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Resumen

El pasado mes de junio de 2022, el gobierno venezolano concedió 2,5 millones de acres de tierra a la República Islámica de Irán para uso agrícola en virtud de un acuerdo de cooperación de 20 años. Venezuela e Irán se han alineado como un bloque unificado contra Occidente y Estados Unidos desde 1999, profundizando su cooperación bilateral en numerosos ámbitos. Al parecer, Irán ha recurrido a tácticas utilizadas en el amplio Oriente Próximo, como la financiación de organizaciones terroristas y criminales proxies como Hezbolá, para reforzar su posición en el hemisferio occidental. El régimen venezolano, primero con Hugo Chávez y desde 2013, con Nicolás Maduro, ha convertido el país en un puesto avanzado de la actividad ilícita iraní, con la ayuda de las redes de Hezbolá que tienen influencia en el gobierno. El siguiente artículo pretende arrojar luz sobre la profundidad con la que el alineamiento estratégico de Venezuela con Irán junto con la convergencia con las redes de Hezbolá en las Américas supone una amenaza híbrida para la seguridad internacional.

Palabras clave: Venezuela, Irán, Hezbolá, amenaza híbrida, convergencia

Introducción

Durante el pasado mes de julio de 2022, el régimen venezolano presidido por Nicolás Maduro concedió a la República Islámica de Irán un gran número de acres de terreno dentro del territorio venezolano en el marco de un acuerdo de cooperación estratégica entre Caracas y Teherán que se estima durará 20 años. Este acuerdo implica a varios sectores como el turismo -reanudación de los vuelos comerciales Caracas-Teherán-, la colaboración científica y otras áreas en desarrollo (NTN24 2022).

Supuestamente, la tierra -que abarca 2,5 millones de acres- se utilizará para cultivos como el maíz y las judías, mientras que Irán se compromete a ayudar a Caracas a reconstruir su refinería de petróleo más pequeña, "El Palito" (Middle East Institute 2022). Según el centro de pensamiento Gates Institute (2022), con sede en Washington DC, los lazos entre Irán y Venezuela alcanzaron su cenit durante los mandatos de Hugo Chávez y Mahmud Ahmadineyad como presidentes de sus respectivos gobiernos durante el periodo 1999-2013, cuando ambos líderes firmaron un gran número de acuerdos bilaterales que cimentaban el alineamiento estratégico contra Estados Unidos y sus aliados. La relación entre estos países rara vez se aborda a través del prisma de la seguridad internacional, especialmente en los círculos políticos europeos.

Los lazos entre Caracas y Teherán -dos socios aparentemente distantes cultural y geográficamente- se han diversificado desde el estricto comercio en el sector de los hidrocarburos y la energía, que ha sido frecuentemente cuestionado por EE. UU. y sus aliados, como el apresamiento en 2008 por Turquía de un petrolero iraní, que transportaba 22 contenedores llenos de materiales explosivos con destino a Venezuela, hasta la más reciente detención en 2020 por EE. UU. de cuatro petroleros en el Estrecho de Ormuz también con destino al puerto de La Guaira (Gates Institute, 2022).

Más allá de los acontecimientos mencionados, un fenómeno que está saliendo cada vez más a la luz es la presunta facilitación por parte del régimen "chavista" del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, de Irán -CGRI o Al Quds- para operar y reunir información de inteligencia con la ayuda del propio proxy de Irán en la región: el grupo militante libanés Hezbolá (Op. Cit.). En marzo de 2020, el Departamento de Justicia de Estados Unidos presentó varias acusaciones contra Caracas acusando al régimen de actividades de narcoterrorismo, concretamente contra el ciudadano sirio-venezolano y miembro de la Asamblea Nacional venezolana Adel el Zabayar por connivencia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - FARC -, el CGRI, los cárteles de la droga mexicanos y Hezbolá (Atlantic Council 2022).

Durante más de dos décadas, el deterioro del sistema político venezolano se ha producido a la vista de Occidente, incluidas las democracias latinoamericanas, la Unión Europea y Estados Unidos. Sin embargo, la respuesta de estas partes interesadas ha tenido poco en cuenta la vasta red de delincuencia organizada que tiende puentes entre organizaciones que operan tradicionalmente en el amplio Oriente Medio, como el proxy iraní Hezbolá, y funcionarios gubernamentales del continente americano, y el efecto que esta connivencia puede tener en la seguridad internacional si no se aborda adecuadamente.

La Nacional Defense University -con sede en Washington D.C.- lleva desde 2013 evaluando a fondo la convergencia del crimen organizado y el terrorismo -actividades que el Departamento de Justicia de Estados Unidos enmarca como "narcoterrorismo" en la acusación contra funcionarios de Caracas-, para lo cual ofrece su posición al respecto ayudada por el juicio del ex Comandante Supremo Aliado de la OTAN en Europa, el almirante retirado de la Marina de Estados Unidos James G. Stadaviri, que explica la convergencia de la siguiente manera:

"Las organizaciones [transnacionales] constituyen una gran parte de la amenaza híbrida que forma el nexo entre el tráfico ilícito de drogas -incluidas las rutas, los beneficios y las influencias corruptoras- y el terrorismo, tanto el terrorismo de origen nacional como el terrorismo islámico importado que se ha globalizado en su alcance y colaboración a través de redes, así como en su diversificación horizontal" (Atlantic Council 2020, p.5).

Por lo tanto, la amenaza que suponen los proxies iraníes como Hezbolá que operan en toda América Latina, así como el propio CGRI, es encuadrada por el Consejo Atlántico (2020) como una amenaza híbrida. El término fue desarrollado originalmente por el general retirado de cuatro estrellas del Cuerpo de Marines de Estados Unidos Charles C. Krulak y una serie de analistas del Cuerpo de Marines de Estados Unidos que empezaron a identificar tendencias desde los sucesos de Chechenia en las que los métodos de guerra estaban siendo deliberadamente distorsionados y desdibujados, sin embargo la teoría de la guerra híbrida tomó forma a partir de la evaluación de las acciones de Hezbolá en el sur del Líbano (Hoffman 2016, p.28).

Un elemento clave que Hoffman (2016) señala en el concepto de guerra híbrida y amenazas, es el comportamiento social disruptivo del crimen organizado y el despliegue de herramientas no militares como las finanzas. Un segundo aspecto a considerar en el concepto de guerra híbrida y amenazas es que todas las acciones caen bajo el umbral de la guerra tradicional.

Por lo tanto, la delincuencia organizada transnacional ("TOC", por sus siglas en inglés) también puede ser utilizada e instrumentalizada por actores estatales como intermediaria para contrarrestar las influencias de rivales geopolíticos en regiones específicas. Jefferson Guarín (2020) advierte que la minimización de grupos como Hezbolá como un simple grupo terrorista no evalúa adecuadamente la amenaza que suponen para la seguridad internacional y el control de sus actividades, y minimiza -en el caso de Hezbolá y su relación con Irán como su principal facilitador- a la escala territorial única del amplio Oriente Próximo. El siguiente ensayo pretende ofrecer una visión general de la evolución de las relaciones irano-venezolanas durante las dos últimas décadas y del papel que Hezbolá ha desempeñado como "intermediario" en la relación, así como de la amenaza que esta triangulación estratégica supone para la seguridad internacional en el actual contexto geopolítico.

El motivo de la redacción de este breve ensayo es llenar el vacío de conocimiento en los círculos de política exterior -más concretamente en Europa- sobre cómo un "Estado canalla" como Irán es capaz de contrarrestar la influencia de las potencias occidentales -especialmente Estados Unidos- más allá de la masa continental euroasiática y en la tradicional zona de influencia occidental que es América Latina. La primera parte del ensayo repasará los antecedentes históricos de los vínculos de Venezuela con Oriente Próximo en sentido amplio, centrándose en su alineamiento con Irán en elementos clave. En segundo lugar, se ofrecerá una visión general de las actividades de Hezbolá en Venezuela, sus vínculos con funcionarios venezolanos y el papel que desempeña como proxy de Irán en el país. Por último, se ofrecerá una conclusión sobre cómo interpretar el reciente acuerdo y la estrategia de cooperación.

Los lazos de Venezuela con el Gran Oriente Medio e Irán

Aunque se debe hacer un esfuerzo por comprender la relación entre Venezuela y Oriente Próximo en sentido amplio más allá de la lógica geoeconómica que proporciona el papel de la industria petrolera en el entramado y la influencia de la relación, que es de dominio público, no se puede descartar. Sorio (2016) expone dos tendencias que deben analizarse para comprender adecuadamente la evolución de la importancia de las relaciones entre Venezuela y Oriente Medio. En primer lugar, la creciente asertividad y relevancia de Venezuela como actor internacional deseoso de contrapesar a Estados Unidos mediante esquemas alternativos de integración regional junto con alianzas estratégicas con potencias competidoras como Rusia y China. En segundo lugar, el estrechamiento de las relaciones con Oriente Próximo en sentido amplio se produjo a través del aumento de los vínculos de la región con Estados ancla clave en las Américas como Brasil mediante las Cumbres América del Sur-Países Árabes (ASPA) (Sorio 2016, p.100).

Se puede argumentar que Caracas actuó a través de foros multilaterales como ASPA, o incluso a través de los esfuerzos de organizaciones de la diáspora árabe en Venezuela como FEARAB, que coordina 45 organizaciones árabe-venezolanas. En cambio, el país logró ejercer su propio peso para mostrar autonomía estratégica en la conformación de sus vínculos con la región a través de lo que Blanco Osorio (2016) denomina la "Variable Energética". Esto se lograría al convertirse en 1962 en uno de los miembros fundadores junto con Irán, Arabia Saudita, Kuwait e Irak de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

En los últimos años, el alineamiento Venezuela-Irán en la OPEP se ha debido principalmente al hecho de que ambos países han compartido bajos índices de productividad, por lo que ambos abogan por unos precios de exportación elevados, lo que contrarresta la posición establecida por los productores pro-estadounidenses como Arabia Saudí (Pereira Stallaert 2018, p.181). Cabe señalar que durante los primeros años de la OPEP -posiblemente el foro responsable de tender un puente entre Venezuela y los países árabes exportadores de petróleo e Irán- ambos países estaban dirigidos por administraciones pro-estadounidenses. Rómulo Betancourt en el caso de Venezuela, y el sha Mohamed Reza Pahlevi en el de Irán, que se ganaron el favor de las potencias occidentales tras el golpe dirigido por el MI6 y la CIA contra el primer ministro Mohamed Mossadeq -líder del Frente Nacional- durante 1951, después de que éste decidiera nacionalizar la Anglo-Iranian Oil Company, que más tarde se convertiría en BP, con el apoyo del Partido Tudeh de Irán (lit. 'Partido de las Masas de Irán'), un partido comunista iraní formado en 1941 (Pereira Stallaert 2018,p.181 ).

La designación del hijo del sha por parte de las potencias occidentales como gobernante de Irán en lugar del popular Mohamed Mossadeq -una medida que seguía la lógica estratégica de contener la influencia soviética en el contexto de la Guerra Fría-, que presidió un régimen autoritario favorable a los intereses occidentales, influyó y sentó las bases para la Revolución Islámica de 1979 liderada por el ayatolá Jomeini. A pesar de la retórica antiamericana de Jomeini, Estados Unidos siguió siendo el socio económico más importante del país, hasta la crisis de los rehenes en Irán en 1987, cuando estudiantes islamistas asaltaron la embajada estadounidense en Teherán y secuestraron a más de 66 diplomáticos estadounidenses durante 444 días, lo que a su vez llevó a Washington a congelar 12.000 millones de dólares y a Teherán a liberar a los rehenes y perder a su principal socio económico (Pereira Stallaert 2018, p.181). Este resultado obligó a Teherán a buscar aliados y socios alternativos en todo el mundo, recurriendo a Turquía, China y Corea del Sur y, en el caso de América Latina, a Brasil y Argentina.

En su vecindario inmediato, la República Islámica se vio envuelta en una sangrienta guerra con Irak de 1980 a 1988 que se saldó con la muerte de un millón de iraníes, lo que llevó a Teherán a iniciar el conocido recurso de crear proxies y entrenar milicias armadas en la región para ejercer su influencia y avanzar en sus objetivos estratégicos. Cabe mencionar dos proxies y teatros principales. En primer lugar, Hamás y la Yihad Islámica Palestina en los territorios palestinos, y Hezbolá en Líbano. En el caso del primero, a pesar de que Hamás es una organización suní, mientras que Hezbolá es chií, los ayatolás prometieron en 1992 30 millones de dólares -anuales- a la organización con sede en Gaza; sin embargo, en palabras de Sean Goforth (2008), Hamás no es más que un "vestigio" de la política exterior iraní en Oriente Próximo. El caso de Hezbolá en Líbano es una prueba del éxito de la exportación del modelo propio de la República Islámica de organizaciones islamistas militantes, aunque adaptado a los desafíos propios de Líbano sobre el terreno.

Tras la guerra civil libanesa, Irán desplegó al CGRI ayudado por el partido socialista árabe sirio Baaz, dirigido por Hafez al-Assad, que ocupó partes de Líbano para entrenar a un contingente de militantes de Hezbolá en el país. Hezbolá aprovechó el colapso del país en 1984 para reforzar su posición en el sur de Líbano, creciendo hasta convertirse en "un Estado dentro de otro Estado" y entrelazándose en el tejido social libanés, al tiempo que se alineaba con Teherán contra Occidente y sus aliados occidentales en la región, principalmente el Estado de Israel (Goforth 2012, p.4). Hezbolá ganó legitimidad en el sur del Líbano proporcionando asistencia social, construyendo escuelas y otros servicios con ayuda iraní, aprovechando su oportunidad de convertirse en algo más que un grupo militante chií, madurando hasta convertirse en una organización política bien organizada tras la Revolución de los Cedros en el Líbano y el asesinato del presidente Rafik Hariri en 2005 (Goforth 2012, p.6).

Irán otorgó prioridad a Hezbolá frente a otros grupos proxies de la región -manteniendo una ayuda financiera ininterrumpida- porque demostró ser más eficaz a la hora de encarnar la política exterior de Teherán en la región, según Goforth (2012), especialmente después de que Hezbolá consiguiera llevar a cabo operaciones terroristas más allá de Oriente Próximo, entre las que destacan el atentado suicida contra la embajada israelí en Argentina en 1992 y, en 1994, el atentado contra el centro cultural judío AMIA ("Asociación Mutual Israelita Argentina"), también en la ciudad de Buenos Aires.

Como ya se ha señalado, el punto de inflexión en la política exterior iraní se produjo tras la crisis de los rehenes de 1987, cuando Teherán perdió a su socio comercial económico -Estados Unidos-, lo que condujo a una política exterior agresiva en el amplio Oriente Próximo en forma de financiación de milicias proxy. Sin embargo, en el caso del acercamiento de Irán a América -con la ayuda de Venezuela desde la toma del poder por los "chavistas" en 1999- los métodos utilizados difieren, al menos en las primeras fases, de los aplicados en Levante.

Las elecciones presidenciales celebradas en Venezuela en 1998 se saldaron con la victoria de Hugo Chávez en un proceso electoral que dio paso a una serie de cambios estructurales tanto en política interior como exterior. Hugo Chávez era entonces un ex teniente coronel que asumió el mando en julio de 1991 de la unidad 422 de la 42 Brigada de Infantería Paracaidista, el Batallón Paracaidista Antonio Nicolás Briceño, para firmar su baja del Ejército en 1994 en un contexto de golpes de Estado y sublevaciones militares. Más notable, y yendo más allá de la "Variable Energética" relativa a la dependencia del petróleo, es la estrategia de equilibrio blando mencionada por Ángel Blanco Sorio (2016) frente a Estados Unidos, que siguió siendo el principal mercado para las exportaciones petroleras venezolanas hasta 2013, con 46.700 millones de dólares de comercio total y el 46,8% de las exportaciones totales de petróleo. En esencia, el equilibrio blando se refiere a una acción coordinada de un Estado o coalición de Estados para obstaculizar los objetivos de un país competidor por medios no militares como el enredo diplomático y el equilibrio regional (Sorio 2016, p.102). Sin embargo, el equilibrio blando en este caso está fuertemente influido por el cambio ideológico que se produjo con la "Revolución Bolivariana", que adoptó un tono "antiimperialista" dirigido principalmente contra Washington, lo que a su vez llevó a Caracas a seleccionar socios internacionales más allá de la región que compartieran esta animadversión.

La República Islámica encontrará así un socio dispuesto en Hugo Chávez, una alianza que Pereira Stallaert (2018) enmarca en el concepto de "realismo periférico" desarrollado por el politólogo argentino Carlos Escudé en 1992 para comprender la evolución de la política exterior en América Latina durante la Guerra Fría. La teoría parte esencialmente del enfoque centro-periferia y de la distinción entre países desarrollados y del Tercer Mundo, en la que los "decisores" de la periferia se convierten en "países rebeldes" para cambiar el orden mundial internacional (Pereira Stallaert 2018, p.181). Cabe señalar que Irán y Venezuela firmaron entre 1999 y 2012 una serie de 263 acuerdos bilaterales, 22 durante el mandato del presidente reformista iraní Mohammad Jatamí (Sorio 2016, p.104).

Sin embargo, los lazos Teherán-Caracas se profundizaron durante el liderazgo de Mahmud Ahmadineyad durante 2005-2013, año en el que relanzó el programa nuclear iraní al que se oponía Occidente, convirtiéndose Hugo Chávez en uno de los más firmes defensores de Teherán de su programa nuclear al oponerse a la resolución GOC/2005/77 del Organismo Internacional de Energía Atómica-OIEA (Goforth 2012, p.31). Además del alineamiento político e ideológico, el comercio bilateral aumentó de 1 millón de dólares en 2004 a 50 millones a finales de 2006, diversificándose de las industrias del petróleo y el gas, incluyendo sectores y bienes como el cemento, los automóviles, la harina de maíz y el procesado de la leche (Op. cit. p.32). En materia de política exterior, el "Eje de Unidad" Ahmadineyad-Chávez hizo que Caracas se impusiera en los grandes conflictos de Oriente Próximo, principalmente en la cuestión Israel-Palestina. Venezuela renunció a sus vínculos con Israel como proveedor militar, rompiendo sus lazos diplomáticos con Tel Aviv en enero de 2009, una decisión anunciada mientras una delegación iraní se encontraba en Caracas (Sorio, 2016, p.106).

Lo mismo ocurre en el caso de Irán en las Américas, al unirse junto a Siria como los dos Estados observadores no latinoamericanos en la ALBA -"Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América"-, lo que ayudó a la República Islámica a establecer lazos formales con otros Estados clave de la región como el Ecuador de Rafael Correa y la Bolivia de Evo Morales. A su vez, los miembros de ALBA se han beneficiado de la ayuda de Teherán para desarrollar su propio programa nuclear civil (Pereira Stallaert 2018, p.184) En cuanto a los lazos militares, Teherán y Caracas se comprometieron en 2008 a prestarse pleno apoyo militar mutuo. Goforth (2012) subraya que las preocupaciones en materia de seguridad están creciendo no como consecuencia de una alianza en sentido estricto entre ambos países, sino de la capacidad de Irán para desplegar métodos de guerra asimétricos como se ha visto en otros lugares como la Franja de Gaza y el sur del Líbano.

Se ha informado de que el CGRI se ha dedicado a entrenar a los militares venezolanos en la guerra de guerrillas desde 2009 a petición de Chávez en caso de un posible enfrentamiento con las fuerzas colombianas, y también ha ayudado a Hezbolá a trasladar sus células en la zona de la triple frontera de Brasil, Paraguay y Argentina a Venezuela con la ayuda de altos funcionarios libanés-venezolanos como Ghazi Nasr Al-Din, un diplomático acusado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos de ayudar a organizar viajes de miembros de Hezbolá a Venezuela y de miembros de Hezbolá en Venezuela a Irán para asistir a "cursos de formación" (Goforth 2012, p. 37).

Desde principios de la década de 2000 hasta la actualidad existen pruebas claras de la existencia de proxies iraníes que operan en el hemisferio occidental, lo que demuestra la capacidad de Teherán y sus aliados para operar más allá del gran Oriente Medio. La relación Irán-Venezuela decayó durante el liderazgo de Hassan Rouhani (2013-2021), durante los primeros mandatos de este último, coincidiendo con el ascenso al poder de Nicolás Maduro - ex canciller/ ministro de Exteriores venezolano - como sucesor de Hugo Chávez.

La razón de este retroceso de Teherán, según Eric Lob (2022), tiene que ver con el aumento de las relaciones con las potencias occidentales en el contexto del Plan de Acción Integral Conjunto sobre el programa nuclear iraní. Después de que Estados Unidos se retirara del PAIC durante el segundo mandato de Rouhani, Irán volvió a comprometerse con el Sur Global bajo la "Visión del Tercer Mundo" de Ahmadineyad para contrarrestar las sanciones, reactivando las relaciones bilaterales con Venezuela. El actual presidente iraní, Ebrahim Raisi, ha firmado la mencionada hoja de ruta de cooperación bilateral a 20 años con el objetivo de resistir a las sanciones estadounidenses y fomentar la cooperación energética y otros sectores como el turismo y la agricultura. Sin embargo, la cooperación militar está algo desdibujada, al igual que el uso de proxies y si existe una continuación de los patrones de principios de la década de 2000 en este sentido.

Comprender la presencia de Hezbolá en Venezuela y su convergencia con Teherán

Hezbolá surgió en el contexto de la guerra civil libanesa (1975-1990) como grupo militante chií en 1982 en el sur de Líbano como respuesta a la ocupación israelí en el contexto del prolongado conflicto de la primera con la Organización para la Liberación de Palestina (Jefferson Guarín 2020, p.119). En 1985 la organización emitió su manifiesto en el que juraba lealtad al líder supremo de la República Islámica de Irán, alineándose con Teherán en la expulsión de las potencias occidentales de la región como Estados Unidos y Francia así como de los aliados occidentales en la región, especialmente el Estado de Israel (Op. cit., p.119). Jefferson Guarín (2020) habla de un proceso de "mitosis" en el que el "Partido de Dios" evolucionó de una mera organización militante a un partido político activo en Líbano desde su primera participación electoral en las elecciones de 1992, lo que condujo a la división en dos células separadas: la paramilitar y la política.

El primero consiguió librar una guerra sofisticada contra el Estado de Israel en 2006 utilizando armamento de precisión como misiles guiados anticarro y minas anticarro, habiendo demostrado ya su capacidad para llevar a cabo operaciones en el extranjero como los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA en Buenos Aires, muy probablemente ayudado por sus redes en la Triple Frontera (Argentina, Paraguay y Brasil). El ala política, por su parte, logró galvanizar el seguimiento social condenando la corrupción masiva en el gobierno libanés, consolidándose en 2010 como una fuerza política formidable.

En América Latina, Hezbolá se ha apoyado en su Organización de Seguridad Exterior o "Unidad 910", cuyas actividades han sido vigiladas y reveladas por los esfuerzos del difunto fiscal argentino Alberto Nisman, asesinado en circunstancias aún poco claras en el contexto de los atentados contra la AMIA, lo que apunta a la connivencia entre funcionarios iraníes y argentinos (Dershowitz 2022).

En el caso de los vínculos de Hezbolá con Venezuela, la gran diáspora libanesa y árabe en el país y en toda América Latina ha sido clave para consolidar su posición. Durante más de 150 años, la migración desde Líbano y Siria a Venezuela -en su mayoría cristianos maronitas- desde la época otomana, ha establecido importantes comunidades de la diáspora en Isla Margarita, Punto Fijo, Puerto Cabello y La Guaira (Humire 2020, p.5). La diáspora libanesa en Venezuela ronda los 10 millones de personas (Gates Institute 2022). Por consiguiente, Hezbolá se ha apoyado en estas comunidades de ultramar que han contribuido al desarrollo de Venezuela en muchos aspectos positivos, sin embargo, ha logrado cooptar a influyentes familias venezolano-libanesas bajo un complejo sistema de clanes que Joseph Humire (2020) analiza minuciosamente en su informe para el Atlantic Council: el clan Saleh con base en Maracaibo, el clan Nasr Al-Din en Isla Margarita y el clan Rada en Valencia (Véase el mapa más abajo).

La Operación Titán -una operación combinada estadounidense-colombiana que comenzó en 2008 y finalizó en 2014- descubrió con éxito la relación entre el cártel mexicano de la droga "Los Zetas" y el cártel "La Oficina", con sede en Medellín, y la comunidad libanesa de la costa caribeña colombiana (Washington Institute s.f.). Estas conexiones se vieron reforzadas por el comercio transfronterizo y el dinero en efectivo en grandes cantidades procedente de correos en la porosa frontera colombo-venezolana, encabezados por los hermanos Ali Mohamad Saleh y Kassem Mohamad Saleh -que controlaban el mercado negro de drogas, armas y blanqueo de dinero en Maicao-, que huyeron a Venezuela en 2012 tras ser señalados como financiadores del terrorismo por la Oficina de Control de Activos Extranjeros ("OFAC", por sus siglas en inglés). Más tarde, se instalaron en Maracaibo (Estado de Zulia) con otros destacados clanes libaneses cercanos a la burocracia "chavista" en Venezuela (Humire 2020,p.6). Por otro lado, el clan Nasr Al-Din, liderado por Ghazi y su hermano mayor Abdallah, originarios de Líbano, se ha radicado en Isla Margarita, al este de Venezuela (Ibid p.8).

Localización de las redes de apoyo a Hezbolá en Venezuela y Colombia. Mapa elaborado por el autor a partir del Humire Policy Paper (2020) para el Atlantic Council. Las ciudades resaltadas en rojo corresponden a ciudades en las que se sabe que operan redes de Hezbolá. El clan Saleh, que también tiene un punto de apoyo en Maicao, Colombia, resaltado en amarillo, tiene su base en la ciudad de Maracaibo, en el estado fronterizo de Zulia. El clan Rada opera desde la ciudad central de Valencia, mientras que la red Nasr Al-Din, la más influyente, tiene su base en la isla oriental de Margarita (estado de Nueva Esparta).

El hermano menor del clan Nasr Al-Din, Oday Nasr al-Din, habría sido el responsable de establecer centros de entrenamiento paramilitar en Isla Margarita durante 2011, reclutando entre los círculos bolivarianos y enviándolos a recibir entrenamiento en Irán (Cárdenas & Noriega 2011, p.3 ). La relevancia del clan Nasr Al-Din proviene del papel de Ghazi en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Venezuela, donde estuvo destinado en la embajada en Damasco (Siria) organizando reuniones clave entre altos funcionarios venezolanos, como el entonces ministro del Interior y ex vicepresidente de Venezuela, Tareck El Aissami, quien dimitió como ministro de Petróleo el lunes 20 de marzo de 2023 a través de Twitter, siendo aceptada su renuncia por el presidente venezolano Nicolás Maduro. El Aissami ha sido acusado de corrupción y mala gestión financiera como actual ministro de Petróleo. A El Aissami se unieron el ex oficial de contrainteligencia militar Hugo "El Pollo" Carvajal -quien se encontraba bajo custodia española y debía ser extraditado a Estados Unidos por cargos de narcotráfico en 2021- y homólogos de Hezbolá. Según informantes de la DEA, la reunión reforzó el plan de cocaína por armas que se materializó en 2014 (Humire 2020, p.8). Ghazi Nasr Al-Din sigue siendo un estrecho colaborador de Nicolás Maduro.

Por último, la figura más destacada del Clan Rada es el ciudadano venezolano-libanés Abdala Rada Ramel, que fue detenido por la policía colombiana cuando operaba en Barranquilla y en la zona de Maicao, cerca de la frontera con Venezuela. Rada fue deportado a Venezuela como sospechoso de narcotráfico (Infobae 2018). El aspecto que sobresale de Abdala Rada Ramel son sus vínculos directos con altos comandantes de Hezbolá, como el jefe de la Organización de Seguridad Exterior, Salman Raouf Salman, que fue el hombre sobre el terreno tanto para Hezbolá como para la República Islámica de Irán en el ataque a la embajada israelí en Buenos Aires en 1992 y al centro cultural judío AMIA en 1994 (infobae 2019). Esto se produjo después de que las autoridades argentinas sospecharan de un segundo miembro del clan que también posee la doble nacionalidad libanesa-venezolana -Amer Mohamed Akil Rada- implicado en estos atentados, y cuya familia dirige el negocio de las criptomonedas vinculado al gobierno venezolano (Humire 2020).

Jefferson Guarín (2020) atribuye la masificación de las operaciones de Hezbolá en Venezuela al alineamiento estratégico acuñado por Goforth (2012) "Eje de la Unidad" entre Caracas y Teherán durante el mandato de Hugo Chávez (1999-2013) y Mahmud Ahmadineyad (2005- 2013) y su política común de oponerse a la influencia estadounidense tanto en Oriente Medio como en las Américas bajo el disfraz discursivo de una política exterior "antiimperialista" y bajo acuerdos formales de cooperación como el acordado por Nicolás Maduro y Ebrahim Raisi en junio de 2022. Sin embargo, el deterioro de las instituciones en Venezuela contribuyó a reforzar la posición de Hezbolá en el país mediante actividades ilícitas en frecuente colaboración con otras organizaciones como los cárteles de la droga de la región y organizaciones militantes como las FARC colombianas después de que Hugo Chávez permitiera al grupo operar libremente en Venezuela desde marzo de 2008 (Jefferson Guarín 2020, p.25).

La mencionada convergencia se hizo pública tras el final de la "Operación Titán" en 2014, mencionada anteriormente, que describía puentes aéreos y terrestres entre Hezbolá, Irán y Venezuela (Humire 2020, p.9). Además, el papel de los funcionarios venezolanos con vínculos culturales con Hezbolá y Oriente Próximo son los principales responsables de allanar el camino a los operativos extranjeros leales tanto a Hezbolá como a la República Islámica de Irán, como Tareck El Aissami -que ha ocupado múltiples cargos en el régimen venezolano- y que participó en la entrega de pasaportes venezolanos a 800 ciudadanos sirios, libaneses e iraquíes, muchos de los cuales eran miembros de Hezbolá (Op. cit. p.126). Durante 2017, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos - el "ICE" por sus siglas en inglés - junto con la OFAC designaron a Tareck El Aissami como traficante de narcóticos especialmente designado, o "SDT" por sus siglas en inglés.

Evolución reciente de la convergencia Caracas-Teherán-Beirut

Según el centro de pensamiento con sede en Israel I-AML Israel (2022), que se centra en la supervisión del cumplimiento financiero, los delitos financieros, la financiación del terrorismo y la corrupción, expone la reciente actividad de Mahan Air -la aerolínea civil iraní- en Latinoamérica donde uno de sus Boeing 747 -concretamente con matrícula Y-35131- fue retenido en el aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires durante el pasado mes de junio. La aeronave habría sido transferida a la venezolana EMTRASUR para ser operada por la aerolínea venezolana CONVIASA en octubre de 2021 (I-AMIL Israel 2022). El propósito de las más de siete rutas aéreas desde Caracas a Teherán entre febrero y mayo de 2022, era transportar oro venezolano a Turquía y otros estados de Oriente Medio. La Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, OFAC (2020), mantiene desde hace tiempo sanciones contra Mahan Air, al tiempo que ha sido designada por las agencias antiterroristas como un facilitador clave del CGRI.

Vuelo de Mahan Air aterrizando y haciendo maniobras de rodaje en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar tras volar 16 horas desde Teherán durante el mes de junio de 2019. Fuente: BBC NEWS

Los correos implicados en este puente aéreo entre Venezuela e Irán son Muhammad Jaafar Kassir, que es un hombre operativo de Hezbolá designado como terrorista por la OFAC, y Ali Kassir (alias Ali Ghassir alias Ali Nasr Al-Din Kassir alias Ali Qasir), vinculado, por supuesto, al notorio clan libanés Nasr Al-Din, asentado en la isla venezolana oriental de Margarita (Estado de Nueva Esparta).

Estas actividades demuestran lo versátiles que pueden ser estas redes para colaborar en la financiación interhemisférica del terrorismo entre América y Oriente Próximo, ocultándose bajo actividades civiles como la aviación comercial, diversificando su fuente de ingresos y financiación de los narcóticos al oro. El ingenio de estas redes de Hezbolá en las Américas, así como de sus manipuladores iraníes a través del CGRI, demuestra la tesis de Jefferson Guarín (2020) sobre la metamorfosis de Hezbolá de una mera organización terrorista a una importante organización criminal, que ha conseguido atrincherarse en los círculos de poder clave del gobierno venezolano, al tiempo que sirve de proxy para los objetivos estratégicos iraníes más allá de Oriente Próximo.

Conclusiones

Así pues, las amenazas híbridas constituyen un desafío real para la seguridad internacional, en el sentido de que socavan los medios y los métodos de control de las actividades aparentemente irrelevantes para los encargados de evaluarlas. Asimismo, la infravaloración por parte de los responsables políticos y los estrategas de las capacidades de adversarios como Irán para tejer un punto de apoyo en regiones que rara vez se abordan como importantes desde el punto de vista de la seguridad internacional, como las Américas, juega a favor de las crecientes redes de delincuencia organizada y células terroristas que actúan como proxies de países con una fuerte animadversión hacia Occidente.

Igualmente, el exceso de confianza en el sentido estratégico de una óptica al estilo de Mackinder que resta importancia al riesgo y a la importancia para la seguridad de regiones como América Latina, donde Venezuela se ha convertido en un punto de apoyo para Hezbolá y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria iraní. Así pues, el deterioro de las democracias en el mundo occidental -que incluye a América Latina- debe abordarse adecuadamente y más allá de meros ejercicios académicos desde la comodidad de las universidades del Norte global. El deterioro de las democracias supone una amenaza inminente para la seguridad del sistema internacional en general. Además de lo anterior, en los círculos de política exterior debe mejorarse la comprensión profunda de la lógica de la delincuencia organizada transnacional con el fin de plantear políticas eficaces para contrarrestar las acciones de las organizaciones criminales que sirven al propósito de promulgar los objetivos estratégicos de los Estados delincuentes. Por ello, los 2,5 millones de acres de tierra concedidos a Teherán en Venezuela según la lógica anterior deben considerarse con cautela.

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