al fracaso. También se ha filtrado que el tripartito estaría barajando impulsar la creación de un fondo europeo similar al plan de recuperación Next Generation EU, pero dedicado a la lucha contra el cambio climático, algo sobre lo que Lindner podría mostrarse de acuerdo, ya que no computaría como deuda nacional y políticamente a Los Verdes les resultaría muy difícil no aceptarlo.

Desde la perspectiva europea, y dentro del contexto anunciado en documento de la Comisión Europea, 26 Estados miembros y Noruega e Islandia han firmado una declaración para acelerar el uso de tecnologías digitales verdes en beneficio del medio ambiente. Desplegarán e invertirán más tecnologías digitales ecológicas para lograr la neutralidad climática y acelerar las transiciones ecológicas y digitales en sectores prioritarios en Europa, por ejemplo, utilizando los fondos Next Generation EU (NGEU) e Invest EU. Así, el Fondo de Recuperación y Resiliencia (RRF) es el componente más grande de Next Generation EU, el instrumento histórico de la Unión Europea para la recuperación de la pandemia de coronavirus, que según estamos viendo con lo sucedido en China (y en otras partes) y con el impacto que estamos constatando y del que hablé con detenimiento el lunes pasado en "El Trazo de Kalamos". El RRF proporcionará subvenciones por un valor máximo de 312.500 millones de euros a precios de 2018, o 338.000 millones de euros a precios corrientes, y préstamos por un valor máximo de 360.000 millones de euros a precios de 2018 o 390.000 millones de euros a precios corrientes. Los países de la UE deben presentar planes nacionales de recuperación y resiliencia que describan las reformas y los proyectos de inversión pública que planean implementar con el apoyo del RRF. Al respecto, y para ampliar información, aconsejo la consulta de este documento publicado por Bruegel, y actualizado a fecha de 1 de diciembre de 2021. De hecho, Europa se prepara para acelerar la emisión de bonos verdes a 500.000 millones de euros en 2022, lo que supone nueva emisión por unos 100.000 millones de euros en bonos verdes, un incremento de un 25%, así como es probable que la emisión de bonos sociales crezca entre 25.000 millones de euros y 200.000 millones de euros en 2022, mientras que es probable que la emisión de bonos de sostenibilidad crezca entre 55.000 millones de euros y 200.000 millones de euros. Es por esto por lo que me pregunto si estos tipos de bonos no estarán sustituyendo de facto a los bonos del Tesoro en Europa.

Volviendo a Alemania, ¿cómo funcionará este aspecto en la República Federal? Creo que resulta algo difícil de anticipar. Pero voy a intentarlo. Se me ocurre que quizás el KfW debería aplicar tipos de interés más bajos para los productos libres de carbono con el fin de fomentar la inversión, aunque nada se especifica sobre las condiciones para el abandono de las centrales eléctricas de carbón, mientras que la más reciente, DatteIn 4, con una capacidad de 1.100 megavatios, fue puesta en servicio en 2020. Con lo que sería la subida de los precios del carbono, tal y como este excelente artículo de Alternatives Economiques muestra, lo que debería permitir su desconexión de la red, simplemente porque su operación ya no será rentable. Además, el 80% de las inversiones en descarbonización actualmente no son ventajosas, según un estudio del BDI.

Los negociadores de la coalición también han encontrado otra forma, quizás algo más controvertida, para poder generar más margen fiscal: canalizar los fondos no utilizados del presupuesto de emergencia vinculado a la pandemia de Covid en inversiones para el clima y la transformación digital de la economía mundial. Pero esto estaría sujeto a la conformidad del poder judicial, ya que se supone que la posibilidad de desviarse de las reglas se relaciona sólo con las medidas para hacer frente a la crisis de salud, y los tribunales examinarán este arreglo con mucho cuidado.

En 2018, el BDI estimó el esfuerzo necesario para lograr la neutralidad en carbono en 2,3 billones de euros. Esa es la cifra a alcanzar por parte de la Ampelkoalition de SPD, FDP y Los Verdes. Es, por consiguiente, algo factible desde un punto de tecnológico, pero se ha de encontrar los mecanismos públicos y privados de financiación que lo permitan.

El otro aspecto clave y de calado: red eléctrica y la división del país

El otro gran desafío para Alemania es el de su red eléctrica. Ya que continuar con la transición implica un despliegue masivo de líneas de alta tensión desde el Norte hacia el Sur: en una lógica que dice que el Norte es ventoso y marino, y alberga la mayoría de los aerogeneradores del país, pero el consumo es principalmente en el Sur, y en particular con Baviera muy poblada e industrial. Y este resulta ser, por el momento, uno de los fallos de la transición alemana, cualquier nueva instalación de capacidad de producción de electricidad renovable está sujeta a esta dificultad.

Pero hay una línea que profundiza la cuestión y la hace de calado, y a la par estructural. Alemania ya no se puede dividir con claridad meridiana en Este y Oeste. Es cierto que el Este sigue sujeto, en algunas partes, a unas deficiencias fruto del modelo neoliberal de absorción de esa parte del país, y así queda reflejado en el acuerdo:

"Más de 30 años después de la reunificación alemana, nuestra tarea sigue siendo lograr la unidad interna en términos sociales y económicos. Las condiciones de vida en nuestras regiones, en las ciudades y en las zonas rurales, no son las mismas, pero deberían ser equivalentes. Las buenas condiciones de vida incluyen viviendas asequibles, acceso rápido a Internet, atención médica accesible y ofertas de movilidad sostenible adecuadas para la vida cotidiana."

Y resulta interesante que lo unen, este punto, con lo que estamos tratando aquí, pues mencionan:

"Alcanzar los objetivos de París en términos de protección del clima es una prioridad absoluta para nosotros. La protección del clima garantiza la libertad, la justicia y la prosperidad duradera. Se trata de reconstruir la economía social de mercado como economía de mercado social y ecológica. Estamos creando un marco regulatorio que promueve innovaciones y medidas que permitirán a Alemania emprender el camino de 1,5 grados de calentamiento para finales de siglo. Estamos dando un nuevo ritmo a la transición energética eliminando obstáculos al desarrollo de las energías renovables. Paso a paso, estamos terminando la era de los combustibles fósiles, en particular, idealmente avanzando la eliminación gradual del carbón hasta 2030 y dejando atrás la tecnología de los motores de combustión."

Tal y como mencioné en el primer documento de análisis, se trata de señalar la fórmula de una economía de mercado social y ecológica, que es una alusión a la política del gobierno de Adenauer (1949-1963) y, en particular, de su ministro de Economía, Ludwig Erhard, quien creó la "economía social de mercado" (soziale Marktwirtschaft) y estableció las bases del milagro económico alemán.

Esto señala el camino emprendido al final de la última legislatura de Angela Merkel, con un plan encaminado para hacer del Este de Alemania el centro europeo de la movilidad eléctrica, con importantes inversiones. La nueva estrategia industrial alemana y de la Comisión Europea alientan este desarrollo. El gobierno alemán debe crear oportunidades en el Este y prestar atención a los cambios estructurales que estamos viendo en las áreas mineras de carbón.

Si tomamos la estadística, que siempre es y será una radiografía incompleta y que oculta elementos demasiado relevantes como para obviarlos. Pero nos sirve para ver una parte del contexto. DW señalaba hace unos tres años que la brecha económica entre las regiones del Este de Alemania y sus vecinos occidentales continúa reduciéndose, pero a un ritmo apenas apreciable. Según el Informe Anual de Unificación, presentado el 26 de septiembre de 2018 al Gobierno alemán, el poder económico de las regiones del Este va alcanzando muy lentamente el nivel de las occidentales, más orientadas a la exportación.

En 2017, el PIB por habitante en el Este fue del 73,2% del oeste, aproximadamente el mismo nivel que el año anterior. En la última década, la brecha solo ha disminuido en 4,2 puntos porcentuales, según los datos del Gobierno en aquel momento.

Por su parte, las regiones rurales en esa parte de Alemania se mantienen amenazadas por la migración masiva, aunque esta sea hacia las ciudades más cercanas y en expansión, y no hacia al Oeste. "Los efectos de este desarrollo ya se pueden percibir claramente cuando se trata del desarrollo de la infraestructura técnica y social", se señaló en el documento del que se hacía eco DW.

Las condiciones de vida son cada vez más desiguales entre las regiones prósperas, como Berlín y sus alrededores, Leipzig, Dresde y Erfurt, y las áreas estructuralmente débiles y de migración. El éxodo hacia las ciudades acaba por suponer un mayor debilitamiento de las regiones rurales y, sobre todo, periféricas, según los expertos del informe.

El crecimiento de las ciudades del Este, sin embargo, refleja tendencias positivas en el mercado laboral. Hace diez años, las tasas de empleo eran de un 10% más bajas que en el oeste; hoy esa diferencia es solo del 2,3%. Las mujeres también están más representadas en los puestos de trabajo, poco menos del 50 por ciento de todos los trabajadores. La conciliación profesional y familiar parece ser más fácil en el Este que en el Oeste, según los autores.

Y es que con el tiempo la división artificial Este-Oeste empieza a verse disuelta y se señala fuerte hacia lo que mencionábamos al principio de este apartado: la brecha tradicional Norte-Sur, favorable hacia el Sur. Es la auténtica e histórica brecha de Alemania, junto a la que se da en la margen del Rin. De hecho, tal partición tiene sus orígenes en la zona de la actual Alemania que quedó dentro del limes romano, o que irradió directamente su influencia, y la que no, que es exactamente la misma: el Rin y el Sur del país, grosso modo.

La reforma protestante también supuso un refuerzo en la misma línea, que se ha venido manteniendo en el tiempo: las zonas que quedaron dentro del Imperio romano o donde irradió su influencia directa son mayoritariamente católicas, mientras el resto es mayoritariamente protestante:

Censo de católicos en Alemania en 2011. Fuente.

El tercer episodio de diferenciación viene dado por la época de la revolución industrial en sus primeros pasos. El Norte prosperó gracias a su rápida industrialización y la pujanza de sus grandes puertos comerciales mientras que el Sur se mantuvo como una región comparativamente rural y agrícola. Incluso tras la II Guerra Mundial, el Plan Morgenthau proponía la creación de los estados independientes de Alemania del norte (básicamente la antigua Prusia, con su industria confiscada y desmantelada) y Alemania del sur (con una economía basada en la agricultura).

Hay, además, una frontera lingüística: la llamada línea de Uerdingen, es la isoglosa de las lenguas germánicas occidentales que separa los dialectos que conservan el sonido k a final de palabra (al norte de la línea) de los dialectos en los que la consonante k a final de palabra ha mutado a ch (al sur de la línea) y que divide el país. Por ejemplo, se puede apreciar según la pronunciación del pronombre 'ich'.

La línea Uerdingen. Al norte de la línea de Uerdingen hallaremos el bajo alemán y neerlandés. Al sur de la línea de Uerdingen se habla alemán central. En la zona que dista entre la línea de Uerdingen y la línea de Benrath hacia el sur, que incluye partes de Bélgica y los Países Bajos, se habla el dialecto germánico limburgués. Las lenguas regionales han sido sustituidas en gran parte por el alemán estándar desde el siglo XX, especialmente en el este de Alemania. Fuente de la imagen.

The Economist ya lo señalaba con claridad en 2017. El sur contendría los Länder (estados) de Saarland, Renania-Palatinado, Hesse, Baden-Württemberg y Baviera de la antigua Alemania Occidental, además de Turingia y Sajonia, los dos estados más meridionales de la antigua Alemania del Este. La frontera del sur de Alemania con el norte de Alemania rastrearía lo que los lingüistas llaman la línea Uerdingen que separa los dialectos "altos" y "bajos" del alemán.

Los estados del sur exportan mucho más, generan casi el triple de patentes y tienen 700.000 parados menos que los del norte, pese a que ambas poblaciones son prácticamente iguales. Los datos muestran que las diferencias en PIB per cápita y tasa de paro entre norte y sur han crecido de forma continua en las dos últimas décadas, a la vez que la misma brecha entre este y oeste se ha ido reduciendo de forma continuada.

La tendencia es patente en Dresde y Leipzig, las grandes ciudades de Sajonia (en la parte sur de la antigua Alemania Oriental), ambas con modernas industrias y centros de investigación. En comparación, tienen menos paro y se encuentran en mejor situación económica que ciudades históricamente poderosas situadas al norte de la antigua Alemania Occidental, como Bremen o Hamburgo. Sajonia y Turingia (el otro estado sureño de la antigua Alemania del este) ocupan las dos primeras plazas en calidad educativa entre los 16 estados alemanes, seguidos por dos estados del suroeste (Baviera y Baden-Württemberg).

Sería una división igual. Cada Alemania contendría la mitad de la población, cinco de las diez regiones urbanas más grandes y proporciones similares de los orientales aún más pobres. Sin embargo, la nueva Alemania del Sur tendría las mejores perspectivas de los dos. Porque a los alemanes de los estados del sur les va mejor que a los de los del norte: cuentan con mejores escuelas, consiguen trabajo más fácilmente, ganan más y hasta cuenta con una mayor esperanza de vida. Sus gobiernos tienen finanzas más saludables, por lo que pueden invertir más, a veces cinco veces más por cabeza. Según un estudio reciente del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), las tasas de criminalidad son más bajas en el Sur, como consecuencia de todo lo anterior. Símbolo de esa pujanza, el Borussia Dortmund ha sido sustituido por el Bayern de Múnich como el gran dominador en los torneos locales.

Fuente: The Economist. Usado sin fines comerciales ni de lucro. Datos en 2016.

Evidentemente, las antiguas regiones mineras de carbón del Sarre y las aldeas sajonas agotadas por la política nacionalista no se ajustan a la imagen, y las ciudades del norte de alta tecnología como Hamburgo y Düsseldorf se encuentran entre las más ricas de Europa. Parte de la disparidad se explica por las luchas del gigante Renania del Norte-Westfalia, que constituiría casi la mitad de la población del Norte de Alemania, y el enorme éxito de Baden-Württemberg y Baviera en el Sur. Pero no todo.

Las firmas especializadas del Sur, que atienden a gigantes de alta precisión como Daimler y Siemens, (que participan, por cierto, al Bayern de Múnich) lo dejaron mejor preparado que el Norte para el declive de la industria pesada. Bruno Hildenbrand, un sociólogo, incluso sugiere que la relativa autonomía de las familias campesinas del sur le dio a la región una mentalidad más emprendedora y pragmática, tal y como recoge el propio The Economist. La región también tiene la mayoría de las mejores universidades de Alemania, su principal bolsa de valores (Frankfurt) y sus dos aeropuertos más grandes (Frankfurt y Múnich), todos activos cada vez mayores en una era de digitalización, globalización y servicios financieros, y resulta evidente que serán las palancas para aplicar la Revolución Industrial 4.0.

Las partes del sur del antiguo este han combinado suerte y habilidad de manera similar. Más urbanas que el resto y atravesando las principales rutas de transporte, Sajonia y Turingia tenían tradiciones industriales anteriores a la RDA (ferias comerciales en Leipzig, tecnología óptica en Jena, aviación en Dresde) que podrían tener éxito en la Alemania reunificada.

El norte y el sur aún no son bloques políticos distintos. Pero es posible imaginar que esto cambie con el tiempo. De hecho, el Atlas de riesgo demográfico, un estudio de las tendencias de la población, sugiere que la división Norte-Sur de Alemania podría ser más grande que la de Italia. Como señala Marcel Fratzscher de la DIW, y citado por The Economist, esta ruptura contravendría la constitución, que garantiza la igualdad de oportunidades para todos los alemanes. En un país con una estructura federal y sin las circunstancias únicas de la reunificación, este compromiso no va a resultar fácil de cumplir. Las transferencias gigantescas de efectivo Occidental han ayudado a ir cerrando la brecha Este-Oeste, aunque de manera desigual, mientras que las transferencias de Sur a Norte son políticamente más complicadas. Según la constitución, en general no se permite al gobierno federal interferir en la educación, lo que dificulta dirigir los fondos de remediación a los estados (abrumadoramente septentrionales) donde las escuelas tienen dificultades. Asimismo, un "freno de la deuda" que limita el endeudamiento estatal introducido en 2011 se aplica principalmente a los gobiernos del Norte más endeudados.

Una esfera en la que la coalición de SPD, FDP y los Verdes han de mantener en mente en el frente interno y que será capital a la hora de afrontar el devenir y las opciones electorales.